La Alcazaba de Málaga busca sobrevivir a su éxito
Es el monumento más visitado de la ciudad con 1,7 millones de turistas y el Ayuntamiento se plantea limitar el aforo para reforzar una conservación hasta ahora insuficiente, en parte por la burocracia
Tiene más de mil años, es una de las joyas de la arquitectura andalusí y en sus taquillas hay largas colas para comprar entradas de forma casi permanente. Es lunes, a media mañana, y muchos turistas llegan en grupos y escuchan a sus guías. “Es la hermana pequeña de la Alhambra”, les dice uno de ellos. Más adelante, los visitantes se apelotonan en la puerta en recodo que da acceso a la Alcazaba de Málaga, reflejo de por qué esa fórmula era un efectivo sistema defensivo. Por patios, miradores y torres discurre un río de turistas, el de máximo caudal en la ciudad: este es el monumento más visitado con 1,7 millones de personas. Es el doble que el Museo Picasso. El triple que la catedral. Un interés que no se ha traducido en grandes esfuerzos de conservación, pero que sí hace ya al Ayuntamiento plantearse la necesidad de limitar las entradas diarias. “No solo por el desgaste que genera, algo menor, también por la calidad de la visita”, explica la concejala de Cultura, Mariana Pineda.
Los documentos más antiguos indican que en el siglo VIII, en época omeya, ya había una construcción en el cerro donde hoy se levanta la Alcazaba, pero que no fue hasta finales del siglo X o principios del XI cuando se levantó el actual recinto. Ejercía de residencia de las autoridades y contaba con espacio para la guarnición militar. Junto con la de Almería y la de Granada —la Alhambra— son tres de los edificios más importantes de la época medieval que se conservan en Andalucía. Junto al Museo Picasso o al Thyssen conforma la ruta básica para conocer Málaga en unas horas. “Es el monumento más visitado, pero está que da pena”, afirma Sergio Garrido, presidente de la asociación profesional de guías turísticos en Málaga, que confirma la enorme demanda de los visitantes por visitar el espacio. Son ya el triple que hace diez años.
Fue precisamente un guía, Miguel Ángel Pérez, el que alertó en 2022 en La Opinión de Málaga sobre un pequeño derrumbe en una de las torres, que luego confirmó el Ayuntamiento. No es el único desperfecto. Estos días nueve puntales se apoyan sobre dos grandes tablones de madera en la muralla que discurre, al sur, por el paseo de Juan Temboury. “Es la que más se ve, pero hay más deficiencias de lo que parece”, afirma un empleado que conoce bien los recovecos de la Alcazaba, cuyo barrio de viviendas del siglo XI no se puede visitar debido a su estado de conservación. Ello impide además el paso hacia la torre del homenaje, también necesitada de mejoras. Los humildes materiales con los que se construyeron estas edificaciones —ladrillo, tapial y mampostería— requieren una gran labor de mantenimiento no siempre realizada. Ocurre también en el Castillo de Gibralfaro, construido en época nazarí para defender la Alcazaba a un paso de esta. Allí parte de su lienzo se derrumbó en 2018 y los trabajos de restauración tardaron cuatro años en arrancar.
A nivel local, distintos partidos se han quejado por el estado del monumento, desde el PSOE a Vox, aunque para los especialistas las deficiencias son solo evidentes, no peligrosas. “Hay cuestiones que se deben ir mejorando, pero diría que no existen patologías graves”, afirma Jonathan Ruiz, profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Málaga. Coincide con él otro gran conocedor del espacio, el arquitecto Pedro Gurriarán, quien ha redactado proyectos relacionados con el monumento y participado en las últimas rehabilitaciones junto a su socio Salvador García. “Su principal problema es el tamaño. Es enorme. Tanto, que no se da abasto para su conservación porque requiere mucha atención”, subraya. “En muchos casos hemos ido a remolque del monumento: se caía algo y lo arreglábamos, pero en los últimos años eso ya se ha corregido”, destaca el especialista.
“La burocracia es desesperante”
Un estudio reciente sirvió para detectar las principales deficiencias en sus más de 14.000 metros cuadrados —de los que 2.200 están construidos—. Una es el muro semiderruido por el crecimiento de un árbol cerca de la entrada y, otras, la necesidad de consolidar uno de los lienzos de la muralla sur o la torre del homenaje. Los trabajos, licitados y adjudicados, se han topado con la burocracia. Considerado Bien de Interés Cultural, cualquier actuación requiere años de espera. En el último lustro hubo proyectos no ejecutados por el papeleo a pesar de contar con presupuesto asignado. “El principal enemigo del adecuado mantenimiento del monumento hasta ahora ha sido el diálogo de sordos entre la administración local y la autonómica”, expone otro arquitecto que conoce bien los entresijos del lugar. “Pero parece que la situación está mejorando”, señala.
“Hay que entender los niveles de control y los permisos que debe dar la Junta de Andalucía, pero la burocracia es desesperante”, confirma la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Málaga. La responsable revela que los técnicos de patrimonio histórico deben hacer frente a multitud de urgencias por toda la ciudad y que en la Consejería de Cultura, ya en Sevilla, el atasco es también grande a nivel andaluz. “Te dicen que todo está en proceso, pero le das al F5 [tecla que en los ordenadores ejecuta la acción de actualizar] y nada, no llega”, señala. El municipio ha impulsado mientras planes para actuar en un paño del patio de armas y un modelo 3D del recinto para facilitar la protección, además de un Plan de Rehabilitación y Conservación, en proceso para la Alcazaba y casi finalizado en el caso de la Gibralfaro y la coracha (espacio amurallado que unía ambos recintos y que se anunció en 2021 que sería rehabilitado para permitir su acceso, aunque apenas se ha avanzado desde entonces). “Las obras necesarias se irán acometiendo según las prioridades”, apunta. Las más cercanas, asegura, en tres o cuatro meses.
Hasta entonces Pineda aclara que la Alcazaba “no se va a caer”: “Recibimos informes diarios de los técnicos ante cualquier problema. La mayoría de desgastes son de añadidos y reconstrucciones posteriores, no suponen una agresión directa al edificio original”. Cultura quiere también realizar actividades en varias zonas del recinto durante todo el año para autofinanciarse (ahora el dinero de las entradas va a una caja única municipal, como en el resto de ciudades). “Queremos dinamizar los diferentes espacios y que ese ingreso sí que revierta de forma directa para reforzar la rehabilitación”, cuenta la concejala, que cree que el monumento podrá así mantenerse por sí mismo. Esa sostenibilidad también pasa por conversaciones ya mantenidas para afrontar la masificación. El éxito turístico de la Alcazaba repercute tanto en la conservación como en la calidad de la visita, con momentos en los que hay colas en su interior para acceder a un mirador o pasar de un patio a otro. “Ahora solo hay un humo lejano, pero tendremos que plantear alguna reforma para mejorar esa convivencia y la calidad”, concluye.
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