Begoña Gómez, fortaleza y talón de Aquiles del presidente
La esposa de Sánchez ha sido una figura clave en su carrera, la única persona que ha hecho a su lado todo el recorrido político con el que se ha construido la leyenda de Ave Fénix
El 1 de junio de 2018, justo después de que el Congreso de los Diputados aprobara la moción de censura que le convirtió en presidente del Gobierno, Pedro Sánchez acudió a algunos asesores y veteranos socialistas para recibir unas nociones de urgencia sobre qué tiene que hacer un presidente para empezar a serlo. En esas conversaciones, ese primer día, todavía sin haber llegado a La Moncloa y cambiar el famoso colchón, ya surgió una pregunta inevitable: ¿A qué se dedica Begoña Gómez?
Casi seis años después, Pedro Sánchez medita su dimisión como consecuencia de lo que considera que es una cacería contra su esposa, una figura sin la que no se entiende su trayectoria política ni la leyenda de Ave Fénix que le acompaña desde que se enfrentó a todos los poderes del PSOE en el otoño de 2016 y se impuso a Susana Díaz en las primarias a cara de perro de mayo de 2017. “Hablo mucho con Begoña sobre cómo veremos todo esto cuando seamos viejos”, comentaba el líder socialista uno de esos días de extrema debilidad en el PSOE, cuando no sabía cuál sería su siguiente batalla para seguir al frente del partido.
La narración que Sánchez ha hecho en estos años de su periplo político y personal ha sido un permanente “Begoña y yo”. Así puede leerse en los libros Manual de Resistencia y Tierra Firme y así lo ha trasladado en multitud de conversaciones públicas y privadas. Su esposa ha formado parte de todas las decisiones que han marcado su carrera. Estaba la primera vez que Sánchez se encerró, cuando un puñado de fieles socialistas (José Luis Ábalos, Adriana Lastra, Santos Cerdán, Susana Sumelzo o Rafael Román) iban al domicilio de la pareja para convencerle de que tenía que volver a pelear por el liderazgo del PSOE. Lo contó él mismo en su primer libro: “En ese momento hay dos personas cuyas opiniones son cruciales para mí. La primera es Begoña. Siempre me dijo que debía presentarme y su apoyo fue enorme porque esos meses fue ella quien sustentó a la familia”.
Sánchez y Gómez han sido un equipo desde el principio, en la intimidad y debajo de los focos, con una presencia pública de la esposa del presidente que ha sido motivo de controversia incluso antes de que llegaran a La Moncloa. Muchos socialistas no entendieron que un speaker arrancara un acto de presentación de las listas del PSOE al grito de “¡Recibamos a Begoña Gómez y al próximo presidente del Gobierno!”. En esa primera campaña electoral de Sánchez, en 2015, chirrió a más de uno que acompañara al candidato a los debates o hiciera declaraciones a los medios y, ya instalados en La Moncloa, hubo quienes nunca encajaron que ejerciera como una suerte de primera dama (un papel que no existe en España). En el segundo mandato, con Unidas Podemos ya dentro del Ejecutivo, rebajó mucho su protagonismo en la agenda institucional y los viajes internacionales; pero Begoña Gómez siempre estuvo.
Ha causado mucha sorpresa que Sánchez se declare en su carta a la ciudadanía como un hombre “profundamente enamorado”. Esa reivindicación pública de su matrimonio choca con el perfil de hombre de hielo que se ha ganado a fuerza de ir dejándose por el camino a quienes también estuvieron a su lado en los momentos más duros. El Sánchez que “no hace prisioneros” y que “no se desgasta porque no sufre”, según el relato de algunos de quienes fueron sus colaboradores, exhibe en la carta una cara desconocida. Quienes más le han tratado aseguran que Begoña Gómez es “su talón de Aquiles”, precisamente, porque ella es la única persona que ha hecho a su lado todo su recorrido político y vital. Y por eso un ministro de su núcleo duro confiesa su absoluta incertidumbre: “No tengo ni idea de qué va a hacer. Le han tocado en lo que más le duele”.
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