La base de Cerro Muriano donde se ahogaron dos soldados tiene embarcaciones almacenadas y sin uso
El ejercicio de cruzar el embalse se hizo en anteriores ocasiones con el apoyo de un pelotón náutico o solo por la zona donde se hace pie
La Brigada Guzmán el Bueno X del Ejército, en cuya base de Cerro Muriano (Córdoba) se ahogaron el pasado 21 de diciembre el cabo Miguel Ángel Jiménez Andújar y el soldado Carlos León Rico cuando realizaban un ejercicio de cruce de curso de agua, dispone de equipamiento náutico. En concreto, dos embarcaciones zódiac a motor, una zódiac sin motor, un bote inflable y vestuario y equipos de buceo (trajes isotérmicos, guantes, mochilas, calcetines, botas, tubos, gafas, aletas, chalecos, bañadores, relojes, linternas e indicador de presión). Todo este material está almacenado en el batallón de zapadores de la unidad, pero no se utilizó el día de la tragedia por razones burocráticas.
Un informe remitido al Juzgado Togado Militar de Sevilla, que investiga el caso, por el Cuartel General de la Brigada X explica que para poder emplear estos equipos es preciso contar con la correspondiente capacitación y el Regimiento de Infantería La Reina Número 2, al que pertenecían los dos fallecidos, no dispone de ella. En ese caso, explica, hay que solicitar el apoyo del Pelotón de Buceo y Navegación del batallón de zapadores.
Es lo que hizo, entre otros, el jefe de la Sección de Reconocimiento del Batallón Lepanto que, en 2019, cruzó el embalse por el mismo lugar en el que se ahogaron los soldados cuatro años después. Entonces contó con el apoyo de los zapadores que, previamente, realizaron un reconocimiento de la laguna y, durante el desarrollo del ejercicio, desplegaron embarcaciones y buceadores. El trayecto de vuelta lo realizaron los soldados a bordo de los botes.
En junio de 2021, el mismo oficial tuvo que volver a realizar el cruce del pantano y pidió de nuevo el apoyo de los zapadores, pero esta vez le dijeron que no podía contar con él. Lo que hizo el ya capitán, según ha declarado a los instructores del caso, es cambiar el diseño del ejercicio: sus soldados ya no cruzarían por el centro de la laguna artificial, con más de dos metros de profundidad, sino por un lateral, donde el agua no sobrepasa la altura del pecho.
Según explica el informe del Cuartel General de la brigada, en 2020 el Estado Mayor del Ejército decidió desactivar el pelotón de buceo, razón por la cual, “aunque el material [náutico] no ha sido retirado”, en la práctica no se utiliza.
El pasado 21 de diciembre, el capitán al mando de la compañía de los dos fallecidos no solo decidió cruzar por el lugar más profundo, donde no se hace pie, pese a no contar con el apoyo de embarcaciones y buzos, sino que desatendió las señales que advertían de la peligrosidad del ejercicio. De hecho, el accidente se produjo al segundo intento por atravesar el embalse. Cuando los componentes del primer pelotón habían recorrido solo unos metros dentro del agua, turbia y fría, uno de los soldados empezó a hundirse y perdió su fusil, por lo que varios militares se lanzaron a bucear hasta recuperarlo. Una vez fuera, el capitán ordenó a este soldado que se fuese caminando hacia la otra orilla mientras los demás volvían a introducirse en la laguna. “Me debes la vida por haberte encontrado el fusil”, le dijo el superior dándole un golpe en la cabeza, según dijo un testigo. “Todos eran conscientes de que el ejercicio era imposible de realizar, hasta ellos se dieron cuenta”, añadió.
Fue a la mitad del trayecto —la anchura del embalse es de 110 metros— cuando se desató el pánico: los soldados angustiados empezaron pedir auxilio, mientras sus mochilas, que debían servirles de salvavidas, se iban al fondo. La “línea de vida”, una cuerda a la que sujetarse en caso de emergencia, se sumergió por el peso de quienes la agarraban y varios soldados han declarado que se pusieron de pie sobre ella. En medio del caos, el capitán ordenó soltar uno de los enganches de la cuerda, supuestamente para arrastrar con ella a quienes se estaban ahogando. “Observó cómo al cabo Jiménez se le giró la mochila, se hundía unos segundos y salía de nuevo. En dos o tres ocasiones vio cómo se hundía y salía intentando mantenerse a flote. Hasta que ya no lo vio más”, ha declarado uno de los soldados. Nadie vio ahogarse al soldado Carlos León.
Quienes tendieron la cuerda han reconocido que carecían de capacitación para instalar una “línea de vida” y que la suya no era una verdadera medida de seguridad, sino solo una guía para que los militares siguieran la ruta hasta la otra orilla. Tampoco lo eran las mochilas, que debían ser estancas y flotar como un salvavidas, pero se hundieron, algunas cargadas con una mina inerte de 3,5 kilos, lo que agudizó el sobrepeso. Aunque el informe de la Guardia Civil subraya que “la práctica de tener las mochilas debidamente estanqueizadas es una habilidad básica para cualquier militar”, los soldados aseguran que nos se les dio orden de comprobar si las mochilas eran estancas. Cuando se metieron en el agua, a las nueve de la mañana, recién salido el sol, la temperatura rondaba los seis grados, pero la pérdida de calor en el agua era 25 veces más rápida que al aire libre y varios militares han declarado que se quedaron agarrotados por el intenso frío.
La ambulancia, con un conductor y un auxiliar sanitario, no estaba en la laguna, sino a unos 15 minutos de distancia, en el campo de tiro. La tragedia pudo haber sido peor. Afortunadamente, un subteniente que hacía ejercicio por la zona y oyó los gritos logró reanimar a un soldado que se encontraba en parada cardiorrespiratoria, mientras que otro fue sacado del agua semiinconsciente. Los cuerpos de los dos fallecidos se recuperaron horas después del fondo de la laguna.
En la documentación remitida por la brigada “no figuran instrucciones o medidas de seguridad específicas” para el ejercicio en el que fallecieron los dos militares; por lo que, según el atestado de la Guardia Civil, “quedaba al criterio particular del capitán adoptar las que considerara oportunas”. Si otros mandos decidieron en su momento no realizar el ejercicio por la zona por la que no se hace pie sin el apoyo de embarcaciones, “fue una decisión basada en su propio criterio, no por estar regulado expresamente”, añade.
El juez militar tiene previsto relanzar esta semana la instrucción del caso con una inspección ocular de la zona del accidente, una prueba pericial de la estanqueidad de las mochilas, el interrogatorio al equipo de la Guardia Civil que realizó el atestado y el de los tres mandos imputados por un delito contra la eficacia del servicio con resultado de muerte, equivalente al homicidio imprudente: el capitán jefe de la compañía, el teniente de la sección y el sargento del pelotón al que pertenecían los fallecidos. Aún está pendiente la apertura del misterioso “sobre cerrado” que entregó el capitán cuando declaró como testigo ante la Guardia Civil y supuestamente contiene su versión inicial de los hechos. Los abogados de las familias han pedido acceder a su contenido, pero el juez, de momento, da largas.
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