¿Es Puigdemont un kamikaze?
Se mire como se mire, resulta difícil adivinar qué ganaría Junts derribando el Gobierno
Supongamos que Pedro Sánchez acepta el órdago de Carles Puigdemont y se somete a una cuestión de confianza. Supongamos que el partido del expresident une sus votos a los de la derecha y provoca el fin de la legislatura y la caída del Gobierno. Supongamos que las elecciones subsiguientes arrojan el resultado más verosímil a la luz de todas las encuestas que no se rigen por el método de adivinación de Tezanos: triunfo de Alberto Núñez Feijóo y mayoría absoluta entre PP y Vox. Para el PSOE y el conjunto de la izquierda resultaría un desastre. Desalojados del poder, se abocarían seguramente a una cruda batalla interna.
¿Y para Junts? Hay que hacer un notabilísimo ejercicio de imaginación para especular sobre los beneficios que el partido de Puigdemont pudiera extraer de tal maniobra.
Los que llevan algún tiempo elucubrando sobre una hipotética entente entre PP y Junts argumentan que, desde el Gobierno, los populares estarían en disposición de desbrozar el camino a fin de que la justicia aplicase la amnistía al expresident. Tendría que producirse entonces un giro radical en las posiciones no solo de Feijóo, sino del mismo Tribunal Supremo. Si ya todo eso suena descabellado, agréguese la necesidad de que Vox —hoy por hoy imprescindible en cualquier escenario de gobierno de la derecha— prestase su aquiescencia a semejante operación. Lo realista es pensar lo contrario: que las opciones de regreso de Puigdemont mermarían claramente sin una Fiscalía y una Abogacía del Estado como las actuales, favorables a la amnistía.
Al abrir la puerta a un Ejecutivo de Feijóo y Abascal, Junts estaría entregando además la mejor arma —y tal vez la única— de que dispone: la privilegiada posición de sus siete diputados en el Congreso. Aun dando por hecho —y ya es mucho dar— que el electorado los premiase por cargarse a Sánchez, uno, dos o tres diputados más en Madrid carecerían de cualquier valor. Junts pasaría a ser tan irrelevante como lo fue en la anterior legislatura en la que el Gobierno no necesitaba sus votos. Y, fuera de su posición de árbitro en Madrid, los mayores bastiones de poder institucional de Junts son el Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès y la Diputación Provincial de Girona.
Supongamos que Puigdemont considere que con Feijóo en La Moncloa la espuma del independentismo volvería a subir, como siempre con la derecha en el poder, y alimentaría las esperanzas de resucitar el procés. ¿Desde qué palanca institucional podría activarse algo así sin mayoría independentista en el Parlament y con los socialistas al frente de la Generalitat?
A menudo se retrata a Sánchez como un rehén de Puigdemont, cuando la relación se asemeja mucho más a la del dilema del prisionero: encadenados ante el mismo adversario, o se salvan juntos o perecen juntos. Claro que Puigdemont puede matar a Sánchez. Al precio de inmolarse con él.
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