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Una escuela para mantener viva la memoria de Ucrania en Murcia

150 menores ucranios se forman con el currículum oficial de su país a través de un proyecto que es también un punto de encuentro y convivencia para las familias

Familias Ucranias en el interior de un aula donde se imparten clases durante cada sábado del mes. Aparte de clases de castellano realizan talleres como baile ucranio tradicional.
Familias Ucranias en el interior de un aula donde se imparten clases durante cada sábado del mes. Aparte de clases de castellano realizan talleres como baile ucranio tradicional.Alfonso Durán
Virginia Vadillo

Es sábado por la mañana, pero las aulas del instituto El Carmen, de Murcia, bullen de actividad. A las 9 en punto, 153 alumnos toman asiento repartidos en 12 grupos, uno por curso desde primero de primaria a segundo de bachillerato. Estarán allí hasta las dos de la tarde recibiendo clases de lengua y literatura, historia, geografía, biología o matemáticas. Pero los contenidos no serán los mismos que reciben el resto de alumnos murcianos. Ellos siguen el currículum del sistema educativo ucranio con el objetivo de no olvidar su lengua ni sus raíces y de, tal vez, un día, retomar la formación universitaria en su país de origen.

El proyecto, explica a EL PAÍS Natalia Kontsur, directora de esta particular escuela, forma parte de un programa del Ministerio de Educación de Ucrania, denominado “Escuela Internacional de Ucrania”, que se puso en marcha hace casi dos décadas para facilitar que los niños y jóvenes ucranios residentes en países europeos pudieran acceder a la titulación oficial de su país y continuar en él sus estudios universitarios. Los estudiantes siguen el currículum oficial de Ucrania y son evaluados desde Kiev. Los que pasan las pruebas, reciben los títulos oficiales de primaria, secundaria y bachillerato de manera que podrían, si así lo quisieran, ingresar en la universidad sin tener que hacer ninguna prueba extra o convalidación.

Lina Vzheshch y su hija Anna de 5 años. El marido de Lina falleció hace dos años en el frente. Ella es una de las profesoras que imparte clases a los niños ucranios refugiados.
Lina Vzheshch y su hija Anna de 5 años. El marido de Lina falleció hace dos años en el frente. Ella es una de las profesoras que imparte clases a los niños ucranios refugiados.Alfonso Durán

La escuela internacional está implantada en países como Francia, Italia, Grecia o España, donde hay una decena de estos colegios. El de Murcia es uno de los más antiguos del país: cumple 16 años este 2025 y, desde el comienzo de la guerra, en febrero de 2022, sus alumnos se han multiplicado de manera exponencial. De los 20 alumnos que había en 2009, pasaron a ser 230 en los meses inmediatamente posteriores a la invasión rusa, en marzo, abril y mayo de 2022. En la Región de Murcia hay censados unos 14.000 ciudadanos ucranios, una cifra que prácticamente se ha duplicado en estos años (eran unos 8.000 antes del conflicto). El volumen de alumnos se ha estabilizado ahora en torno a los 150 estudiantes de entre 5 y 17 años. “Las familias los traen no solo por el aspecto académico. Muchos encuentran aquí un refugio, un espacio donde tener presente su país y su cultura. Muchos vienen buscando un trozo de Ucrania en Murcia”, resume Kontsur, ya que, además de las materias obligatorias, en la escuela se imparten clases de danza y música tradicionales, se celebran las fiestas más representativas del país, se estudia su gastronomía y su folklore.

Kontsur llegó a Murcia en el año 2000 junto con su marido a través de un amigo de la familia en busca de una vida mejor. Tuvo dos hijos ―que hoy tienen 14 y 21 años― y fue una de las impulsoras de esta escuela, que gestiona la Asociación Nueva Generación, que es la que selecciona al profesorado: docentes ucranios residentes en Murcia y que, en muchas ocasiones, encuentran en la escuela una primera vía de acceder a un empleo, una tarea que no siempre es fácil por la barrera del idioma.

Es lo que le ocurrió a Lina Vzheshch, que llegó a Murcia hace un año con su hija Anna, de cinco. Su marido fue uno de los muchos civiles que decidió alistarse al ejército ucranio cuando estalló la guerra, y ella permaneció en su ciudad, Vinnitsa, a unos 260 kilómetros al suroeste de Kiev, envuelta en una vorágine constante de idas y venidas a los refugios cada vez que sonaban las sirenas, hasta que recibió la fatal noticia de que su marido había fallecido. “Necesitaba cambiar”, resume para explicar cómo salió del país con su hija. Una amiga le consiguió alojamiento en Murcia, donde está estudiando español con el objetivo de volver a trabajar como maestra, no solo en el colegio ucranio, sino en uno local. “En Navidades hemos echado mucho de menos estar en Ucrania, pero nuestra idea es quedarnos aquí. Aquí mi hija está segura, su nuevo colegio le parece el mejor colegio del mundo”, explica, y pide a los países europeos “no olvidar a Ucrania, a sus militares, a sus voluntarios y a su población civil”.

Olena Zabihailo posa con su hija Anastasia de 8 años en el IES El Carmen de Murcia.
Olena Zabihailo posa con su hija Anastasia de 8 años en el IES El Carmen de Murcia.Alfonso Durán

La seguridad para los hijos es lo que ha impulsado a la mayoría de familias que pasan por el colegio ucranio en Murcia a abandonar su país y a no plantearse volver. “Con la guerra, todo se puso patas arriba. La vida me parece diferente ahora, mis valores han cambiado por completo, mis prioridades han cambiado y solo son poder dar una buena vida a mis hijos”, explica Valeria Chernukha, que abandonó su ciudad, Dnipró, muy cerca de la frontera con Rusia, el 26 de febrero de 2022, solo dos días después de estallar el conflicto. Ahí inició un largo periplo que la ha llevado a residir en Alemania, Rumanía y diferentes ciudades de España hasta llegar a Murcia hace un mes con su hijo Marc, de 6 años, y su hija Mariana, de tres, que apenas tenía nueve meses cuando emprendieron la huida. Sin empleo, Chernukha recuerda que regentaba un restaurante en su país, donde todavía viven su madre y sus suegros. “Ellos no quieren irse, no se irán de allí. Muchos adultos deciden permanecer, pero con niños pequeños es muy complicado seguir”, apunta. Es un pensamiento generalizado: Yana Zenliana sitió lo mismo el primer día de la guerra, cuando comenzaron los bombardeos sobre Kiev. “Miré el puente que cruza el río Dnieper y pensé que si esperábamos un solo día, ya no podríamos cruzar. En una hora hice la maleta: medicinas, un par de trajes, ropa para mi hija. Ya no pude sacar dinero. Y nos fuimos hacia la frontera, sin un destino claro”, relata junto a su hija Mia, de cinco años. Al preguntarle sobre su futuro, no tarda ni un segundo en responder que su intención es volver a su país. “Estamos bien, pero vamos a volver. Nadie sabe cuándo, pero volveremos”, insiste rotunda.

Y es que, a pesar de la seguridad que estos refugiados pueden hallar en el extranjero, la adaptación no siempre es fácil, como cuenta Olena Zabihailo, que no puede evitar romper a llorar al hablar de su hijo Denys, de 17 años, a quien lleva dos años sin ver, puesto que el adolescente decidió abandonar España e instalarse en Polonia, muy cerca de su ciudad natal, en la frontera con ese país. Zabihailo salió de Ucrania a principios de marzo de 2022 con Denys, que tenía entonces 14 años, y con su hermana Anastasia, que tenía 5. Tras un breve paso por Polonia, donde reside el padre de los niños, se trasladaron a Murcia, pero el chico nunca llegó a adaptarse. Recuerda aquella como una época “de mucho sufrimiento” que acabó con la marcha del menor. “A veces quedarse resulta más duro que volver”, explica, aunque considera que en su país “no hay futuro”, no solo por la situación de guerra, sino también por el enorme éxodo que ha dejado a las ciudades con una población envejecida con la que será difícil reconstruir el país. La pequeña Anastasia, que ahora tiene ocho años, habla un perfecto español y está totalmente adaptada en Murcia, interviene en la conversación para dejar claro que ella sí volverá a Ucrania, que quiere ver a su hermano, a su padre, a sus abuelos. Mientras llega ese día, el colegio ucranio del instituto El Carmen sigue siendo su cadena de unión con el lenguaje, las tradiciones y las costumbres de ese país que, a pesar de su corta edad, no ha borrado de sus recuerdos.

Valeria Chernukha con su hijo Marc de 6 años y su hija Mariana de 3. En el interior de un aula.
Valeria Chernukha con su hijo Marc de 6 años y su hija Mariana de 3. En el interior de un aula.Alfonso Durán

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Sobre la firma

Virginia Vadillo
Es la corresponsal de EL PAÍS en la Región de Murcia, donde escribe sobre la actualidad política, social y medioambiental desde 2017. También trabaja con la Agencia EFE en esa comunidad autónoma. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo de Agencias por la Universidad Rey Juan Carlos.
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