El extraño ataque a 40 cedros protegidos en noches de luna llena: son lugareños y saben lo que hacen
La Junta de Andalucía investiga el ataque a un bosque de cedros y la destrucción de 500 algarrobos recién plantados en dos zonas cercanas de la Serranía de Ronda
Hay un viejo camino en la comarca de la Sierra de las Nieves, al oeste de Málaga, tradicionalmente utilizado por quienes comerciaban con el pescado entre la costa y los municipios del interior de la Serranía de Ronda. Era una vereda angosta convertida hoy en pista forestal que atraviesa la Fuenfría, paraje en el que hay un singular bosque de cedros (Cedrus atlántica), especie considerada en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Son 40 ejemplares supervivientes de un vivero instalado en los años cincuenta del siglo pasado, que han estado al borde de la muerte por dos ataques “con el claro objetivo de cometer un arboricidio”, afirma Juan Antonio Gil, coordinador de los Agentes de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía en la provincia malagueña. “No hay duda de que se los querían cargar”, insiste quien destaca que este no es un hecho aislado: en el último año ha habido más agresiones a árboles en el entorno.
El primer intento de acabar con la vida de estos cedros, ubicados en el término municipal de Igualeja (729 habitantes), ocurrió en abril pasado. Durante la noche de luna llena del día 24 varias personas se cebaron con el tronco de un cedro adulto —con 30 metros de altura— y 29 más en edad juvenil. Con ayuda de un hacha practicaron una incisión continuada alrededor de los troncos hasta superar la corteza. El objetivo estaba claro. Es una fórmula para realizar una especie de torniquete que impide que la savia ascienda desde las raíces hasta las ramas, ahogando y matando en poco tiempo al árbol. Un ganadero que pasaba por la zona a la mañana siguiente fue el primero en detectar lo ocurrido, llamó a los agentes de Medio Ambiente y, sobre la marcha, estos aplicaron un producto cicatrizante para intentar que la savia continuara su curso y proteger a la madera del ataque de insectos. “El daño era grave, pero aquella acción rápida consiguió salvarlos”, destaca Gil.
Lo que no se esperaban quienes vigilan estos montes es que meses después, el pasado 26 de noviembre, también en una noche de luna llena y en fin de semana, los diez cedros adultos que quedaban sin dañar fuesen también atacados. El plan utilizado fue el mismo: romper la corteza para crear un anillo de varios centímetros de ancho alrededor de cada tronco, solo que esta vez fue realizado con cincel y martillo. “Lo hicieron con la más mala de las intenciones”, insiste el agente medioambiental. “Para los vecinos del pueblo es como si nos hubieran hecho daño a nosotros. El monte es nuestro medio de vida”, explica Isabel Vázquez, alcaldesa de Igualeja. Su Ayuntamiento ha acordado por unanimidad declarar estos cedros “especie forestal de interés estratégico municipal” para mejorar su protección. La investigación trata ahora de localizar a los autores. Este tipo de casos no son fáciles de resolver, pero hay algunas pistas que han permitido dirigir los pasos iniciales, como una huella de la que se está intentando extraer información. La principal hipótesis apunta a que son los mismos que entre finales de 2022 y principios de 2023 arrancaron, uno a uno, 500 algarrobos recién plantados apenas unos días antes en el término municipal de Jubrique —a solo unos pocos kilómetros de la localización de los cedros— para repoblar un área afectada por el incendio que asoló Sierra Bermeja en 2021, donde se quemaron casi 10.000 hectáreas. El alcalde del municipio, Alberto Benítez, lo denunció al Seprona de la Guardia Civil “para que en el futuro no vuelvan a repetirse estos actos vandálicos”.
Expertos en anatomía
Entre las principales conclusiones de los agentes es que el grupo de personas que ha realizado estos atentados contra la naturaleza conocen bien el lugar —la Fuenfría es un lugar apartado por el que no suele haber senderistas, que en esta área suelen dirigirse hacia la zona recreativa de Quejigales para ascender luego al pico del Torrecilla— y son entendidos sobre la anatomía de los árboles, porque el ataque tan específico así lo indica. También se cree que deben ser personas que no están habituadas a utilizar herramientas de campo, porque en ambos casos las agresiones fueron muy burdas. En todo caso, si los localizan, solo se verán expuestos a una sanción administrativa, es decir, económica, dada la baja protección de los bosques. Eso y su situación fuera de los límites del Parque Nacional Sierra de las Nieves ha hecho que el Seprona haya decidido no investigar después de realizar las primeras indagaciones, según fuentes de la Guardia Civil.
Se baraja la idea de que se trata de un grupo que está en contra de la plantación de árboles que, en teoría, no son autóctonos de este territorio. Los datos de las últimas investigaciones sobre restos de polen o carbón apuntan lo contrario. “Todo indica que sí que hubo cedros hace muchos años en este espacio natural”, relata Gabriel A. Gutiérrez, asesor de la Dirección General de Política Forestal y Biodiversidad de la Junta de Andalucía. “De momento no tienen la consideración de autóctonos, pero tampoco de invasores”, apunta Gutiérrez. El valor de su madera hizo que sus bosques desaparecieran debido a la acción humana. Al pinsapo, especie también en peligro de extinción, le ocurrió lo contrario: sobrevivió gracias a que su madera tenía menos aprovechamiento y solo se utilizaba para carbón.
La adaptación a la evolución del clima también fue importante para los pinsapares. Y la presencia de estos cedros en la Sierra de las Nieves sirve, precisamente, para entender cómo evoluciona la especie en este ecosistema concreto. “Ocurre igual en otros muchos lugares de la Península, donde hay también pequeños bosquetes como este”, señala Gutiérrez. Solo en Andalucía los hay en la cabecera del río Guadalete (Cádiz), en el Puerto de la Mora (Granada) o en la sierra de Cazorla (Jaén). Todos con ejemplares de una especie original de las montañas del Atlas, cuya principal población se distribuye entre Marruecos y Argelia.
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