El lince sale de su ‘zona de confort’ y conquista territorios inéditos para la especie
Castilla-La Mancha apuesta por la expansión de la especie en áreas en las que no constaban registros de su presencia

La recuperación de lince ibérico (Lynx pardinus) sigue sumando hitos con la reintroducción de la especie en áreas, hasta ahora, fuera de su distribución histórica. En las últimas semanas, Castilla-La Mancha ha liberado siete ejemplares en la provincia de Cuenca, culminando la primera fase de un plan de reintroducción que durará varios años y que busca seguir ampliando la zona de expansión de la especie, que en 24 años ha pasado de estar al borde de la extinción a ser catalogada como “vulnerable” gracias al éxito de los programas de conservación. Valença, Ícaro, Veloz, Ventolera, Uraclio, Valla y Viajero ―los nombres de los linces reintroducidos en Cuenca― conforman el quinto núcleo estable de la especie en Castilla-La Mancha tras los de Sierra Morena Oriental y Occidental, Montes de Toledo y Campos de Hellín. La región cuenta con 715 ejemplares, el 35% del censo nacional, aunque las cifras podrían aumentar cuando se tengan los datos de 2024.
La primera zona “lincera” en la provincia de Cuenca se ubica en La Veguilla y Sierra Jarameña, un territorio de 60.000 hectáreas, cerca de Las Pedroñeras, que reúne las características necesarias para su supervivencia: suficiente cobertura vegetal, abundante conejo ―su alimento favorito― y un bajo índice de envenenamientos y atropellos de fauna silvestre, su principal causa de mortandad. De los siete linces liberados, cinco proceden de centros de cría en cautividad y dos ―Ícaro y Uraclio― son ejemplares silvestres (no nacidos en cautividad) que han sido traslocados de los núcleos de población ya consolidados en Toledo y Ciudad Real. Las sueltas se han llevado a cabo tras dos años de trabajo exhaustivo y reuniones con los agentes implicados en el territorio. “Hasta que no hay una aceptación superior al 80 o al 90% no se sigue adelante con la reintroducción”, explica Susana Jara, directora general de Medio Natural y Biodiversidad del Ejecutivo autónomo.

Ayuntamientos, cotos de caza y agricultores son pilares esenciales en el retorno del lince y se trabaja con ellos para desterrar mitos y prejuicios en torno al felino y explicar las ventajas de compatibilizar los usos agrarios y ganaderos con la conservación de una especie que ayuda a mantener a raya la población de otros depredadores. “El lince no tiene ninguna incompatibilidad con ningún uso tradicional y tiene bastante tolerancia a la presencia humana”, señala a EL PAÍS Ramón Pérez de Ayala, experto en lince de WWF, una de las entidades conservacionistas que, junto a CBD-Hábitat, colabora con el Gobierno de Castilla-La Mancha en las sueltas. “Nunca hemos generado poblaciones tan densas de lince como para que generen daños a la agricultura”, defiende Pérez de Ayala, que aclara que el fomento de las poblaciones de conejo se hace sólo donde su baja densidad es, precisamente, el factor limitante para el éxito del felino.
La otra pieza clave son las fincas privadas en las que se realizan las sueltas. “Siempre es una satisfacción participar en la recuperación de una especie que, además, no genera ningún tipo de conflicto”, argumenta José Antonio Peche, director de la finca de Cuenca en la que se han llevado a cabo las sueltas, algunas directamente al medio natural y otras ―las llamadas sueltas blandas― tras un periodo de aclimatación en un cercado natural. La finca tiene 2.400 hectáreas y es la segunda que sus titulares ceden, tras una primera experiencia en Toledo, al proyecto Life Lynxconnect para estas iniciativas. No hay ningún tipo de contraprestación, cuenta Peche. “Se trata de hacer compatible la producción agraria y ganadera que desarrollamos en nuestras fincas con la conservación del medio ambiente y al patrimonio natural y que estas cosas se hagan contando con los propietarios y gestores de las fincas y no de espalda a ellos”.

Conectar a las poblaciones
La reintroducción de lince en Cuenca, donde su presencia no estaba documentada, o en zonas septentrionales como Palencia, garantiza nuevas áreas fuera de las zonas históricamente “linceras” y permite crear “refugios climáticos” para el felino, al constatar cómo el aumento de las temperaturas está diezmando la población de conejo en el sur peninsular. Según WWF, la especie necesita ocho nuevas zonas de reintroducción y 750 hembras reproductoras para dejar de estar en peligro. Se han creado cinco y harían falta tres más, y después seguir avanzando en los llamados stepping stones, los corredores que conectan las poblaciones ya consolidadas. Aunque la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha rebajado sobre el papel su grado de vulnerabilidad, tanto el Ministerio para la Transición Ecológica como el Gobierno autónomo, siguen considerando al lince “en peligro de extinción”.
Según los últimos datos oficiales, la población en España del que era uno de los felinos más amenazados del planeta superaba el año pasado los 2.000 ejemplares. “Es un caso de éxito mundial. Creo que es la única especie que gracias a los trabajos de conservación ha rebajado dos categorías de amenaza”, recuerda Pérez de Ayala. En esa vigorosa recuperación, Castilla-La Mancha seguirá teniendo un papel determinante. Con la nueva zona de asentamiento estable de Cuenca, y la que se prepara en la ZEPA de la Sierra de Altomira, en el sur de la provincia de Guadalajara, donde ya se están llevando a cabo los primeros estudios de viabilidad, el lince estará presente en las cinco provincias de la región, que ya cuenta con más de 400 ejemplares nacidos en libertad. “Castilla-La Mancha tiene unas cifras incontestables. Estamos cerrando el censo de 2024 y promete ser también bastante contundente en cuanto a las cifras”, afirma Jara.
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