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Prisión permanente para un hombre que asesinó y emparedó en su casa a una vendedora de la ONCE

El Tribunal Superior de Castilla-La Mancha confirma la condena al hombre, que atacó a la mujer por una deuda de juego de 200 euros

Prisión permanente para un hombre que asesinó y emparedó en su casa a una vendedora de la ONCE
Agentes de la Policía Nacional en la casa donde fue emparedado el cadáver de María Isabel de la Rosa, en 2021.Policía Na
Rafa Burgos

El Tribunal Superior de Justicia de Castilla La-Mancha (TSJ-CM) ha ratificado la pena de prisión permanente revisable que impuso un jurado popular al asesino confeso de Maribel de la Rosa, una vendedora de cupones de Albacete con un 72% de discapacidad intelectual y física. La sala considera probado que A. G. S., un camarero que conocía a su víctima, discutió con ella en su domicilio por motivos económicos, la empujó y la asfixió con sus propias manos hasta matarla. Posteriormente, el condenado levantó una pared de ladrillos para ocultar el cadáver y algunos objetos personales de la víctima. El agresor confesó el crimen cuando los investigadores registraban su domicilio. Los magistrados desestiman de esta forma el recurso presentado por la defensa, que consideraba que la calificación del delito por parte del jurado no había tendido en cuenta las atenuantes de arrebato y confesión.

Los hechos se produjeron el 19 de agosto de 2021. Maribel, que tenía una discapacidad intelectual de nacimiento que le impedía expresarse con claridad, cojeaba de la pierna derecha y tenía limitado el movimiento de un brazo, salió de casa como cada día para vender cupones y otros productos de la ONCE. A las 16.11, relata la sentencia, recibió una llamada de uno de sus clientes habituales, que la invitaba a tomar una cerveza en su casa. Charlaron, él le abonó 50 euros que le debía y, mientras, iba consumiendo rascas, uno de los juegos de la ONCE, de resultado inmediato, hasta acumular una nueva deuda de más de 200 euros. Cuando Maribel le pidió que le pagara, discutieron, el condenado la empujó y, mientras la víctima estaba en el suelo, le gritó que lo iba a denunciar.

El acta judicial señala que el agresor temía volver a la cárcel, en la que había cumplido condena hacía unos años, y la dureza de las nuevas leyes de violencia sobre la mujer. Por ese motivo, relata la sentencia, “se abalanzó sobre ella de forma súbita e inesperada, poniéndose encima a horcajadas”. Tras inmovilizarla, “la cogió con las manos por el cuello, apretándoselo de forma ininterrumpida hasta que consiguió asfixiarla, causándole la muerte”. El asesino confeso envolvió el cadáver “en unos plásticos y lo llevó a una de las habitaciones”. Al día siguiente, “compró ladrillos del 9, cemento y arena” e incluso “pidió a un amigo que le acompañara a por más”, dice la sentencia. Con ese material, “en una habitación pequeña situada tras un patio interior” levantó una pared para cubrir “el cuerpo con diferentes capas de ladrillos y cemento”, con la intención de “evitar que el cadáver fuera descubierto y que se produjeran olores que pudieran delatarlo”. Se quedó con todo el dinero en efectivo de Maribel, incluidos los 50 euros que le había pagado ese día, y 1.704 euros en cupones. Destruyó el móvil y el terminal de la vendedora y echó el resto de sus pertenencias junto al cadáver emparedado.

Los agentes de la Policía Nacional, que investigaban la denuncia por la desaparición de Maribel interpuesta por sus padres y sus dos hermanos, no tardaron en considerar sospechoso a A. G. S. Sobre todo, cuando negó conocer el móvil de la víctima, a pesar de que los investigadores ya sabían que había hablado con ella el día del crimen. El acusado permitió el registro de su domicilio y, cuando estaba seguro de que lo iban a descubrir, confesó el asesinato, aunque alegó que la víctima “iba borracha”. Es una de las informaciones no veraces de su declaración inicial que impiden que se le aplique la atenuante de confesión solicitada por su defensa.

Los magistrados tampoco han admitido la atenuante de arrebato, ya que consideran que el temor que sentía no impidió que supiera lo que estaba haciendo mientras atacaba a Maribel. Por tanto, da por buena la condena impuesta por el jurado en julio del año pasado: prisión permanente revisable por el asesinato, un año de prisión por hurtar el dinero de la víctima y 190.000 euros de indemnización para la familia de la fallecida.

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