“A los abuelos no se nos puede pedir más”
Los alumnos sin colegio pasan el día entre familiares, manualidades y paseos
“La primera medida esta mañana ha sido llenar la nevera, pensando que son cinco comidas para siete personas que somos en casa. La segunda ha sido venir aquí a buscar manualidades y juegos para pasar el tiempo en casa”. Así preparaba la intendencia ayer por la mañana Gemma y su hija de 13 años en una tienda de juguetes de Terrassa para afrontar las dos semanas sin escuela. “Haremos un horario y un rato les tocará refuerzo escolar, otros jugar y salir a correr porque si no en casa nos dará algo. Nos lo hemos tomado como una oportunidad para conocernos mejor, estar juntos en familia. Así que paciencia y mucho humor”, tercia la madre.
Gemma ha tenido suerte porque podrá hacerse cargo de los niños. Es profesora de universidad y se quedará en casa por el cierre de los centros escolares. Gemma es una de los cerca de 100.000 docentes que han sido enviados a casa, junto a cerca de dos millones de alumnos, durante 15 días como medida de prevención para contener el coronavirus.
Pero en muchos hogares la suspensión de clases ha provocado más quebraderos de cabeza. Las calles de Terrassa, la tercera ciudad catalana en población (220.000 habitantes), tardaron ayer en desperezarse. Poca gente en sus calles, y apenas niños. Algunos, acompañados por los padres que logran combinar horarios, como Pol, padre de dos niñas, que trabaja por la tarde y su mujer, de mañanas. “Preferimos organizarnos y recurrir a los abuelos cuando sea realmente necesario”.
Montserrat, en cambio, hace equilibrios en casa. Desde el miércoles trabaja desde casa, y ayer se le añadieron sus dos hijas de siete y 15 años. “Gestionarlo todo es bastante difícil porque me paso el día al teléfono, y tenerlas al lado pidiendo cosas es complicado. Busco ratos para darles tareas, pero no es sencillo. El primer día hemos sobrevivido. Veremos de aquí a una semana”.
La situación de las familias se complica cuando no pueden hacer teletrabajo o flexibilizar horarios. Maxi trabaja como limpiadora y asegura que se llevará a su hijo al trabajo. “Si no, tendría que buscar a alguien, pero pagando, y en eso se me va medio sueldo”. En una situación parecida se encuentra Iria, que trabaja en una tienda en el centro de Terrassa. Ha dejado a su hija de seis años con su hermana, que ha venido desde Barcelona. “Estoy intentando reducir la jornada, pero veremos día a día a ver cómo me lo monto”.
En estos días que se albiran complicados en cuanto a logística familiar, cualquier opción es buena: familiares, amigos o canguros. Pero lo más habitual es, cómo no, recurrir a los abuelos. Antonio y Fina explican que les tocará cuidar de sus nietas de seis y siete años. Reclaman que también cierren las empresas para que los padres puedan hacerse cargo de sus hijos. “A los abuelos no se les puede pedir más. Lo hemos hecho todo, de pequeños ayudábamos en casa, nos hemos casado jóvenes, hemos cuidado de los hijos y ahora de los nietos. Y la pregunta es ¿cuándo vamos a descansar?”, se pregunta Antonio. “Cuando te mueras”, responde su mujer. “Pues sí, pero entonces ya no lo disfrutaré”, remata Antonio entre risas.
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