Bolaños saca de sus casillas al PP en el Senado
El ministro, insultado en la Cámara alta desde la bancada popular tras acusar a Feijóo de “justificar” las protestas ante la sede del PSOE
Tantas barbaridades y descalificaciones se escuchan en las Cortes españolas que hay veces que los parlamentarios las acogen como quien oye llover. Este martes en el Senado, al popular Sergio Ramos le bastaron los primeros segundos de su intervención para acusar al ministro del Interior en funciones de “carecer de escrúpulos, de dignidad y de decencia”. Fernando Grande-Marlaska ha criado callo después de cuatro años soportando que cada semana lo acusasen de ser un “miserable” que “se arrodilla ante ETA”, y las palabras del senador Ramos, que adornó así el arranque de su pregunta sobre las llegadas masivas de inmigrantes a Canarias, no le hicieron ni mover un pelo. Lo salvó con una ironía sobre el resultado del 23-J: “Agradezco que usted siga preguntando y yo respondiendo”. Y al final poco le faltó para agradecer también el tono de su interpelante.
Con el Congreso paralizado a la espera de que en el horizonte de Bruselas despunte de una vez la fumata blanca para la investidura, el PP aprovecha su mayoría absoluta en el Senado para apretar allí las clavijas al Gobierno en funciones. El Ejecutivo escurre el bulto todo lo que puede, principalmente para poner a salvo a Pedro Sánchez. Con el escaño del líder socialista vacío, este martes le tocó a los ministros de la Presidencia, Félix Bolaños, y de Justicia, Pilar Llop, defenderse de los ataques sobre el asunto que ha vuelto a poner la política española en estado de máxima excitación: la amnistía a los encausados por el procés independentista catalán.
Dado el nivel que ha adquirido el debate, la cosa estaba siendo hasta bastante tranquila. A estas alturas, que el popular José Antonio Monago acusase al Gobierno de “radical” o de perseguir “un cambio de régimen” tampoco escandaliza a nadie. El lío llegó con Bolaños, cuando el debate derivó hacia las protestas que se suceden estos días ante las sedes socialistas y los incidentes del día anterior junto a la central de la calle madrileña de Ferraz. El senador de Vox Ángel Pelayo Gordillo censuró las cargas policiales en Ferraz y recriminó al Gobierno que pretenda “criminalizar” a los que ejercen su derecho a manifestarse.
Bolaños replicó metiendo a toda la derecha en el mismo saco. Los acusó de ponerse en contra de los que “quieren que los españoles vivan en unión y en paz”. Sin citar la palabra amnistía, el ministro dijo que el propósito del Gobierno es lograr que “la peor época de Cataluña”, en alusión al otoño de 2017, “no condicione ni el presente ni el futuro”. Reconvino a la derecha por “intentar conseguir en la calle lo que no le dieron las urnas” y afinó aún más el dardo: sostuvo que lo “preocupante” no es que Vox siembre “el rencor, la crispación y el odio”, sino que el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, lo “justifique”.
Bolaños no se refirió a Feijóo por su nombre. Se entregó al sarcasmo y lo tachó de “líder provisional”. Y eso sacó de sus casillas a la bancada popular, que se deshizo en murmullos de protesta hasta que alguien gritó: “¡Eres un bufón!”. En buena parte del hemiciclo y en la tribuna de prensa se percibió con bastante nitidez. No ocurrió lo mismo en la mesa presidencial. Las protestas brotaron en la parte de los socialistas, mientras el presidente, Pedro Rollán, se excusaba: “No lo he escuchado, de verdad que no”. Por el grupo socialista, el senador Alfonso Gil reclamó a Rollán que llamase al “decoro de la Cámara”. El presidente se defendió alegando que “si algo caracteriza” su recién estrenado mandato es precisamente el velar por el susodicho decoro. Y ahí quedó la cosa. Bolaños se fue con cara de resignación, mientras la sesión continuaba como si nada hubiese sucedido.
Pero aún quedaba otra ministra en funciones para irritar de nuevo a las filas populares: Ione Belarra. Como si en España faltaran temas para la incineración del debate político, los partidos rebuscan en los dramas del mundo en busca de algo para arrojarse a la cara. Fue así que la popular María Salom se le echó encima a la ministra de Derechos Sociales en funciones y secretaria general de Podemos para recriminarle sus ataques a la política belicista de Israel. Salom no se quedó corta: metió a Belarra en el mismo saco que Hamás y le llamó “antisemita”, una “forma de racismo”, remachó.
La ministra echó por delante que, “como todo el mundo,” ella ha “rechazado la violencia contra los civiles israelíes”. Y a continuación repitió lo que viene diciendo desde hace semanas: que Israel está llevando a cabo un “genocidio” con sus incesantes bombardeos sobre Gaza. Belarra levantó murmullos de desaprobación en los escaños populares cuando les achacó que contemplen con indiferencia la matanza de miles de niños palestinos. Pero más que eso, lo que acabó de verdad sulfurando a los populares fue que Belarra pidiese la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel. Un rumor escandalizado recorrió los escaños del PP. Con la salvedad de que esta vez nadie escuchó expresiones subidas de tono.
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