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Un juez autoriza a un recluso a tener un ‘vis a vis’ con su perro antes de que la mascota sea sacrificada

El Departamento de Justicia vasco está a la espera de un certificado veterinario para permitir la entrada del animal en la cárcel

Óscar López-Fonseca
Imagen del exterior de la prisión de Martutene, construida en 1948 en San Sebastián.
Imagen del exterior del Centro Penitenciario de Martutene, en San Sebastián, donde estaba el recluso cuando solicitó ser visitado por su mascota.J. HERNÁNDEZ

El titular del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria 1 del País Vasco, con sede en Bilbao, ha autorizado al recluso A. L. P. a ser visitado en prisión por su perro. La dirección del Centro Penitenciario de Martutene (Gipuzkoa) ―donde estaba cuando hizo la solicitud a comienzos del verano― lo había rechazado en primera instancia al considerar que la normativa penitenciaria no ampara, en ningún caso, el derecho de los internos a tener encuentros de convivencia (con contacto físico y conocidos como vis a vis) con animales de compañía. La decisión judicial, fechada el pasado 1 de agosto, se produce tras alegar el interno que su mascota va a ser sacrificada por su mal estado de salud, según recoge la resolución judicial a la que ha tenido acceso EL PAÍS.

No obstante, el juez impone al interno cuatro condiciones para que pueda tener este encuentro con el animal en la cárcel. Entre ellas, que aporte, precisamente, un certificado veterinario sobre el inevitable sacrificio de la mascota. Según fuentes del Departamento de Justicia del Gobierno vasco, hasta este lunes el encuentro entre el animal y el recluso ―que el pasado 21 de julio fue trasladado a otra prisión vasca― no se había producido porque este no había aportado esta documentación.

La decisión del juez se produce a raíz de la queja que el recluso presentó el 23 de junio después de que el centro penitenciario rechazara su petición de recibir la visita de su mascota. En aquel momento, el preso se le estaba aplicando el artículo 75 del Reglamento Penitenciario, que supone algunas limitaciones en su régimen de vida carcelario, tras ser sancionado. El magistrado pidió entonces al psicólogo del centro penitenciario un informe sobre la conveniencia para el preso de dicho encuentro y, tras recibirlo, ha corregido la decisión de la cárcel y autorizado el vis a vis. En el auto, el magistrado destaca que el interno ya ha cumplido la sanción y que anteriormente ya se permitió a otro recluso una medida de estas características.

No obstante, impone cuatro condiciones, entre ellas la de acreditar el estado terminal del perro y su próximo sacrificio. Así, el perro deberá ser llevado a la prisión por un familiar al que también se le haya autorizado participar en el encuentro y durante “el trayecto desde la entrada del Centro Penitenciario hasta la dependencia de vis a vis [el animal] debe ser [conducido] con bozal y atado con correa”. Por último, el magistrado insiste en que, en caso de que la mascota ensucie la zona de encuentro, “el interno limpiará las dependencias”.

Los casos como el de este recluso son excepcionales y, casi siempre, por orden judicial, según confirman las diferentes fuentes penitenciarias consultadas. De hecho, el artículo 225.2 del Reglamento Penitenciario establece que, “como regla general, por razones higiénicas no se autorizará la presencia de animales en los establecimientos penitenciarios y, en ningún caso, en las celdas”. La ley de bienestar animal, que entrará en vigor el próximo 29 de septiembre, no afecta a esta prohibición, que se mantendrá, aclaran fuentes penitenciarias.

Hace un año, un recluso de la cárcel de Zuera (Zaragoza) condenado por violencia de género a 10 años también solicitó poder encontrarse con su perro. Aducía que ambos estaban “muy unidos”. Los responsables de la prisión rechazaron la petición al considerar que la Ley Orgánica General Penitenciaria y el Reglamento Penitenciario únicamente contemplan comunicaciones íntimas, familiares o de convivencia con personas (en concreto, con familiares y allegados), pero no recogen la posibilidad de hacerlo con animales.

También argumentaron que sería difícil aplicar al animal los controles de seguridad ―arco detector de metales y escáner― a los que se somete a las visitas antes de entrar al departamento de comunicaciones. El recluso terminó recurriendo al juez, que pidió un informe al centro penitenciario para, finalmente, rechazar la pretensión del interno, según detallas las fuentes consultadas.

No obstante, sí entran animales y, en concreto, perros en las cárceles, aunque en circunstancias muy distintas. Además de las unidades caninas que el Ministerio del Interior puso en marcha en 2019 para detectar e impedir la entrada de droga en las prisiones, desde hace años se utilizan canes en la llamada Terapia Asistida Con Animales (TACA), un programa penitenciario destinado principalmente a internos con carencias afectivas o falta de autoestima. El cuidado de mascotas dentro de las prisiones busca que estos reclusos mejoren sus relaciones con otras personas y alcancen cierta estabilidad emocional dentro de un plan más amplio de reinserción.

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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