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Málaga no consigue salir de la emergencia por la sequía

La capital y la Axarquía afrontan un 2025 con más reservas, pero tanto el turismo como el campo continúan pendientes del cielo, mientras la Junta acomete obras y recupera pozos para garantizar el suministro

Vista general del embalse del Guadalteba, y un pastor con sus ovejas.
Vista general del embalse del Guadalteba, y un pastor con sus ovejas.García-Santos (El País)
Nacho Sánchez

Hace justo un año Málaga tenía tanta escasez de agua que la única posibilidad a corto plazo era traerla en barcos. La capital y la comarca de la Axarquía apenas tenían reservas para unos meses y una quincena de municipios sufrían cortes diarios. Las administraciones negociaban con las navieras y preparaban las instalaciones portuarias para el abastecimiento marítimo, que se veía como la única posibilidad con garantías. Hoy parece un mal sueño. Las lluvias primero en Semana Santa y después este otoño por partida doble han permitido una recuperación de los embalses que, aunque leve, permite mirar el futuro con cierto optimismo. No demasiado. “El cambio climático está mostrando la situación de escasez de este recurso y hay que ahorrar, gestionar y ser muy prudentes: no sabemos cuándo volverá a llover”, advierte Ramiro Angulo, Secretario General de Aguas de la Junta de Andalucía.

Hace ya una década desde que arrancó una sequía que ha dejado exhaustos a los pantanos malagueños, pero también a los acuíferos de la provincia. Desde 2015, todos los años salvo 2018 ha llovido por debajo de la media y las temperaturas son más altas de lo normal, según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). El cóctel se ha agravado en el último lustro y los efectos se han dejado sentir en todos los sectores: la población ha sufrido interrupciones del suministro, el campo no puede apenas regar con agua embalsada y el turismo se ha temido lo peor, porque sin agua en hoteles o piscinas es difícil atraer a visitantes. La situación era tan drástica que aquellos barcos eran la única solución hasta que las lluvias de Semana Santa dieron un respiro a todos. Salvaron los cultivos, facilitaron el verano turístico y dieron tiempo a las administraciones para acometer nuevas infraestructuras que garanticen el futuro. Las danas de octubre y noviembre fueron torrenciales, causando la muerte de una persona y múltiples daños materiales, pero también ayudaron a mejorar las reservas. La Junta flexibilizó después las medidas de ahorro, permitiendo un consumo máximo de hasta 200 litros en toda la provincia salvo la costa occidental, donde se puede llegar a 225.

Hoy los embalses malagueños acumulan 169 hectómetros cúbicos, cuando hace un año eran 98. “Digamos que han pasado de la UCI a planta, pero la situación sigue siendo muy preocupante”, explica Jesús Vargas, profesor del departamento de Geografía de la Universidad de Málaga y portavoz del Observatorio Ciudadano de la Sequía. “Es imperativo no caer en el error de pensar que la situación está resuelta y que podemos utilizar el agua sin consecuencias en los hogares, pero sobre todo por parte de los sectores económicos. No hay que olvidar que son, con mucha diferencia, los grandes consumidores de agua”, indica, mirando hacia el campo o el turismo. Y pide a las administraciones que el verano empiece a gestionarse “desde ya” para “no tener que recurrir a medidas improvisadas”. ”El ahorro es esencial. Ojalá no tengamos que repetir aquella negociación para traer barcos con agua”, insiste Jorge Martín, presidente de la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Oriental, justo la comarca que más sufre la sequía y permanece en situación de emergencia.

Adiós a los cortes

Allí, el embalse de La Viñuela —el más grande de Málaga con una capacidad de 164 hectómetros cúbicos— guarda ahora 35,8 hectómetros, prácticamente el triple que hace un año cuando, moribundo, apenas tenía 12. Esas reservas —y la adecuación de los pozos del río Chíllar— permiten afrontar el año con cierto optimismo. De hecho, los 80.000 habitantes de Vélez-Málaga que han sufrido cortes de suministro nocturnos durante año y medio ya dejaron de sufrirlos hace unas semanas, como la mayoría de municipios de la zona. “Eran un fastidio para los vecinos, la hostelería y el turismo”, reconocen fuentes del ayuntamiento veleño, donde han realizado un ingente trabajo tanto de sensibilización entre la población como de reparación de tuberías, por las que se llegaba a perder un 30% del suministro.

El campo también mira de otra manera al cielo, pero sigue pendiente de él. Tras años de prohibiciones, los regantes ya pudieron usar en 2024 tres hectómetros de La Viñuela para alimentar sus cultivos. Y se espera que este año puedan también hacerlo, según la Junta de Andalucía. La mezclan con el agua regenerada que las distintas depuradoras de la costa y, así, han conseguido salvar aguacates y mangos. Las cosechas no han sido buenas, pero mantienen viva a la base de la economía local junto al turismo. “Embalse, aguas regeneradas, balsas y las lluvias que han ido cayendo están haciendo el apaño”, añade Jorge Martín. Eso sí, desde Ecologistas en Acción piden repensar la situación en el campo. “La inercia sigue: se plantan más aguacates y hará falta más agua, que no es infinita”, destaca Rafael Yus, su portavoz local. “Lo que sí podemos decir es que lo peor para los agricultores ya ha pasado”, subraya por su parte Ramiro Angulo, Secretario General de Aguas de la Junta de Andalucía, que confía en que la desaladora prometida por el Gobierno central en la Axarquía avance con rapidez y que el proyecto se presente en febrero —como aseguró el Ministerio de Transición Ecológica— para continuar pronto con los trámites ambientales.

El responsable andaluz destaca también la situación crítica de la capital malagueña y su entorno. Disponen de cinco embalses para el abastecimiento, que acumulan unos 96 hectómetros (el año pasado eran 74) que garantizan el suministro alrededor de dos años. “Esta es la zona que menos ha mejorado en los últimos meses, por eso continúa también en emergencia”, indica Angulo, quien destaca que las obras realizadas por la Junta de Andalucía para rehabilitar pozos tanto en el Bajo Guadalhorce como en las zonas de Fahala y Aljaima permitirán disponer de unos 30 hectómetros anuales más tras su tratamiento en la desalobradora de El Atabal, que ha sido ampliada. Para mejorar la situación a futuro, también se ha duplicado la estación de bombeo de La Rosaleda, que permite llevar agua desde Málaga a la Axarquía y viceversa. Y ya se planea a largo plazo una nueva prensa en Cerro Blanco que, además, evitaría inundaciones. Mientras, el ayuntamiento acomete medidas como la bajada de presión en las tuberías para ahorrar, sobre todo porque permite la reducción de fugas.

La zona con mejor situación es la Costa del Sol occidental, donde el pantano de La Concepción está al 66% de su capacidad con 38 hectómetros embalsados, frente a los 13 del año pasado a estas alturas. “El problema es que se vacía muy rápido porque es una presa muy pequeña”, dice Angulo. Para evitar sustos futuros, la desaladora de Marbella ha sido ampliada y, en dos meses, se espera que esté lista para producir hasta 20 hectómetros anuales. Ello da cierto optimismo a la zona. Tanto a su población como al potente sector turístico —que ha generado 21.200 millones de euros en 2024, el mejor dato de su historia— que siempre ha presionado para evitar prohibiciones como el llenado de piscinas, medidas que la Junta de Andalucía impulsó el año pasado y luego rectificó. “Este año, de momento, se afrontará con una mejor situación”, apunta Angulo, que no pone fecha a la próxima reunión del Comité de Sequía. “Se hará cuando hay que tomar nuevas decisiones”, concluye.

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