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Senderismo por los pueblos de Navarra para combatir la obesidad infantil

El grupo Kikilisalda hace recorridos por zonas rurales para fomentar hábitos saludables y actividad física en los más pequeños

El lugar donde comienza el recorrido, la vía verde Plazaola.
El lugar donde comienza el recorrido, la vía verde Plazaola.escuela Erleta de Leitza
Amaia Otazu

La llamada de atención la dio el departamento de Salud en 2019 al avisar de que la tasa de obesidad de los menores era mayor en esa zona que en el resto de Navarra. Esa información sirvió de acicate para que el Servicio Social de base de los municipios de Leitza, Arano, Goizueta y Areso, junto con las APYMAS, los centros escolares, el polideportivo, el grupo de Acción Local Cederna-Garalur y los ayuntamientos se pusieran manos a la obra para fomentar los hábitos saludables y la actividad física entre los pequeños de la casa. “Para mí fue sorprendente el trabajo que se hace en comunidad, englobando a todas las entidades locales que puedan influir en la educación, en la alimentación y en el bienestar del alumnado. Hay un trabajo muy amplio, muy potente. Además, muchas veces hay cosas que no vemos los centros escolares y que nos aportan desde fuera”, detalla Iker Urkiola (Leitza, 1990), docente y miembro del equipo directivo de la escuela pública Erleta. Ese trabajo en comunidad, en auzolan, dio lugar a la creación del grupo Kikilisalda, que ha realizado varias campañas anuales centradas en la alimentación o en la actividad física y que se han orientado, sobre todo, al alumnado de las etapas de Primaria y Secundaria.

Las dos iniciativas más recientes se han centrado en fomentar la actividad física de los menores. La trabajadora social del Servicio de Base de esta zona, Juncal Otxotorena, explica que, en 2022, se diseñaron unas fichas con rutas para conocer los alrededores de los cuatro municipios. En ese trabajo participaron todos los agentes, incluidos los menores. “En Leitza se hicieron tres, en Goizueta, dos; y en Areso y Arano, una. Son rutas conocidas, pero que no estaban señalizadas. Hicimos unas rutas en Wikiloc y luego en papel”. Los centros escolares impartieron cursos de orientación para que el alumnado aprendiera a moverse por los caminos rurales y fueron los propios estudiantes quienes señalizaron las rutas con balizas naranjas.

Esa labor ha servido de base para el proyecto más reciente: han elegido una ruta en cada pueblo y han diseñado un juego para que el estudiantado conozca la zona en la que reside, para que aprenda distintas nociones y, sobre todo, se mueva. A lo largo del recorrido se han instalado postes con un QR a través del cual se plantean preguntas referentes a cuatro temas: Medio Ambiente, Actividad Física, Alimentación y Conociendo el pueblo. En la elaboración de estas preguntas también han participado los diferentes agentes educativos y sociales. Muchas son comunes, pero el último apartado se centra en cada uno de los cuatro pueblos. Son rutas, explica Otxotorena, fáciles de recorrer en aproximadamente una hora y adaptadas a las distintas edades. De nuevo, el principal problema es saber cuántas personas las han realizado y si ha servido para que los más jóvenes se aficionen a realizar actividad física.

A la espera de más evaluaciones, sí se aprecian cambios importantes, por ejemplo, en cómo distribuyen su tiempo libre los más pequeños. La asociación deportiva de la zona –Kirol Elkartea- está fomentando más actividades extraescolares, recalca Urkiola, “y sí que el grupo de alumnado que participa en deportes ha aumentado estos dos últimos años especialmente. La participación está subiendo”. Entre los deportes que más triunfan, la pelota vasca y el fútbol, tanto en chicos como en chicas. Ahora, el objetivo es incluir más opciones, como el atletismo, que también se está impulsando.

De cara al futuro, quieren retomar el tema de la alimentación saludable para que las familias y los menores no se relajen en su día a día, entre otras cosas, con el consumo del azúcar. Esa fue, precisamente, la primera campaña que lanzaron y que incluyó actividades como analizar qué cantidad de azúcar tienen productos como los refrescos o las chuches. Además, en los años siguientes, se pusieron en marcha otras dos iniciativas para concienciar sobre la importancia de desayunar y de hacer partícipes a los menores de la elaboración de las comidas. Se diseñaron juegos como el semáforo de alimentación y buenas costumbres o se repartieron delantales para animar a las familias a que cocinaran juntas y evitaran el consumo de alimentos precocinados.

Inicio del recorrido en la vía verde Plazaola.
Inicio del recorrido en la vía verde Plazaola. Escuela Erleta de Leitza

“La aceptación fue bastante buena y se vio también que fue efectivo. Se veía que el alumnado no era consciente de la cantidad de azúcar que consumían en los productos en su dieta habitual. Fue muy visible y para concienciar valió mucho”, apunta Urkiola. Las dudas surgen al analizar si dicha eficacia se ha mantenido con el paso del tiempo: “Al principio tuvo mucha repercusión, pero, a medida que ha ido pasando los años, las familias y el alumnado se ha ido relajando”. No tienen todavía modo de evaluar la efectividad de estas campañas porque, con la llegada de la pandemia, los estudios previstos no pudieron realizarse. Es el objetivo del próximo año. Así que, a la espera de conocer las tasas actualizadas de obesidad, continúan animando a las familias a consumir producto local, de temporada. Lo hacen a través, por ejemplo, del almuerzo. El docente Urkiola explica que, en la etapa de Infantil, las familias tienen “estipulado que tres días a la semana traerán fruta y que los otros dos días, bocadillo”. Sin embargo, reconoce que cuanto más mayor es el alumnado, más se relajan estos hábitos. “Cuando pasan a Primaria ya no hay estas restricciones y algunas familias todavía siguen trayendo frutas, bocadillos, pero es verdad que la bollería industrial y los zumos azucarados empiezan a coger presencia cuando aumentan en edad”.

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