Carmen Calvo: “Las mujeres tenemos útero, eso no es voluntario”
La exvicepresidenta del Gobierno, flamante presidenta del Consejo de Estado, presenta ‘Nosotras’, libro en el que repasa su trayectoria y sus referentes feministas. “No soy tránsfoba”, sostiene, “eso es lo que te llaman para no debatir contigo”
Llega a la cita de media tarde en la cafetería de un hotel del centro de Madrid de buenísimo humor y mejor semblante. No levita, pero casi. El Consejo de Ministros acaba de nombrarla presidenta del Consejo de Estado, y aunque a estas alturas de su vida política y de la otra dice estar de vuelta de honores y oropeles y seguir siendo “una chica de Cabra” (Córdoba), no puede evitar traslucir su gran satisfacción al respecto, hasta el punto de mostrar a la periodista dos o tres de los “cuatrocientos y pico” whatsapps congratulándose por su nombramiento. Pese a todo, advierte, no desea hablar de ese asunto, ni de ningún otro pollo político, ni nombrar a nadie en particular en esta entrevista, acordada con anterioridad para hablar de su libro. A eso viene. Pero, aunque no hable expresamente de nada, se le ve casi todo en los ojos.
Cuenta que se hizo feminista a los ocho años, al ver a las niñas pobres entrar por otra puerta en su cole de pago.
Aquello fue mi despertar político. Fui socialista antes que feminista, en el sentido de que me rebelaban las injusticias y la desigualdad. El feminismo vino después de forma natural, al constatar la desigualdad de las mujeres.
También hay mujeres machistas.
Claro, el machismo es una capa que todo lo tapa, de una transversalidad total, por tanto, hay mujeres que no lo discuten, pero ellas también sufren esa condena que, o no la ven o no la quieren ver. El patriarcado, que es la madre de todos los corderos, te atrapa y puedes no darte cuenta, incluso darte un tiro en el pie. Eso no implica que la lucha del feminismo no sea para todas, porque también las afecta a ellas. No es que yo vaya a liberar a nadie, pero voy a seguir trabajando por todas nosotras.
¿Por qué se abstuvo en la votación de la ley trans del Gobierno siendo diputada del mismo?
Porque, antes de legislar, deberíamos haber aprendido de lo que ha ocurrido en otros países que legislaron antes que nosotros y que han tenido que rectificar algunas cuestiones, sobre todo las que protegen a los menores. Entiendo que haya, las ha habido siempre, personas que tengan problemas con su identidad en su cuerpo. No tengo nada contra eso. Lo que no entiendo es que, viendo cómo esas leyes han fallado en otros sitios, hayamos seguido los mismos parámetros. Tendremos que volver a reflexionar sobre la ley en algún momento. Lo tengo clarísimo.
¿Una mujer trans es una mujer? ¿Sí o no?
Yo no sé lo que sentirán. ¿Trans, qué? ¿Transexual o transgénero? No es lo mismo. El feminismo al que pertenezco lucha contra el género. Venimos de una historia de 200 años de lucha contra las desigualdades que atraviesan a las mujeres. Yo quiero que el género no exista. Yo no quiero que nadie se opere ni haga lo que no quiere hacer. Yo quiero seres humanos que nazcan en las circunstancias que nazcan y puedan evolucionar en sus proyectos individuales en igualdad de condiciones, derechos y parámetros de ayuda y dejar de encasillar a la gente en géneros, y mucho menos por aspectos externos.
¿Qué es ser mujer?
Yo. Yo soy mujer.
¿Le ofende que la llamen tránsfoba?
Por supuesto que me ofende. Te lo dicen en el minuto uno para no razonar contigo. Para ahorrarse sus propias reflexiones. ¿Tránsfoba, yo? He sido la primera ministra de Europa en salir con la bandera arcoíris a la calle. Pero también formo parte de las mujeres que mueren en los paritorios, de aquellas a las que están comprando sus vientres para gestar porque tienen útero, de las que asesinan porque son mujeres. El útero no es un aspecto externo, y las mujeres tenemos útero, o lo hemos tenido, el útero no es voluntario.
Y la canción Zorra, ¿le ofende?
Sí, pero, vamos a ver: el feminismo no se va a discutir en el festival de Benidorm. Eso es un tema puramente comercial. No voy a entrar en un debate que quiere generar una canción que quiere venderse. Mi feminismo no es ese, sino el que tiene que enfrentarse todos los días a los asesinatos de mujeres a las que les llaman eso antes de matarlas.
Dice en el libro que, para ser feminista, hay que haber leído sobre feminismo. ¿Y las que no?
Mi madre no leyó a Simone de Beauvoir y era feminista. Se puede tener un sentimiento profundo de dignidad e igualdad, pero el feminismo político tiene un cuerpo teórico y una historia, y si no la conoces, tu feminismo cojea. Eso es como que alguien quiera ser economista sin haber leído sobre economía.
Acaba de ser nombrada presidenta del Consejo de Estado. ¿Le sangra ya la lengua de tanto mordérsela?
No, porque sé perfectamente cuál es su cometido y el papel constitucional que tiene. Mi trabajo es que todo esté ordenado y funcionando. Tengo los adentros más serenos de lo que nadie se imagina. Pero tengo energía. A mí no me tumba casi nada en este mundo.
¿Cuántas veces se ha tragado sus palabras?
En el tema del feminismo, no me he tragado ningún sapo, soy difícil de doblar. En las relaciones personales, alguna vez, nadie es perfecta. Y en política, digamos que he tenido mis lances y mis flexibilidades y mis heridas. Tengo mis cicatrices.
¿Algunas de esas puñaladas han sido de mujeres?
Claro. La política es un mundo de confrontación de ideas y de lucha por los espacios, y las mujeres podemos ser tan cabronas como los hombres, si el tema lo merece: no tengo la ingenuidad de pensar que somos todas unos angelitos y lo hacemos todas juntas. Pero creo que las mujeres venimos de una historia común y tenemos otro bagaje. Por eso soy feminista, porque creo que estamos más cerca de avanzar cuando hay una feminista poderosa.
Algunos intelectuales hablan de “terror feminista” en los medios, la calle y la política.
Creo que, a determinada edad, los hombres ya no quieren dar esa batalla. El mundo ha cambiado mucho, las mujeres tenemos libertad y perspectivas diferentes, estamos en actitudes que ellos no se esperaban nunca de nosotras. Cuando ven que una mujer pelea a muerte por el poder, como han peleado ellos toda la vida, y que el mundo te viene a contramano, no quieres perder tus privilegios. A los jóvenes les pasa lo mismo: les interesa el sueldo de su pareja, que puede que gane más que él, pero quieren un fenotipo de tía guapísima, o perpetúan relaciones sexuales basadas solo en su placer. Los hombres tienen que escucharnos, respetarnos y mirarnos de frente, y, si no, no se enteran de lo que somos.
¿Les cuadra el neologismo ‘señoros’ a algunas viejas glorias de su partido?
Eso es tremendo. El machismo lo abarca absolutamente todo, nadie se escapa de esto, pero, sí. Últimamente, los señoros se han liberado lo suficiente como para explicarnos qué mujeres tenemos que ser y lo que es el feminismo y cómo de feministas tenemos que ser. Terrible
Ahora, ciertos machistas llaman ‘charos’ a las mujeres de cierta edad, feministas y sin pareja. ¿Se lo han llamado alguna vez?
¿En serio? No. O no me he enterado. Debe de ser que no me ven amargada, porque además no lo estoy. Estoy feliz con mi vida.
Le contó al periodista Aimar Bretos que la monogamia se le queda pequeña.
He tenido dos matrimonios, varias parejas y lo que venga. Aunque, a esta edad, solo se liga por casualidad [ríe].
También hay quien cierra ese quiosco. Bibiana Fernández me dijo que, llegada a una edad, prefiere los bolsos a los hombres.
No es mi caso. A mí me gustan los hombres y los bolsos. De eso no voy a jubilarme. Pienso morir con los tacones puestos y el quiosco abierto. No me voy a morir por adelantado
Hay quien define al Consejo de Estado como un cementerio de elefantes. Supongo que discrepa.
Ni voy ningún cementerio ni soy ningún elefante. Voy a asumir mi papel y trataré, como siempre, de hacerlo lo mejor que pueda con el respeto inmenso que les tengo a los órganos constitucionales. Voy a dejarme los ovarios en eso.
CARMEN, CARMEN, CARMEN
Carmen Calvo (Cabra, Córdoba, 66 años) se define como feminista desde antes de saber que lo era. Doctora en Derecho Constitucional y profesora de la Universidad de Córdoba, se metió en política en 1999, cuando se afilió al PSOE. Fue consejera de Cultura de la Junta de Andalucía con Manuel Chaves, ministra de Cultura con José Luis Rodríguez Zapatero, y vicepresidenta primera del Gobierno con Pedro Sánchez, que la relevó tras sus sonadas discrepancias con la ministra de Igualdad, Irene Montero, a propósito de la tramitación de la ley trans y la del solo sí es sí. Curtida en las batallas internas de su partido y en las del Gobierno de coalición, Calvo, que era diputada y presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso, acaba de ser nombrada presidenta del Consejo de Estado y está inmersa en la promoción de su libro Nosotras, sobre sus referentes y su trayectoria en el feminismo.
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