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Los flamencos aprovechan la cuarentena y se instalan en el Empordà

El temporal Gloria y la ausencia de gente favorecen la puesta de huevos del chorlitejo en la playas de los parques naturales

Flamencos en la zona desurbanizada y recuperada de los humedales de la Pletera, en L'Estartit.
Flamencos en la zona desurbanizada y recuperada de los humedales de la Pletera, en L'Estartit.francesc ferrer

Las intensas lluvias caídas esta primavera junto a la ausencia de presencia humana —debido al confinamiento obligado tras decretarse el estado de alarma — han favorecido que prolifere mucha fauna en diferentes zonas rurales de Cataluña. En las marismas recuperadas de la Pletera, en L’Estartit (Baix Empordà) una veintena de flamencos han elegido este espacio para pasar la primavera. No es la primera ocasión que se observan estas aves en la zona pero, a diferencia de otras veces, ahora son flamencos adultos.

Una veintena de flamencos se ha visto en las últimas semanas en las marismas recuperadas de la Pletera, en L’Estartit (Baix Empordà). “Están redescubriendo este espacio varias especies de aves”, indica Boris Weizmann, biólogo colaborador del Parque Natural del Montgrí, Illes Medes i Baix Ter. Entre ellas algunas que, o no se habían detectado en décadas o lo habían hecho poco en este sistema de lagunas recuperado gracias al proyecto Life Pletera.

No es la primera vez que se observan flamencos en esta zona, sin embargo, como explica el biólogo y director científico del proyecto Life Pletera, Xavier Quintana, “la particularidad es que los individuos antes eran jóvenes divagantes y esta vez son adultos”. Aunque científicamente no se puede confirmar, podría ser un indicativo de calidad del lugar e incluso los flamencos podrían escogerlo para establecerse. “La tranquilidad que está dando el confinamiento también ha ayudado, es un espacio pequeño al que le afecta la presencia humana”, apunta Quintana.

A parte de una veintena de esbeltos flamencos, también están de paso en estas 60 hectáreas de humedales algunos ejemplares de morito común, cigüeñuela común, ánade azulón, abejaruco común y garza real. También abunda el fartet —un pez en peligro de extinción— de solo cinco centímetros que se halla solo en algunas partes de la costa mediterránea.

“El que ha aumentado mucho su población es el chorlitejo patinegro”, apunta Quintana. Se trata de una pequeña ave de patas negras y movimientos nerviosos. Es un habitante característico de playas, arenales y lagunas que ha sufrido la trasformación de las playas, hasta llevarlo a una disminución considerable. Esta primavera ha pasado de tres a 18 hembras que, aprovechando la tranquilidad, han puesto huevos en la arena de dunas y playas.

Flamencos en L'Estartit.
Flamencos en L'Estartit.
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También en el Parque Natural dels Aiguamolls de L‘Empordà el chorlitejo patinegro ha aparecido en escena. Su director, Sergio Romero de Tejada, asegura que este año “habrá un boom”. “Se dan unas condiciones buenas, han sido beneficiados por la borrasca Gloria que modificó la línea de costa y ha dejado grandes espacios de arena sin vegetación donde ponen los huevos. Por otra parte, la falta de gente les ha dado tranquilidad que necesitan para que nazcan los polluelos”, añade.

Aunque no está confirmado, podría ser la primera vez que críe en este espacio protegido la garza real que, aunque es muy común “no había criado nunca antes en el parque”, asegura su director. También se ha visto el martinete común, una especie de garza de hábitos nocturnos.

El plan general aprobado en 1983 declaró suelo urbanizable el sector de la Pletera y tres años después empezó la construcción del paseo que eliminó las lagunas de primera línea de mar. Se preveía edificar seis manzanas pero solo se completó una. La revisión del plan general de 2002 dio marcha atrás y en 2006 el Ministerio de Medio Ambiente encargó el proyecto de restauración ambiental para desurbanizar la zona. La crisis impidió dotarlo de presupuesto y solo se hizo realidad mediante un proyecto Life. En 2014 se inició el Life Pletera, que, con 2,7 millones de euros, demostró que en una zona con tanta presión urbanística era posible restaurar zonas alteradas y recuperar su funcionalidad ecológica.

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