La ronda de noche de pez y pellejos de cabra ilumina la procesión a santo Toribio en Mayorga
La comitiva cívico-religiosa de un pueblo de Valladolid imita la llegada de los restos del patrón en 1752
Parece un cuadro de Rembrandt. La ronda de noche de Mayorga (Valladolid, 1.500 habitantes) la protagoniza santo Toribio Alfonso de Mogroviejo, acompañado de una procesión de teas de pellejo de cabra prendidas con pez. La comitiva eleva a la fría noche castellana las antorchas, chorreantes de brea caliente, y viste con sombreros de ala ancha, largos gabanes y solemnes vestimentas tradicionales, mezcladas con adustos ropajes campesinos. La estampa de humo y fuego gana ambiente festivo cuando se escucha a la charanga resonando de fondo. El trombón, el bombo, el calimocho y los cubalibres hacen mundano al recorrido venerado por los mayorganos y festejo de Interés turístico nacional por la singularidad del homenaje cada 27 de septiembre.
Mayorga se llena para celebrar un aniversario más de la llegada de las sacras reliquias de su santo. Todo comenzó en 1752, con la recuperación de los restos del evangelizador de América, fallecido en Perú en 1606 durante sus misiones. Cuando los restos de Toribio Alfonso por fin recalaron en su pueblo, fue recibido por antorchas porque de aquella el alumbrado público solo brillaba por su inexistencia. La conmemoración moderna persigue imitar la acogida del siglo XVIII y replica con la pez y los pellejos de cabra cómo su ilustre vecino volvió a casa.
A la procesión se la conoce como “El Vítor”, en alusión al símbolo otorgado por las universidades desde el siglo XVI para reconocer a los doctores. La Universidad de Salamanca se la concedió a santo Toribio pese a que este nunca fue doctor, porque dejó la formación al ser ungido como inquisidor del Tribunal de Granada. El estandarte procesionado, denominado también vítor, dice en su cara delantera: “A Santo Toribio Alfonso Mogroviejo. Arzobispo de Lima. Hijo de esta Ilustre y noble villa de Mayorga”. Y por detrás añade: “A expensas de Ángel García Fierro 1951″, custodio del estandarte y cuyos familiares siguen liderando la procesión.
El sino de los tiempos ha exigido que la asociación encargada del Vítor se adapte a la extinción de ciertos hábitos tradicionales. María del Mar García, vocal del grupo y de 56 años, relata las dificultades para encontrar los pellejos de cabra, antaño empleados como odres para el vino pero cada año menos localizables. Lo que antes abundaba en el medio rural hoy escasea y Mayorga recurrió a una empresa de Covarrubias (Burgos). Los boteros les preparan unos 800 pellejos de cabra, cosidos, para introducir el alquitrán que nutrirá al fuego ardiente durante toda la noche. “Ha habido momentos difíciles, sobre todo cuando faltaban pellejos, los de Mayorga lo llevamos por dentro y la gente que viene suele repetir y lo vive mucho, el fin es mantener la tradición y mejorarla”, sostiene García.
El Ayuntamiento apoya el festejo cofinanciando los pellejos. Cada uno, explica el alcalde, David de la Viuda (PP), cuesta unos 50 euros, pero se ponen a la venta para los vecinos por 20 euros cada uno. El regidor, de 33 años, ha vivido su primera procesión como mandatario y no como mayorgano raso, una responsabilidad requirente de mucho esfuerzo y cintura para solucionar las dificultades. Contratar las charangas para animar la madrugada o los fuegos artificiales resulta sencillo, pero más sufrieron para disponer de la pez indispensable para las antorchas. “Este año hemos conseguido 10 barriles de pez antigua y dan para unos ocho años, no es fácil de conseguir, se la hemos comprado a un señor de Zamora que la tenía guardada, ni idea de por qué las tenía”, ríe De la Viuda.
Las semanas previas al homenaje ponen a los mayorganos a rebuscar en los armarios en busca de pantalones viejos o ropas recias para resistir las quemaduras. Gabardinas, sombreros y gruesas pellizas cotizan contra el frescor nocturno y el goteo de la brea. Jóvenes y mayores se vuelcan en una conmemoración cuyas llamativas imágenes atraen a decenas de fotógrafos y han interesado a prestigiosos medios internacionales como The Guardian para mostrar esta ardiente procesión.
Tanto revuelo sorprende y agrada a históricos participantes de la romería nocturna, como Timoteo Escudero, alias Tein, de 75 años. El hombre ya no carga con las pesadas antorchas debido a “un tema de la columna” pero observa con delectación el caminar de sus vecinos durante el recorrido que pisó desde que tenía 16 años y empezó a participar. “Es muy alegre y divertida, desde finales de los años 90 los vinateros ya no tienen de los antiguos pellejos y hubo que empezar a fabricar y comprar unos nuevos”, expone Escudero.
El homenaje a Santo Toribio, indica, gana adeptos año a año pese a pasar por una época complicada hace medio siglo. Entonces los jóvenes como él se esforzaron por impulsarlo y atraer tanto a los locales como a los residentes en las proximidades del noroeste vallisoletano. Este 2023 se han cumplido 20 años desde su designación como de Interés turístico nacional y, pese a no caer el 27 de septiembre en fin de semana, muchos visitantes acuden por la tradición.
De día pueden visitar el museo del Pan, emblema de Tierra de Campos; y de noche presenciar la conmemoración, que también tiene miga. Tein y los demás mayorganos recurrían anteriormente a los sacos de esparto “porque la pez te puede preparar una avería buena, hay que ir bien cubierto para no quemarse la cara”. Menos suerte corren las calles rumbo a la ermita, con incontables manchones de brea, como bien sabe el bromista Tein: “Es una tradición un poco marrana, pero hay que vivirla”.
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