Sánchez controla al PSOE para afianzar las opciones de Illa ante la votación en ERC
Varios barones exigen garantías de que no se tocará la solidaridad y transmiten muchas dudas
El fin bien vale los medios. Con esta idea, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su equipo de máxima confianza están tratando de controlar las dudas internas que se vislumbran en el PSOE ante un cambio radical de modelo de financiación que surge del pacto con ERC para investir a Salvador Illa. El fin, en este caso, es la propia investidura, con el valor político que tiene el hecho de que, siete años después del procés, un grupo independentista, con un líder como Oriol Junqueras que pasó cuatro años en la cárcel y una secretaria general y principal negociadora como Marta Rovira, que ha estado siete años viviendo en Suiza para escapar de la justicia española y evitar la prisión, vaya a apoyar la investidura del socialista, un político que, como Sánchez, apoyó en 2017 la aplicación del artículo 155 de la Constitución que destituyó a todo el Gobierno catalán. Los medios en este caso suponen la cesión de una especie de concierto económico.
En público, Sánchez presume de tener al partido absolutamente controlado: en la rueda de prensa de balance recordó que en la Ejecutiva casi hubo unanimidad a favor del pacto, con una sola abstención del representante de Castilla-La Mancha. Incluso se burló de Emiliano García Page, el más duro contra el acuerdo porque cree que rompe el principio de solidaridad entre autonomías que los socialistas siempre han defendido. En privado, el tono de la dirección es más contenido y en estas horas varios dirigentes, en especial el propio Salvador Illa, están haciendo muchas llamadas para tranquilizar a los líderes territoriales.
A todos les dan garantías de que la solidaridad, el principio básico que sí podría romper el PSOE si se perdiera, está garantizada y de hecho está escrito así en el pacto con ERC. Además, les insisten en un dato que Sánchez ha repetido varias veces en los últimos dos días: nunca las autonomías tuvieron tanto dinero disponible como ahora para políticas sociales, para servicios públicos. 300.000 millones de euros más que en los siete años de Mariano Rajoy. A todos les dicen también que vale la pena arriesgar con este acuerdo para intentar resolver el problema catalán y para abrir paso a un modelo federal real en el que las autonomías no solo gastan, sino también ingresan y se hacen corresponsables del cobro de impuestos. “El PSOE siempre gana cuando es valiente”, resume un miembro del Gobierno, que cree que algunos líderes territoriales no entienden que un salto como lograr que los independentistas hagan president a Illa no se puede hacer sin algo potente a cambio.
A pesar de esta pedagogía que están haciendo en la cúpula, y de que el presidente está pidiendo tiempo a los suyos ―sobre todo porque no habrá ninguna explicación de los detalles del acuerdo hasta que no voten las bases de ERC y hable Illa el sábado― algunos barones transmiten su inquietud en goteo. Especialmente duro fue el líder en Castilla y León, Luis Tudanca. Dijo que él no va “a tolerar ni a defender que haya un sistema singular que perjudique los intereses” de su autonomía. “No podemos coser la unidad territorial de este país por un lado, descosiéndola por el otro”, aseguró. El madrileño Juan Lobato también se distanció. Él cree que este pacto “no es el ideal” y defiende un modelo de “cohesión, proyecto común y de igualdad” acorde con “los valores socialistas”. Aún no ha hablado el líder asturiano, Adrián Barbón, pero su vicepresidenta, Gimena Llamedo, insistió en defender la solidaridad y la multilateralidad.
Aun así, todos son prudentes y quieren esperar a ver el detalle y las explicaciones, y otros, como la presidenta de Navarra, María Chivite, que tiene su propio concierto en su comunidad, expresaron su respeto por el nuevo modelo pactado con ERC. También lo apoyaron los líderes territoriales que son ministros: la valenciana Diana Morant y el canario Ángel Víctor Torres. El gallego José Ramón Gómez Besteiro sostuvo que el acuerdo respeta los principios de “igualdad y solidaridad”, aunque, como otros, reclamó una financiación singular también para Galicia. Y esto será clave en los próximos meses: cómo extender el acuerdo a otras autonomías.
Lo más delicado es la garantía de la solidaridad, que Sánchez insiste en que está fuera de dudas. El andaluz Juan Espadas también expresó recelo, pero cree que este acuerdo puede abrir una oportunidad para una reforma completa del sistema de financiación, que lleva 10 años de retraso y que pueda avanzar en la federalización, pero en la que todos ganen. Esto sería posible en este momento porque hay mucho dinero encima de la mesa. No es una época de vacas flacas, como la de 2014, cuando caducó el modelo anterior y Rajoy, aun con mayoría absoluta, decidió postergar la reforma.
Controlado relativamente el debate interno en el PSOE, y con la confianza de que la investidura del líder socialista acabará por despejar todas las dudas internas porque será él quien tendrá que gestionar todo el cambio de modelo y quien representará a Cataluña en todas las reuniones multilaterales o las citas con los distintos barones, Sánchez y los suyos contienen la respiración ante la votación de ERC el viernes. Un resultado negativo haría inútiles los esfuerzos y el desgaste político de un salto como el que se ha dado esta semana al apuntar hacia el concierto catalán. Por eso, Sánchez esquiva todas las preguntas de la prensa que le piden concreciones sobre el acuerdo alcanzado con ERC, y en realidad casi todas las demás también. Todo está parado a la espera de la votación, y ese es el motivo de que el presidente se deshaga en elogios a los republicanos y de su papel en las tres legislaturas en las que él ha gobernado, aunque ha habido muchos momentos de tensión entre ambos partidos.
En La Moncloa, en teoría, la temporada terminaba con la comparecencia de Sánchez de este miércoles. Ya no hay más actividad prevista hasta el Consejo de Ministros del 27 de agosto. Pero hasta que no voten las bases de ERC el viernes, la tensión será máxima en la cúpula del Gobierno. Las vacaciones de algunos tendrán que esperar hasta ese momento. Si el resultado es positivo, Sánchez habrá logrado en pocos meses dos investiduras aparentemente imposibles: la suya y la de Illa. En una tuvo que ceder con la amnistía y en otra con el concierto. Pero en La Moncloa insisten: lo importante no es el coste del momento, sino el resultado a medio plazo. Y por eso piden tiempo y calma a los suyos, que no pueden ocultar su inquietud.
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