La espera de los migrantes para avisar de que están vivos: “Amor, ya llegué, todo está bien”
El silencio tortura a las familias de quienes se juegan la vida en el océano hasta que los supervivientes logran telefonear a su país. El Defensor del Pueblo recuerda a Exteriores cómo las barreras para conseguir visados limitan las opciones para emigrar legalmente
Era algo rarísimo. Por mucho que marcase el número de su mujer, Cheikh nunca conseguía hablar con ella. Llevaba días apagado, nadie sabía dónde estaba. ¿Qué había pasado? Empezó a temerse lo peor.
Cheikh, un senegalés afincado en Murcia, llegó a dar por muerta a su esposa. “La situación en mi país no está nada fácil y pensé que podrían haberla matado en la calle, en alguna protesta, no lo sé. Contacté a su familia y a muchísima gente para que me ayudase a buscarla, pero nadie sabía nada”, explicaba el jueves por teléfono.
“Ella me mintió”, asegura. “El miércoles pasado había una fiesta en Senegal y ella me dijo que estaba ahí, pero no era verdad”, recuerda. “Cada tres horas yo llamaba a su madre, le preguntaba por ella y no tenían ni idea de dónde estaba”, explica. “Qué duro, he pasado una semana sin comer ni poder dormir”, cuenta.
Mientras Cheikh perdía los nervios, su mujer, Ndeye, surcaba las olas a bordo de un enorme cayuco pintado de colores. Se había echado al mar con decenas de compatriotas para encontrarse con él. Pero sin decírselo.
No es raro que los emigrantes oculten a sus parientes que se marchan. Aunque en muchas ocasiones son las propias familias las que pagan los miles de euros que cuesta una travesía hacia Europa con la esperanza de que la apuesta traiga prosperidad, otros tantos se marchan en secreto. Lo hacen por no preocupar a sus seres queridos o por evitar que, sobre todo las madres, les impidan marcharse con sus súplicas para que se queden.
Una semana después de desaparecer, Ndeye desembarcaba en la isla canaria de El Hierro, adonde solo esta semana han arribado más de 1.800 personas en embarcaciones de pesca senegalesas. Y él seguía buscándola.
Es probable que Cheikh nunca hubiese aceptado la odisea en la que se embarcó su mujer, con quien se casó hace dos años y medio en uno de los viajes a su país que viene haciendo desde que consiguió sus papeles hace ya 12 años. “Es muy peligroso”, advierte. Es el mismo viaje que él emprendió y que también le trajo a Canarias en un cayuco en 2006.
Cuando los ocupantes de las pateras tocan tierra, no se les permite comunicarse con el exterior. Durante las 72 horas en las que pueden permanecer bajo custodia policial, no hay wifi al que conectar sus móviles y aunque se mueran por gritar a sus familias que están vivos, pasarán días hasta que puedan hacerlo.
Camuflada dentro de una sudadera negra con capucha, Ndeye parecía un hombre más cuando EL PAÍS la encontró el miércoles en uno de los dos espacios que se han improvisado en El Hierro para recibir a los migrantes que no dejan de llegar a la isla. El mensaje de audio que hace llegar a su marido parece rutinario, como el de alguien que toma un tren e informa de su llegada después de que el móvil se haya quedado sin batería unas cuantas horas. “¿Qué tal, mi amor?, ¿cómo estás?, ¿todo bien? Soy Ndeye, ya llegué, todo está bien. No tenía cómo llamarte, por eso te mando este mensaje. Me puedes contestar aquí entre hoy y mañana”. Él, descolocado, pero alegre, le responde. “¿Te puedo llamar?”.
Cientos de familias senegalesas están pasando estos días un trance parecido al de Cheikh. Y, en cuanto el móvil se engancha a la red, se suceden llamadas y mensajes como estos a los que ha tenido acceso El PAÍS:
“Estoy en España, llegué ayer y está todo bien. Díselo también a mi madre. Gracias”, enviaba un joven a su padre.
“Gracias a Dios que llegaste bien. Es lo que tú querías, así que ojalá que Dios te acompañe en tu camino. Ya le dije a tu madre que te fuiste. Ahora le voy a enseñar el audio para que se tranquilice. ¿Seguro que llegaste bien?”, le respondía el padre.
En otros audios, dos jóvenes se comunicaban a más de 1.300 kilómetros de distancia:
“Te quería llamar, pero no tenía crédito y alguien me dejó un móvil. Haz todo lo que puedas para que Badine Top y Thierno Ndiaye sepan que ya llegué a España y que está todo bien. Cuando tenga batería en mi móvil, te llamo”.
“¿Está todo bien, seguro? Ahora, todos los sacrificios que hiciste para llegar hasta allí tienen que motivarte para llegar más lejos”, contestaba.
Éxodo juvenil
La deriva antidemocrática en la que se ha sumido el país está espoleando la salida de miles de jóvenes senegaleses que se montan sin dudarlo en sus tradicionales barcos de pesca con destino a Europa. Este éxodo ha reactivado con fuerza la ruta canaria, que ya registra un repunte del 35%, con más de 17.000 llegadas en lo que va de año, según cifras oficiales a las que ha tenido acceso EL PAÍS.
A Cheikh y Ndeye podría haberlos unido un visado y no un cayuco. Él trabaja desde que llegó a España, tiene un permiso de residencia de larga duración desde hace más de una década y está casado formalmente con su esposa, así que ¿por qué jugarse la vida en una de las rutas migratorias más peligrosas? La última resolución del Defensor del Pueblo da una pista de por qué: aunque existan las vías seguras y legales para emigrar, no siempre están abiertas. La institución recuerda al Ministerio de Exteriores las barreras que algunos extranjeros, especialmente africanos, tienen en los consulados españoles, aquejados de falta de medios.
La comunidad senegalesa en España cuenta con más de 76.000 miembros, pero, aun siendo la segunda mayor diáspora africana en España, sus ciudadanos denuncian las demoras para tramitar una reagrupación familiar en el consulado de Dakar. En algunos casos, de hasta 17 meses. “De hecho, en una de las últimas quejas que ha tenido entrada en esta institución, se ha asignado cita a un menor para la solicitud de un visado para el año 2025, plazo que resulta inaceptable”, indica el Defensor a Exteriores.
Para Ángel Gabilondo, responsable de la institución, “resulta palmaria” la necesidad de reforzar los medios personales y materiales. “Especialmente en aquellos casos, cada vez más numerosos, de expedientes que deben tener una tramitación preferente por afectar al derecho a la vida familiar de las personas interesadas, nuevos nacionales españoles, y que, en muchos casos afectan a menores de edad”, concluye.
La pareja senegalesa no consiguió hablar hasta dos días después del primer audio, cuando ella fue trasladada a un centro de acogida en Tenerife y consiguió conectarse al wifi. Tras un tiempo en la isla, que puede ir de unos días a varias semanas, lo normal es que el Ministerio de Migraciones la traslade a la Península. El plan será entonces reencontrarse en Murcia, donde Cheikh trabaja en un mercadillo vendiendo fruta para un empresario al que él considera como su padre. La incógnita, de nuevo, será el cuándo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.