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¿Y si el crimen del capitán Kuzmínov no fue el primero del espionaje ruso en España?

Fuentes de la Seguridad Nacional ven la mano del Kremlin tras la muerte de un magnate de una empresa gasista y su familia en Lloret de Mar en 2022

Miguel González
El piloto Maxim Kuzmínov durante su comparecencia ante los medios de comunicación en octubre pasado en Ucrania tras desertar del Ejército ruso.
El piloto Maxim Kuzmínov durante su comparecencia ante los medios de comunicación en octubre pasado en Ucrania tras desertar del Ejército ruso.

La muerte del capitán ruso Maxim Kuzmínov, asesinado el pasado día 13 en Villajoyosa (Alicante), donde se había refugiado tras desertar a Ucrania con su helicóptero Mi8, es el primer crimen que la inteligencia española atribuye inequívocamente a los servicios secretos de Vladímir Putin en suelo español. Pero puede que no sea el único. Fuentes de la Seguridad Nacional sospechan que el Kremlin estuvo también tras una triple muerte: la del magnate ruso Serguéi Protosenya, fallecido junto a su esposa y su hija en abril de 2022 en Lloret de Mar (Girona).

Protosenya, de 55 años, alto directivo de Novatek, la mayor gasista privada rusa, con una fortuna de más de 400 millones de euros, apareció colgado en el jardín de su chalé. En el interior de la casa se hallaron los cadáveres de su mujer, de 53 años, y su hija, de 18. La escena sugería un caso de violencia machista, pero algunas piezas no encajaban: en el cuchillo y el hacha empleados para matar a las dos mujeres no se hallaron huellas, aunque nadie se molesta en borrarlas cuando va a suicidarse; mientras que en las ropas del padre y presunto asesino no había manchas de sangre.

La masacre de la Costa Brava se produjo solo dos meses después de la invasión de Ucrania, con la que algunos magnates rusos, que veían peligrar sus negocios en Occidente, se mostraron muy críticos. En las mismas fechas en que se encontraron los cadáveres de la familia Protosenya, se repitió una escena similar en la capital rusa. Vladislav Avaev, exalto funcionario del Kremlin y vicepresidente de Gazprombank, la entidad financiera del gigante ruso del gas, apareció muerto en su apartamento de Moscú junto a su esposa y su hija. Los tres murieron por los disparos de la pistola que el oligarca tenía en su mano, según la policía rusa. Igor Volubuev, vicepresidente del mismo banco, declaró tras fugarse a Ucrania que los dos ejecutivos no se habían suicidado, sino que habían sido víctimas de los servicios secretos rusos.

Los servicios españoles de inteligencia compartían sus sospechas. El Informe de Seguridad Nacional 2022 remitido al Congreso constataba un incremento de la “agresividad” de los Servicios de Inteligencia (SI) hostiles, entre los que incluía a los rusos, a raíz de la invasión de Ucrania, y subrayaba que, más allá de acontecimientos coyunturales, como la cumbre de la OTAN en Madrid de junio de ese año o la Presidencia española de la UE, en el primer semestre del siguiente, su actividad se centraba “en el control de sus respectivas colonias para localizar a posibles opositores”. La población rusa en España suma 82.380 personas, según el censo de 2022.

Si en la muerte de estos y otros magnates rusos —más de una docena se suicidaron o sufrieron accidentes en los primeros meses de la guerra— la implicación de los servicios secretos de Moscú es una sospecha basada en evidencias más o menos sólidas, en el caso de Kuzmínov no hay margen de duda. El régimen de Putin ha querido dejarlo claro.

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Y ello porque su muerte es un aviso a navegantes. No solo se trataba de una advertencia para quienes tengan la tentación de imitarlo (Kiev recompensó al desertor con 500.000 dólares), sino de vengar a los dos compañeros del piloto, que no estaban al tanto de su plan y fueron abatidos por los ucranios cuando intentaban huir, después de que Kuzmínov aterrizara en una base próxima a Járkov. Los fallecidos fueron condecorados como héroes por el Ejército ruso, mientras al piloto se le abrió una causa por traición. En octubre, la televisión pública rusa aseguró, mostrando a tres miembros del GRU, el servicio militar de espionaje, que estos habían recibido la orden de eliminar al desertor. “No vivirá lo suficiente para ser juzgado”, aseguró uno de ellos.

La forma en que se conoció el asesinato de Kuzmínov ilustra cómo funciona la maquinaria rusa de desinformación. La noticia de que el hombre acribillado seis días antes en Villajoyosa con documentación falsa a nombre de un ciudadano ucraniano era en realidad el piloto ruso desertado en agosto a Ucrania la dio a las 9.22 de la mañana del pasado lunes una web italiana, alineada con las posiciones del Kremlin, llamada Il Correspondente. No solo sorprendía que un diario online desconocido en su país diera una exclusiva mundial citando como fuente a “la Guardia Civil española”, sino que la noticia no la firmase ningún periodista y se presentara bajo el admonitorio título de “el traidor no vive mucho tiempo”. Paralelamente, la identidad de la víctima fue difundida por Eureka News, un canal de propaganda rusa en español a través de las redes sociales, que aseguraba que Kuzmínov tenía problemas de alcohol y drogas y añadía, citando de nuevo “fuentes de la Guardia Civil española”, la teoría de que “los servicios secretos ucranianos eliminaron al testigo que tanto les incomodaba”.

Dada la escasa difusión de estos dos medios digitales, la noticia pasó desapercibida. Sin embargo, pocas horas después, dándoles una credibilidad de la que carecían, la agencia pública de noticias rusa Tass se hizo eco de los mismos y la trasladó a todo el mundo. La información, procedente de los propios servicios secretos rusos, según fuentes de la inteligencia española, quedaba así blanqueada.

Las autoridades rusas no ocultaron su satisfacción. El jefe del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR) ruso, Serguéi Narishkin, sentenció que la víctima era “un traidor criminal” y “un cadáver moral”; mientras que el expresidente ruso y vicepresidente del Consejo de Seguridad, Dmitri Mevdéved, sentenció: “La muerte de un perro es la muerte de un perro”. Cuando se le preguntó quién lo había matado, contestó con una sonrisa: “Lo he dicho todo”.

Kuzmínov no tenía ningún tipo de protección. La ministra de Defensa, Margarita Robles, alegó que el Gobierno “no tenía constancia de su presencia en España”. El joven capitán decidió por su cuenta instalarse en la costa alicantina, sin que los servicios secretos ucranianos informaran a sus homólogos españoles.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.
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