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Palabra de candidato
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Lo mejor de los candidatos en el más mejor país

Lo curioso de Pedro Sánchez es que parecía que hasta ahora había estado callado. Pensaba que los hechos hablarían por sí solos, pero los hechos hoy no existen, sino el meme de esos hechos

Abascal, el sábado, en Barcelona.
Abascal, el sábado, en Barcelona.Albert Garcia
Íñigo Domínguez

Y los candidatos con la mejor frase de la semana son… En esta crónica semanal repasaremos lo más logrado de los cuatro principales líderes políticos en su actividad logorreica electoral. Logorrea viene de “palabra” y “flujo”, y Sánchez, Feijóo, Díaz y Abascal estos días son un auténtico chorro verbal. Tienen que hablar mucho, se repiten, pero siempre hay momentos especiales. Suponiendo que las palabras aún sean importantes. ¿Lo son? A las 13.05 del viernes, María Guardiola, líder del PP de Extremadura, decía: “Mi palabra no es tan importante como el futuro de los extremeños”. A las 13.15, Alberto Núñez Feijóo, reflexionaba: “En tiempos en los que la palabra de los políticos no vale nada, yo reivindico la política de la palabra. Sin palabra no hay política”.

Pedro Sánchez ya habrán notado que ha hablado mucho, tampoco vamos a extendernos. Lo curioso es que parecía que hasta ahora había estado callado. El muy ingenuo pensaba que los hechos hablarían por sí solos, pero los hechos hoy no existen, sino el meme de esos hechos. Ha hablado donde cuenta, en la tele, porque un mitin en Burgos solo da juego si se hace algún anuncio o alguna frase desafortunada, si no, no te enteras. Ha centrado la campaña en él, de modo que ya casi ha conseguido que suene a parodia el solemne lema inicial del PP, “Sánchez o España”. La derecha lo ha ido abandonando. No era tan difícil ridiculizarlo, como el propio Sánchez argumentó a Aimar Bretos: “Si yo planteo las cosas como o Feijóo o la felicidad, o Feijóo o el planeta tierra, ¿qué me diría?”. Ahora bien, aclarado que no es un monstruo desalmado, todo esto le evita hablar de qué hará si gana, cuáles son sus planes, no dice ni pío, y tampoco se lo preguntan.

Y mientras tanto Feijóo… El Abc ya le advertía enfadado el martes en portada: El PP ya ha perdido 15 días de precampaña en sus enredos con Vox. Periodismo de datos a tope; se echaban en falta los signos de exclamación. Abrir los actos de campaña con la melodía de Verano Azul es problemático, porque el tema pide entrar en bici, pero el PP es más de llenar las ciudades de coches, y el lunes quedó aún más raro en la Seat, en Barcelona, donde Feijóo dijo: “Yo también tuve un Seat Ibiza”. Esto es política transversal, nos habla a todos, sí señor. Allí presentó su programa económico, pero donde lo hizo más claro fue en El Hormiguero: “A mí lo que me interesa es traer riqueza a mi país, necesito traer inversión extranjera a mi país, que las empresas sepan que España es un lugar seguro, no se ataca a las empresas, no se critica a los empresarios, no se les señala. Además, quiero atraer a personas que tienen patrimonio y que están dispuestas a venir a vivir a uno de los lugares más mejores del mundo (sic), que es España”. Es el modelo Londres, esa urbe ya imposible para los seres humanos normales, y un país de camareros para jubilados anglosajones. Luego nos puso al corriente de las preocupaciones de Julio Iglesias, un millonario que prefiere vivir en Miami: “Está obsesionado con dos problemas que tiene España, la unidad territorial de nuestro país y el agua”. Pero la mejor frase fue esta: “El PSOE puede pactar con cualquiera y nosotros con nadie. ¿Estaría bien que yo pactara con Bildu, ERC o Podemos?”. Pablo Motos le dijo que prefería no opinar, pero la respuesta es fácil: claro que sí, estaría muy bien, imaginen lo que nos íbamos a reír. No lo descartemos, por favor. Según se ha planteado, si gobierna, en cuanto Bildu apoye una ley suya, estará pactando con ellos.

Yolanda Díaz se ha visto menos. Hizo una entrevista el lunes en El Objetivo donde lo dio todo, pero luego ha salido poco (hasta que apareció el viernes en El Intermedio y dio un titular geopolítico que eclipsó todo: “Pedro Sánchez es un pibón”). Quizá se ha prodigado menos por coherencia, porque propone reducir la jornada laboral. Es lo que más deja caer, siempre con un retintín para buscar su espacio, eso de que la macroeconomía va bien, pero la gente no lo nota. Díaz es la única candidata que propone cosas de esas para soñar con un mundo mejor: quiere que en dos años tengamos jornada laboral de 37,5 horas y, luego, de 32 horas (estarán todos ustedes como locos dividiendo por cinco) ¡y cobrando lo mismo!: “Queremos que la gente trabaje menos para que pueda vivir mejor. Esto es fundamental, tenemos riqueza suficiente en este momento para hacerlo y que la gente pueda hacer lo que estime conveniente, estar en su casa, dedicarse a cuidar a sus hijos, o sencillamente ir a pasear, o aburrirse. Esto es la vida. Trabajar menos para vivir mejor y es absolutamente posible. (…) Los jóvenes lo tienen clarísimo, hay tecnología suficiente para hacer esto, e insisto, sin reducción salarial”. Es la típica frase que desquicia a la gente de derechas, el acabose (expresión tomada de Zipi y Zape, creo que ya no la dice nadie).

En términos de barbaridades, Santiago Abascal sigue siendo imbatible. Y hace a la vez de poli bueno y poli malo casi en la misma frase. El lunes, en Valencia, estaba pimpante, que ya es decir, porque lleva la camisa al límite, tienes miedo de que salga disparado un botón y le saque un ojo a alguien. Alababa su acuerdo con el PP y llegó a decir que gustará “incluso a muchos electores de izquierda, que cuando vean la acción de gobierno verán cómo no tenían tantos motivos para preocuparse, de lo que ha sido un proceso de demonización brutal de Vox”. Ya. Pero es que este hombre se demoniza solo, siguió así: “Tenemos la obligación de liberar a España del presidente que se ha convertido en un peligro para las mujeres, del presidente responsable de la excarcelación de centenares de violadores, de la importación también de muchos de ellos y, en definitiva, de alguien a quienes las mujeres ya identifican como el líder de la manada que las ha puesto en peligro”. Sí, sí, ha dicho “importación”. Hay más de este estilo, pero ya se hacen una idea. Lo significativo es cómo hemos normalizado declaraciones que hace unos años habrían sido inadmisibles en la esfera pública. Con Vox todo es sota, caballo y rey, no hay sorpresas. Pero a veces, en su argumentación gaseosa que mezcla los instintos dominantes allá donde va, llega a decir cosas como esta, en León: “‘¿Estás de acuerdo en hacer reconocimiento a nacionalidades históricas?’, me preguntaron. Sí, a León, Castilla, Aragón y Navarra. Sin León no habría España”, subrayó. Esto el partido que quiere acabar con las autonomías.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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