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Un 14% de los españoles ha roto en el último año con amigos o familiares por discusiones políticas

El Atlas de la Polarización revela que tres de cada cinco ciudadanos esquiva esas cuestiones para evitar conflictos

Las discusiones con familiares en Navidades han existido siempre. La polarización es mucho más reciente, pero se está convirtiendo en otra tradición en las salas de estar. Dos de cada cinco españoles presenciaron o participaron en discusiones fuertes de política en la última Nochebuena o Nochevieja. El dato procede de un estudio publicado este lunes que mide la temperatura de la polarización en España y que incluye la dimensión más emocional y más doméstica de ese fenómeno divisivo. También la más peligrosa.

En el último año, un 14% de los españoles ha roto con amigos o familiares por culpa de las peleas por la política. Por tal de evitarlas, tres de cada cinco ya no abordan el tema en una conversación.

Esa separación del entorno inmediato se da también en una versión más sutil: salirse de los grupos de WhatsApp. El Atlas de la polarización en España cifra en el 15% quienes han abandonado en el último año un grupo de la app de mensajería por estar hartos de la gresca. Los votantes de Podemos son quienes más dicen haber cortado relaciones, más se han salido de los grupos y más reconocen haber tenido peleas fuertes este tiempo.

Y no es baladí romper la amistad con quien piensa distinto, porque las personas con redes sociales con mucha gente que apoya al propio partido son, precisamente, las más polarizadas. La palma en rodearse de más personas con opiniones parecidas entre sí —concluye también el trabajo de investigación, basado en 2.500 entrevistas— se la llevan los votantes de Vox. En cambio, quienes aseguran tener más apertura en ese círculo de amistad son los afines a Podemos y a Sumar.

“Hay un bloque Vox y PP, y otro que se concentra en torno a PSOE y Sumar y otros partidos. Entre los votantes de un mismo bloque los sentimientos mutuos son relativamente aceptables, pero los sentimientos hacia el otro bloque se están volviendo negativos”, concluye del estudio su investigador principal, el sociólogo y politólogo Tarek Jaziri Arjona.

Se genera una lógica de ganar como sea, que incluso llega a justificar la eliminación política del adversario
Mariano Torcal, catedrático de Ciencia Política en la Pompeu Fabra

Es un fenómeno distinto al de oponer las ideas propias a las del adversario, que está en la base de la democracia. “La polarización ideológica genera posicionamientos que pueden ser discutidos dentro de la política democrática, con cuestiones como el aborto, el papel del Estado o la intervención pública. Ese tipo de polarización forma parte del funcionamiento normal de las democracias”, explica Mariano Torcal, catedrático de Ciencia Política de la Universitat Pompeu Fabra y uno de los mayores expertos en el fenómeno. Pero aquí estamos hablando ya de otro nivel: cuando la división se vuelve extrema y cala en la esfera más personal. Alertan los académicos consultados que ahí es cuando el problema deja de ser político y empieza a ser social. Lo llaman polarización afectiva, y trasciende los debates porque apela directamente a los vetos. “No entra en un plano valorativo o ideológico en sentido estricto, sino que tiene que ver con la identificación que se genera con un determinado líder o con lo que representa ese líder y su partido en términos sociales”, aclara Torcal.

El vecino ideal es el que piensa como yo

Surge entonces una identificación positiva con el propio grupo y una negativa —una animosidad— hacia quien piensa distinto. “Ya no priman los argumentos, sino los sentimientos, y esos sentimientos tienden a ser irreconciliables con quienes piensan distinto. Se genera una lógica de ganar como sea, que incluso llega a justificar la eliminación política del adversario. Por eso es mucho más peligrosa”, explica Torcal, autor de De votantes a hooligans. La polarización política en España (Catarata, 2023).

Un experimento del que Torcal ha formado parte como investigador es elocuente sobre el peso que está ganando la polarización afectiva. Se expone a unos ciudadanos a que elijan qué perfil de vecino prefieren. “Se observa que los factores más divisivos no son la etnia, la cultura o los hábitos de reciclaje, sino el perfil ideológico y la identificación partidista”, precisa.

“Esto tiene consecuencias sociales profundas. El problema no es solo a quién eliges como vecino, sino que este proceso rompe la cohesión social, aumenta la desconfianza entre grupos y reduce el nivel general de confianza social”, advierte el profesor Torcal. Y las personas más polarizadas afectivamente son menos favorables a que los partidos lleguen a pactos, advierte el Atlas de la polarización, que señala que en España las personas de izquierdas o de centro son más partidarias que las de derechas de que los políticos de posiciones más distintas alcancen consensos.

Hablar de inmigración crispa; de que la sanidad sea sobre todo pública, no

Uno de cada cuatro españoles dice que lo han “atacado” o “fuertemente criticado” por expresar sus opiniones políticas en público en los últimos 12 meses. Y hay temas que hacen saltar la chispa más que otros. El estudio ha preguntado por ellos. El más divisivo de las opciones ofrecidas a los encuestados es la acogida de migrantes en España. El que menos conflicto genera es que la sanidad y la educación sean sobre todo públicas y, detrás, que paguen más impuestos quienes más tienen, apunta el estudio que impulsa la organización no lucrativa More in Common, fundada en 2017, precisamente para luchar contra la polarización.

“Es cierto que en emigración hay división en la sociedad, pero hay una minoría que es muy ruidosa, la de votantes de Vox. El PP no está en posiciones cercanas a Vox en este aspecto”, precisa Jaziri Arjona. Ambas derechas también se distancian entre sí con otros asuntos que entrañan riesgo de riña en la mesa del comedor y en la barra del bar: la igualdad entre hombres y mujeres y el cambio climático. El PP se alinea más con posiciones moderadas. En cambio, “el votante de Vox se sale del consenso que hay entre los de los demás partidos”.

Cuando se pregunta qué agente social tiene más la culpa de polarizar, los encuestados apuntan con el dedo a dos: las redes sociales y los medios de comunicación (contribuyen “algo” o “mucho” para un 68%), seguidos por este orden de Vox, el Gobierno y el PSOE. Los agentes que menos azuzan la polarización son, también por este orden, la Casa Real, las ONG, la Iglesia y los jueces.

La dana unió. Tras la catástrofe se registró el valor más bajo de la percepción de España como país polarizado de los últimos años

Algunos medios de comunicación son indistinguibles de los mensajes hooligans en las redes. María Luengo, profesora del Departamento de Comunicación de la Universidad Carlos III de Madrid, ha estudiado la polarización mediática y apunta a los llamados medios híbridos, nacidos a partir de blogueros o youtubers aunque no solo, con “una intención clara de polarizar” o de aferrarse a un partido frente a todos los demás. En este hiperpartidismo despunta EE UU, el país más internamente enfrentado según los expertos consultados en este reportaje.

Si la polarización ha llegado ya al punto de calar en la esfera más íntima de las personas, ¿hay algo que la frene? La reacción a la dana de Valencia, en la que murieron 230 personas, da una pista sugerente a este respecto.

Antes del trágico 29 de octubre de 2024, los datos mostraban el mayor porcentaje desde 2021 de personas que consideraban que España estaba algo o muy dividida. En cambio, tras la catástrofe, se registró el valor más bajo de esa percepción del país como polarizado. La dana unió.

“Ahí se produce el efecto clásico del Rally ‘round the flag: una reacción de unidad, de envolverse simbólicamente en la bandera", explica Miller. “Tradicionalmente, este recurso lo han utilizado los gobiernos para presentarse como representantes de la unidad nacional en lugar de apostar por la confrontación”.

Pero hay un segundo efecto, “igual de importante”: “Cuando hay temas sustantivos claros sobre la mesa —una catástrofe natural, un gran evento deportivo, un proyecto colectivo real— la polarización queda relegada a un segundo plano”, dice Miller.

Un jarro de fría realidad cae sobre cualquier refriega con bots en X. Esa realidad incontestable despierta la “solidaridad” y la conciencia de “vulnerabilidad”. La profesora Luengo incide en que “ahí aparecen puntos de unión y se activa una lógica distinta, más comunitaria y empática”.

La polarización se agota

Además, la polarización no es un cuerno de la abundancia del que los políticos pueden disfrutar para siempre; cada vez renta menos, tiene techo y se agota: “Es políticamente aprovechable por los partidos, pero no es infinita, tiene rendimientos decrecientes. Al principio, sí, es muy útil: moviliza al electorado propio, define con claridad los ejes de conflicto y ordena el debate político. A medio plazo, en cambio, te hace pequeño”, explica Miller.

Se agota, y ya se está agotando en España, donde los expertos aprecian un desgaste del fenómeno: “La rentabilidad electoral de la polarización ha disminuido. Ni el PP ni el PSOE tienen hoy capacidad real de captar votantes del otro lado”, especifica Torcal. “Seguir insistiendo en esa estrategia es un error; expulsa a los moderados, que dejan de votar”.

A eso se suman dos resultados positivos del estudio. Un 68% de los encuestados ha mantenido una conversación respetuosa con alguien que piensa distinto en el último año. Y las amistades en España todavía son en general variadas, reconocen los votantes de todos los partidos.

La mitad de los españoles opina que la división es tan profunda que el sistema ya no puede abordar los problemas del país

“Esto es importante, porque, por ejemplo, en EE UU cada vez son menos heterogéneas”, destaca Jaziri Arjona. Y un 64% de los estadounidenses considera que ya no hay punto de retorno, que las divisiones políticas son tan profundas que el sistema político ya no puede abordar los problemas del país. En España, el porcentaje es muy alto, pero menor: el 50%. Con todo, “España no ha llegado al punto de EE UU. La situación es tensa, pero no crítica. No estamos en un punto sin retorno”, matiza el autor principal del estudio. Los españoles —dice el Atlas— ven colaboración dentro de cada bloque ideológico, y además querrían más puentes entre ellos.

Si las cenas de Nochebuena y Nochevieja de 2025 terminan en refriega, todavía cabe pedirle a los Reyes Magos algo que no se parece al anuncio de Campofrío de este año. “Se echa en falta una agenda política sustantiva”, añora el sociólogo Miller. “No comparto la idea de que la solución pase simplemente por no polarizar o un vamos a querernos todos. La política es, inevitablemente, competencia”. Así que él apela a más “discusión política y pública”, pero “sobre temas reales, cotidianos, que afectan directamente a la vida de la gente” porque “cuando la política gira en torno a problemas concretos hay menos espacio para el conflicto identitario puro”.

Y si usted ha leído hasta aquí porque le interesa la política, ojo a este otro resultado del estudio, que le atañe: a mayor atención que dedique a la actualidad política, mayor polarización percibirá en España.

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Sobre la firma

José M. Abad Liñán
Es redactor de la sección de España de EL PAÍS. Antes formó parte del Equipo de Datos y de la sección de Ciencia y Tecnología. Estudió periodismo en las universidades de Sevilla y Roskilde (Dinamarca), periodismo científico en el CSIC y humanidades en la Universidad Lumière Lyon-2 (Francia).
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