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La Rambla, en proceso de reinvención

La pandemia afecta a las arcas del Ayuntamiento de Barcelona y pone en peligro la reforma del paseo

Alfonso L. Congostrina
Un hombre baja por La Rambla, casi desierta por el confinamiento.
Un hombre baja por La Rambla, casi desierta por el confinamiento.Albert Garcia

Walter Daniel San Joaquín es uno de los personajes más populares de La Rambla de Barcelona. Lleva desde 2011 trabajando en el paseo, aunque poca gente le conoce por su nombre. Es una de las estatuas humanas que se viste de Don Quijote, en la zona de Santa Mónica. San Joaquín ha visto como, de la noche a la mañana, su manera de vivir desaparecía engullida por la pandemia que ha segado de cuajo también el turismo. Fermín Villar, presidente de la entidad Amics de la Rambla, ha hecho pública una carta donde vaticina la muerte turística, como mínimo este verano, y anima a los comerciantes, empresarios y vecinos a convertir el paseo en “la zona cero desde donde iniciar el cambio económico, social y cultural” de la ciudad. Villar asegura que tiene una fórmula para conseguir ese propósito: “Parece difícil de fácil que es: hay que volver a dirigirse al público local”. Un cambio de rumbo que no desagrada al Ayuntamiento de Barcelona, que todavía tiene que analizar cómo ha afectado a sus arcas públicas la pandemia y que comienza a hacer público que la ansiada remodelación de la Rambla quizás vuelva a la lista de cosas pendientes si la crisis social (o humanitaria) se cronifica en la ciudad.

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“Mis compañeros y yo hemos quedado absolutamente fuera de todo. No tenemos ayudas sociales, no es posible hacer un ERTE, el Instituto de Cultura del Ayuntamiento no cuenta con nosotros. No hay nada para nosotros", denuncia San Joaquín. La parte más débil del paseo es la primera que se ha visto arrasada por el obligado confinamiento. El resto, también.

Villar advierte de que es el momento de hacer un cambio de rumbo para que “la gente de Barcelona pueda sentarse en una terraza de la Rambla”, aquellos bares de, hasta ahora, paella precocinada y tanques de cerveza a 12 euros. El presidente de Amics de La Rambla pide a los comercios que se adapten al “público local”. Y lanza un mensaje al Ayuntamiento pidiendo aprovechar la situación para eliminar las paradas de los antiguos pajareros reconvertidas ahora en tenderetes de recuerdos para turistas y se coloque en su lugar bancos para sentarse. Villar, en declaraciones a EL PAÍS, mantiene que restaurantes y comercios de La Rambla tienen ahora la oportunidad de mejorar, “sobre todo aquellos que estaban indicados exclusivamente a turistas y había bajado los estándares de calidad”.

Además, el paseo tiene pendiente una reforma que no acaba de arrancar. El Consistorio está redactando ahora el proyecto ejecutivo que no se aprobará, como mínimo, hasta septiembre, y cuyas obras, en las previsiones más optimistas, no comenzarán hasta 2021. Unas obras que se harán por tramos y que durarán seis años. “La reforma debe comenzar cuanto antes. Hasta que recuperemos el turismo pasarán como mínimo dos años. No podemos estar todo este tiempo pasando penas y justo cuando veamos la luz que comiencen a levantar el paseo”, sostiene el presidente de Amics de la Rambla.

El concejal de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, asegura que se mantiene “vigente” su compromiso con la Rambla y considera esencial que los barceloneses vuelvan a recuperar el paseo como epicentro de la vida cultural y urbanística. “Las obras son solo una parte más del proyecto y, hoy por hoy, tenemos todavía que comprobar en qué situación financiera queda el Consistorio después de esta crisis. Tenemos que ver qué fondos hay que destinar para que la ciudadanía quede afectada lo mínimo posible por la crisis que se arrastra después de la pandemia”, lamenta Rabassa. </CW>

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