La economía anima al Gobierno frente a unas encuestas desfavorables
Los datos llevan a La Moncloa a pensar en una remontada que los sondeos no detectan
En campaña, los políticos pierden el olfato. Prácticamente todos los ministros y los líderes del PP llevan ya un par de semanas entregados en su agenda a mítines diarios y viajes por toda España, en una campaña que formalmente empieza este jueves pero que en realidad ya arrancó tras la Semana Santa. Apenas paran, viven entre viajes, actos y aplausos de los militantes, y pierden una parte de la percepción de la realidad, según admiten muchos de ellos. Los socialistas, en particular, están especialmente desconcertados por algunas encuestas que les auguran un golpe muy duro en las autonómicas, con la posibilidad de perder varias autonomías simbólicas, incluida la principal: la Comunidad Valenciana.
En La Moncloa insisten en que sus sondeos internos no detectan en absoluto esa tendencia; al contrario, ven una clara recuperación del PSOE en los últimos meses, aunque falta por saber cómo aguantará el sector a su izquierda, inmerso en una importante batalla interna.
Los socialistas incluso aspiran a ganar en número de votos al PP en las elecciones municipales, un dato muy simbólico y que se antoja difícil de lograr, teniendo en cuenta que los populares van a recuperar muchísimo voto casi de forma automática por la caída de Ciudadanos. Pero sobre todo creen que no habrá un significativo cambio de poder ni en las autonomías ni en los ayuntamientos, al contrario de lo que sucedió en 2011, cuando la debacle en las autonómicas del PSOE fue el preludio de la mayoría absoluta del PP, que llegó en las generales de noviembre.
Pero, pese a ese optimismo, se percibe también en el Gobierno un cierto desconcierto por el hecho de que los datos económicos de los últimos meses, algunos de ellos especialmente notables como el récord de afiliados a la Seguridad Social (20,6 millones) no estén llevando a los socialistas y a Unidas Podemos, la otra pata de la coalición, a unos niveles de apoyo muy superiores al que detectan las encuestas.
“Toda la vida habíamos estudiado que la clave de todo en la política española es el empleo. Siempre ha sido el principal indicador para saber cómo estaba un Gobierno. Y jamás hemos tenido unos niveles de ocupación como estos. La Semana Santa ha sido impresionante y el verano lo será aún más. Por eso no nos creemos los sondeos que hablan de una caída del PSOE o de una gran ola de derechas. No tendría ningún sentido que con estos datos, y con una gestión que la mayoría de los ciudadanos apoya, el resultado de las autonómicas fuera catastrófico”, explica un miembro del Ejecutivo.
La semana arrancó de forma complicada para el Gobierno, con una polémica con Isabel Díaz Ayuso en la recepción del Dos de Mayo que se ha asumido dentro del Gobierno como un error, porque, a pesar de que todos los ministros dan la razón a Félix Bolaños en esta disputa —esto es, que tenía derecho a estar allí y que es un despropósito que se le impidiera subir al estrado—, lo cierto es que muchos ministros creen que el resultado final favorece a Ayuso, feliz de aparecer en el mundo conservador como el gran dique contra el Gobierno, y perjudica al Ejecutivo porque le desvía de su campaña centrada en la economía y la gestión. “Vamos muy bien, los datos son extraordinarios y la campaña del presidente está muy medida, con anuncios diarios en cuestiones que importan a los ciudadanos, vivienda, educación, jóvenes, es muy importante no cometer errores no forzados ahora”, resume un ministro.
Bolaños, que llevaba desde el fin de semana anterior con problemas importantes de salud y fue al acto enfermo, hasta el punto de que finalmente este sábado fue intervenido en un hospital madrileño por cólicos biliares, intentó desde el primer momento dar por zanjada la polémica, pero Ayuso logró estirarla unos días y el resultado final deja un sabor amargo en el Gobierno y también un importante malestar interno con la ministra de Defensa, Margarita Robles, por mantenerse en el palco.
Sin embargo, la semana ha terminado con el Ejecutivo eufórico por los datos de empleo y por el acuerdo salarial entre empresarios y sindicatos, que tanto Pedro Sánchez como Yolanda Díaz llevaban impulsando desde hace más de un año. El pacto, que aparentemente evita la conflictividad que se auguraba este otoño, es un auténtico regalo político para el Ejecutivo en plena campaña electoral porque refuerza el enfoque de Sánchez —esto es, que la izquierda logra hacer reformas con paz social, al contrario que la derecha, que hizo la reforma laboral y la de pensiones con los sindicatos en contra y protestas en la calle, como en Francia—, pero sobre todo porque disipa la idea de caos económico que había dibujado el PP.
Los barones autonómicos socialistas consultados también están muy descreídos con las encuestas negativas que se publican. No coinciden con los datos que ellos manejan, que no les hablan de victorias aplastantes, algo que tampoco tuvieron en 2019 —casi todas las comunidades que controla el PSOE se decidieron por la mínima— pero sí les dan una cierta seguridad de que pueden mantener los gobiernos. Salvo La Rioja, que está muy complicada, los socialistas creen que pueden mantener todas las que tienen, siempre que no haya un desplome de la izquierda con la que gobiernan en autonomías clave como la Comunidad Valenciana. Todo indica que las que están en manos del PP seguirán en sus manos.
Aunque la actividad del Gobierno sigue, todo en La Moncloa está orientado a la campaña. Sánchez ha optado por adelantar las medidas del Consejo de Ministros en los mítines del PSOE que hace a diario por toda España. La Moncloa ha diseñado una estrategia de goteo de anuncios para tratar de poner el foco en la gestión, la economía y medidas para el voto joven. Lo más llamativo, visto desde los ojos de La Moncloa, es que los candidatos autonómicos y locales también están tirando de la gestión del Gobierno en sus mítines, porque, aunque el PP centre su campaña en “derogar el sanchismo”, los datos económicos y las medidas del Ejecutivo han cambiado las previsiones iniciales.
Un barón clave como Ximo Puig, en el que están puestas todas las miradas, tiene la doble estrategia: por un lado, ha llevado su propia campaña local, centrada en su figura, que está bien valorada, pero tampoco se aleja de Sánchez, y el viernes dio un mitin con él en Alicante, al contrario que el castellanomanchego Emiliano García-Page, que sí ha evitado claramente en varias ocasiones cruzarse con el presidente en los mítines en su comunidad.
En el PP están convencidos de que, pese a la mejoría de la economía, los ciudadanos están muy molestos por la inflación y sobre todo creen que el antisanchismo es un gran movilizador y aglutinador del voto conservador. Y por eso la idea de derogar el sanchismo está en todos los mítines del PP.
Desde el Gobierno creen que esta apuesta es una muestra de debilidad de Feijóo, que llegó hace un año con la intención de ampliar el espacio de Pablo Casado y recabar votos en el centro y ahora ha terminado aferrado al antisanchismo como gran mensaje. Pero los populares detectan un mar de fondo antigubernamental que ven como el mejor combustible a disposición para debilitar el poder socialista y preparar el gran asalto a La Moncloa a finales de año. “Hay una ola conservadora muy potente en todo el mundo después de la pandemia. Y no es fácil pararla”, resume un ministro. “Pero en España las cosas son diferentes, y tenemos la gran ventaja de que la gestión del Gobierno le gusta incluso a mucha gente que no nos va a votar. Creo que los resultados van a ser una sorpresa para muchos. Resistirán los gobiernos y Feijóo saldrá debilitado para las generales”, apunta. En el PP creen que será exactamente al revés.
La campaña aún no ha empezado formalmente, pero las maquinarias electorales ya están a pleno funcionamiento. Todo está muy abierto y cualquier error o acierto puede decantarla. Unas elecciones locales con mucho más efecto nacional del habitual, que además empiezan de una forma completamente inédita: Sánchez arranca la campaña el viernes en el corazón del poder mundial, el despacho oval de la Casa Blanca. No es algo buscado —a Joe Biden, que ha decidido la fecha, no le importan mucho las autonómicas españolas— pero sí puede ser un augurio de una campaña completamente atípica.
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