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De la relación paternofilial con Franco al regalo árabe de 100 millones de dólares: qué cuenta en sus memorias Juan Carlos I

El rey emérito “lamenta amargamente” que la reina Sofía no lo visite en Abu Dabi y admite su “desacuerdo personal” con Letizia

Belén Domínguez Cebrián

Sentimiento de abandono, resignación, nostalgia, explicaciones y algún mea culpa. Juan Carlos de Borbón, rey de España entre 1975 y 2014, está de promoción de sus polémicas memorias en Francia, mientras está de visita en España. El rey emérito ha dado este martes y miércoles entrevistas a varios medios franceses a pocos días de la publicación, el 5 de noviembre, de Reconciliacion, el libro de memorias que lleva años escribiendo en Abu Dabi junto a la escritora Laurence Debray. El rey emérito aterriza este miércoles en Vitoria para luego ir a Lisboa y de ahí a Vigo, desde donde se trasladará, como es habitual, a Sanxenxo para participar en unas regatas.

El revuelo generado por esas entrevistas llega a tres semanas de que el rey Felipe VI celebre el 50º aniversario de la monarquía en España, unos fastos que en La Zarzuela consideran complicados de resolver sin la figura y presencia de Juan Carlos y que han quedado empañados por estos movimientos del que fuera jefe del Estado.

La primera entrevista concedida por el rey emérito a Le Figaro, publicada el martes por la noche, dejó muchos interrogantes sobre asuntos clave de sus casi cuatro décadas de reinado. Algunos empiezan ahora a desvelarse en artículos publicados por publicaciones galas, entre ellas, Le Monde, Point de Vue y Paris Match.

Juan Carlos I cuenta cómo se ve a sí mismo como un hombre que nunca fue dueño de su destino. “Aún hoy debo conformarme con los deseos de la Casa Real y del Gobierno actual. Al final, mi vida ha estado dictada por las exigencias de España y del trono. Di libertad a los españoles instaurando la democracia, pero nunca pude disfrutar de esa libertad para mí mismo. Ahora que mi hijo [el rey felipe VI] me ha dado la espalda por deber, que mis supuestos amigos han desaparecido, me doy cuenta de que nunca he sido libre”, se lamenta en uno de los extractos publicados por Point de Vue.

El rey emérito admite ser “consciente de haber decepcionado” y haber sido víctima de muchas “debilidades” y de “errores de juicio por amor y por amistad”; haber frecuentado “malas compañías” y haber aceptado “regalos que pueden parecer inapropiados a algunos”, explica a Le Monde. El emérito dice saber también que esas confesiones “sin duda reavivarán las críticas” y el ruido hacia la Corona, que La Zarzuela ha estado intentando sofocar desde su abdicación en 2014 y la proclamación de Felipe VI, cuando la imagen de la institución estaba en su peor momento. Un ruido que resuena ahora más alto, con la inesperada visita del rey emérito a España desde su residencia en Abu Dabi, donde se autoexilió en verano de 2020, justo coincidiendo con la publicación en Francia de sus polémicas -y esperadísimas- memorias.

Relación con el Caudillo

Juan Carlos I elogia al dictador Francisco Franco en su libro. A él debe su entronización, ya que fue quien le designó como su sucesor. “Si pude ser Rey, fue gracias a él”, reconoce el emérito. Franco le designó y Juan Carlos I, junto a otras personalidades como Adolfo Suárez ―que venía del Movimiento― trazaron un plan para llevar al país a un sistema de monarquía parlamentaria que empezó en una reforma desde dentro del antiguo régimen a través de la ley para la reforma política y culminó con unas elecciones libres y la aprobación por referéndum de la Constitución. Por aquel entonces, España entraba ya en el club de las democracias occidentales.

El rey emérito revela que, con ya Franco agonizando, le pidió que como sucesor mantuviera la unidad de España. “No me pidió preservar el régimen ni los principios del Movimiento Nacional. Así que tenía las manos libres para emprender reformas mientras no se comprometiera la unidad de España. Sentí que me daba la libertad de actuar”, explica en sus memorias.

El exmonarca cuenta haber mantenido con el dictador “relaciones personales y frecuentes” y admite una cierta simpatía, algo que ha preocupado durante el proceso de edición del libro a un sector de la clase política. “Le respetaba enormemente, apreciaba su inteligencia y su sentido político. (…) Nunca dejé que nadie lo criticara delante de mí”, explica Juan Carlos, según uno de los extractos publicados por la prensa extranjera. Y añade sobre la longevidad del dictador: “Nadie pudo destronarlo, ni siquiera desestabilizarlo, lo cual, durante tanto tiempo, es un logro”. Point de Vue revela cómo Juan Carlos I tenía una relación casi paternofilial con el dictador. “¿Tuve con él una relación filial? Nos separaban 46 años. No tenía hijos [varones]. Quizás proyectó sobre mí un sentimiento paternal. No ocultaba su simpatía hacia mí, incluso cierta ternura. Se tomaba el tiempo de verme con frecuencia”, revela el rey emérito en sus memorias.

El 23-F

Laurence Debray ya reveló en una entrevista con EL PAÍS el pasado verano que los españoles conocerán la versión del rey emérito del 23-F, el fallido golpe de Estado de 1981. En sus memorias, el rey emérito relata “con precisión”, explica Le Figaro, la traición de uno de sus amigos más cercanos, el general Armada. “No hubo un golpe, sino tres golpes. El golpe de Tejero, el de Armada y el de los políticos cercanos al franquismo. Alfonso Armada estuvo 17 años a mi lado. Le quería mucho y me traicionó. Convenció a los generales de que hablaba en mi nombre”.

Juan Carlos I admite que sabía que había cierto descontento en los cuarteles. “Algunos militares llamaban traidores al Gobierno, en especial a Adolfo Suárez (...). Pero no imaginaba un golpe (...) Era una crisis. Yo ya no tenía poder ejecutivo. Solo podía escuchar y advertir. Y entonces ocurrió lo impensable”, explica en referencia a la entrada de los militares en el Congreso de los Diputados. El rey emérito, que era también jefe de las Fuerzas Armadas, grabó un mensaje que legó a los españoles a través de la televisión. “Montaron un estudio de urgencia en mi despacho. Me puse la chaqueta de general, pero no los pantalones, para ir más rápido”.

El rey se quedó pendiente y dando órdenes hasta las 4.30 de la madrugada, cuando los tanques regresaron a los cuarteles. “[Antonio] Tejero seguía atrincherado en el Parlamento. No se rindió hasta el mediodía del 24 de febrero, tras dieciocho horas de asedio”, recuerda.

El “error” del regalo millonario

Uno de los aspectos más escabrosos que aborda en el libro es el del dinero —65 millones de euros— que recibió del rey Abdalá de Arabia Saudí, fallecido en 2015 y al que llama “hermano”. “Un acto de generosidad de una monarquía hacia otra”, lo justifica en una de sus entrevistas. Durante los primeros años de su reinado, Juan Carlos I estrechó relaciones sobre todo con Marruecos y Jordania, pero también con otras monarquías del Golfo, que estaban empezando a despegar como potencias económicas y que el resto de monarquías europeas despreciaban. No así Juan Carlos de Borbón.

El rey emérito admite, según Le Monde, que “100 millones de dólares es una suma considerable”. “Un regalo que no supe rechazar. Un grave error”, confiesa. Con esa donación pretendía cubrir las necesidades de su familia y asegurar su retiro.

Cuando se hizo público el escándalo, en marzo de 2020, Felipe VI anunció que renunciaba a la herencia de su padre y comunicó que un año antes Corinna Larsen, examante del emérito, había enviado una carta a La Zarzuela informándole de que el nombre del actual Rey aparecía junto a los de sus hermanas, las infantas Elena y Cristina, como beneficiarios de esa fundación. La Casa del Rey tomó la decisión de informar al Gobierno y acudir a un notario para rechazar cualquier dinero de estas cuentas.

Los escándalos del Rey emérito, da a entender el libro, comenzaron a forjarse durante los años que gozó de una impunidad total, especialmente en los años noventa, con el esplendor de un grupo de empresarios y banqueros que terminó en la cárcel. El monarca asegura en el libro haber estado “ciego ante un entorno malintencionado” y haber tenido “la debilidad de confiar en hombres de negocios que me fueron presentados y de ceder a lo que hoy percibo como presiones”, hasta encontrarse “en medio de un embrollo financiero” que, según dice, lo “superaba”. Reconoce haberse dejado aconsejar, durante su reinado, por “ciertos empresarios poco escrupulosos” que actuaron en su nombre, “pero sobre todo por su propio beneficio”.

La investigación suiza reveló que Arturo Fasana, gestor de la cuenta del emérito en la banca privada Mirabaud, de Suiza, ingresó el 8 de agosto de 2008 un total de 100 millones de dólares (64,8 millones de euros al cambio de entonces) procedentes del Ministerio de Finanzas de Arabia Saudí. Cuatro años después, el dinero fue transferido por orden del entonces jefe del Estado, Juan Carlos I, a una cuenta en Nassau (Bahamas) del banco Gonet & Cie a nombre de la sociedad instrumental Solare, propiedad de Corinna Larsen. El fiscal ginebrino Yves Bertossa embargó las cuentas de los sospechosos y abrió una causa secreta por blanqueo de capitales contra los implicados en la creación de la estructura y en la recepción del dinero.

Botsuana, principio del fin

La empresaria alemana de origen danés, compañera sentimental del Rey emérito durante una larga temporada, se dio a conocer después de que Juan Carlos I sufriera un percance en una cacería de elefantes en Botsuana mientras en España se estaban sufriendo las consecuencias de la crisis financiera de 2008. “Un viaje lejano y costoso que puede parecer totalmente fuera de lugar con la situación del país”, admite en el libro. Según Le Monde, reconoce que fue un “error” que lamenta “amargamente”.

Tras el accidente sufrido en el país africano, Juan Carlos tuvo que ser operado de urgencia en España. Al salir del hospital, revela en sus memorias, el entonces jefe de la Casa, Rafael Spottorno, y el director de comunicación, Javier Ayuso, le animaron a pedir perdón publicamente. Es el célebre “lo siento mucho, no volverá a ocurrir”. “Sabía que debía hacerlo”, admite Juan Carlos I. “Puede parecer banal, pero en mi caso tuvo un efecto devastador sobre mi reinado y mi vida familiar (...) Ensombreció mi reputación ante los españoles”. Y a partir de ahí, la abdicación en Felipe VI en 2014, una decisión difícil de tomar y que, asegura, su padre, Juan de Borbón, habría desaprobado.

En la primavera de 2019, Juan Carlos I se retiró de la vida pública. En marzo de 2020, Felipe VI renunció a cualquier herencia futura “para preservar la ejemplaridad de la Corona” y retiró a su padre la asignación anual de ex jefe de Estado (algo más de 161.000 euros) aunque dejó que permaneciera como miembro de la Familia Real ―junto a la Reina Sofía, los Reyes, Felipe VI y Letizia Ortiz, la princesa Leonor y la infanta Sofía―, pero sin agenda oficial. “Soy el único español que no cobra pensión después de casi cuarenta años de servicio”, se queja el Rey emérito.

Autoexilio

Añade Juan Carlos I en el libro, según Point de Vue: “No es común que un jefe de Estado (...) decida expatriarse. No me obligaba a ello ninguna guerra, ni tampoco ninguna persecución judicial. Ante la presión de los medios de comunicación y del Gobierno, tras la revelación de la existencia de una cuenta bancaria que yo poseía en Suiza y de acusaciones totalmente infundadas de comisiones, decidí marcharme para no entorpecer el buen funcionamiento de la Corona ni incomodar a mi hijo en el ejercicio de sus funciones como soberano”.

“Nadie lo sabía (...) Pensaba ausentarme solo unas semanas, para hacer que los medios me olvidaran y dejar que la justicia española y la suiza realizaran su trabajo de investigación con serenidad. No imaginaba que, cinco años después —dos de ellos sin haber vuelto a ver mi país—, seguiría en Abu Dabi”, según otro de los extractos publicados.

El rey emérito, además, narra su despedida con Felipe VI: “Mi hijo, cuando supo de mi partida repentina, me llamó. Ya estaba en el avión”.

- “¿A dónde vas, jefe? ¿A Londres?”

Me llaman “jefe” o “patrón”. No creo tener un carácter autoritario, pero sin duda refleja la organización jerárquica de la Casa y la familia reales. Como muestra de respeto, mi hijo me llama así, aunque en la intimidad sigo siendo “papá”.

- “No, a Abu Dabi.”

- “Cuídate.”

El rey emérito dice sentirse abandonado, herido, pero resignado en su retiro en soledad en Abu Dabi y critica la actitud personal, como hijo, no como Rey, que tomó Felipe VI al respecto.

Esposa, hijo y nuera

El exilio autoimpuesto en 2020 ocupa un espacio en la obra. También la deteriorada relación con Felipe VI, al que alaba como Rey pero critica como hijo. “Mi hijo me dio la espalda por deber —escribe Juan Carlos—. Entiendo que, como Rey, mantenga una posición pública firme, pero sufrí (…) al verlo tan insensible”. Le Monde subraya una conversación entre ellos que el emérito evoca. Fue en la Navidad de 2020, “encerrados en el silencio de la incomprensión y del dolor”.

“No puedo contener la emoción cuando pienso en algunos miembros de mi familia para quienes ya no significo nada, y sobre todo en España, que tanto echo de menos. Hay días de abatimiento, de vacío. Vivo sin perspectiva, sin certeza alguna de poder volver a residir en mi país”, extrae de las memorias Point de Vue.

Juan Carlos se acuerda también de su esposa, la reina Sofía, a quien se refiere como “Sofi”. Pero “lamenta amargamente” que no haya ido a verlo a Abu Dabi, como sí lo han hecho en varias ocasiones sus hijas, Elena y Cristina, y la mayoría de sus nietos, a excepción de la princesa Leonor y la infanta Sofía. En cuanto a su nuera, la reina Letizia, cuya llegada “no favoreció la cohesión de las relaciones familiares”, admite la existencia de un “desacuerdo personal”.

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Sobre la firma

Belén Domínguez Cebrián
Cubre Casa Real y Defensa. Pasó 10 años en Internacional cubriendo inmigración y países nórdicos y bálticos. Estuvo en la corresponsalía de Bruselas. Licenciada en Derecho y Políticas (UAM); diplomada en Relaciones Internacionales (Universidad de Kent); Máster de periodismo (UAM/EL PAÍS); y Observadora Electoral (Escuela Diplomática).
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