La coalición aprende a vivir después de la fractura del ‘solo sí es sí’, la peor de la legislatura
PSOE y Podemos minimizan daños e intentan cerrar un episodio muy doloroso para ambos
Como siempre que se toca la ley del solo sí es sí, el fondo del debate resultó muy duro, pero las formas esta vez lo fueron un poco menos que en el anterior pleno del Congreso, el de la toma en consideración. Y eso, pese a la desolación que se respiraba tanto en Unidas Podemos como en el PSOE con el asunto que probablemente más desgaste al Gobierno y que sin duda está en el centro de la peor crisis de la coalición, servía para consolar a los más optimistas. Nadie disimuló. La escena final de la votación de la reforma este jueves, con el PP eufórico en pie, Irene Montero indignada mirando a la bancada socialista y esta en silencio, sin aplaudir y con caras muy serias, explica más que muchas palabras.
Para el PSOE es un mal menor. Una solución a un fiasco no previsto, porque algo había que hacer frente a las casi 1.000 rebajas de condenas, según el último recuento oficial, para dar carpetazo político a este asunto. Para Podemos es una afrenta imperdonable y un gran retroceso. “Lo único bueno de hoy es que ya ha pasado”, resumía un diputado de la mayoría. “¿Y ahora qué?”, preguntaban los periodistas a los ministros en los pasillos del Congreso. Había respuestas de todo tipo, pero el resumen era claro: “Esto no cambia nada, las posiciones están donde estaban y lo más importante es que nadie quiere romper la coalición, así que no se romperá”.
Ni Irene Montero se va a ir del Gobierno ni Pedro Sánchez la va a echar. Eso es lo que se respira hablando con muchos dirigentes de los dos sectores. Así que la coalición tiene que aprender a vivir con la profunda herida que deja esta larga batalla que empezó en diciembre, cuando Justicia envió a Igualdad la primera propuesta de reforma —muy parecida a la que finalmente se aprobó— y terminará la semana que viene en el Senado. La coalición vive a impulsos, y la euforia de la semana pasada con la ley de vivienda ha dejado paso a la nueva sangría con el pleno de este jueves.
Sin embargo, los socialistas están convencidos de que este asunto está políticamente amortizado y no entienden por qué Montero no asume ya “con deportividad” la discrepancia y rebaja el dramatismo. Aunque en las últimas palabras de la ministra en la sesión, varios en el PSOE quisieron ver una puerta abierta a superar este asunto y pensar en lo que viene. La tensión es evidente y el sector socialista cada vez cuenta menos con las dos ministras de Podemos, mientras se refuerza la relación con Yolanda Díaz, la vicepresidenta segunda, que mantiene una interlocución fluida con Pedro Sánchez, más allá de que en el PSOE no gustara que le llamara “machista” en la entrevista en La Sexta el domingo pasado.
Unidas Podemos encajaba el golpe este jueves y prefería mirar al futuro. “Hoy es un día triste, seguramente el más difícil que he vivido en este Parlamento como ministra”, reconoció al inicio de su intervención y en tono solemne Montero. Pese a mantenerse firme en su postura, en el hemiciclo tanto ella como la diputada Lucía Muñoz, que tomó la palabra en nombre del grupo parlamentario, moderaron sus acusaciones al PSOE.
En el partido están dolidos. También en el Ministerio de Igualdad, que hizo de esta norma una de las principales banderas de la legislatura, y donde conviven cuadros de Podemos e Izquierda Unida, en armonía en este caso en la defensa de la ley. En su discurso final, Montero alertó de que la ofensiva contra la ley también lo ha sido “contra el Gobierno y su presidente”, aludiendo al intento del PP de romper el Ejecutivo con su apoyo. En el partido consideran, además, que la derecha ha jugado desde noviembre —cuando se conocieron las primeras rebajas de penas a agresores sexuales— a alentar la “dimisión” de la ministra, el principal activo electoral de Podemos en un momento también de incertidumbre en torno a la unidad con Sumar, el proyecto de Díaz de cara a las generales. El mensaje de respuesta desde la organización es claro: no va a dimitir porque alguien tiene que seguir defendiendo las políticas feministas en el Ejecutivo y nadie como ellos han peleado la existencia de la coalición.
Precisamente la vicepresidenta segunda del Gobierno ha sido una de las cuatro ministras (junto a Montero, Pilar Llop e Ione Belarra) presentes a primera hora en la Cámara baja para escuchar el debate. Había muchas dudas en torno a su asistencia y esta apenas se confirmó el miércoles a última hora, a su regreso de un viaje institucional a Nueva York. El equipo de Díaz quiso esquivar un nuevo choque con Podemos y trasladó que la titular de Trabajo había acudido al pleno para “apoyar” al grupo parlamentario en uno de sus momentos más complicados. No lo hizo en el debate sobre la toma en consideración, aunque sí fue a votar e incluso se fotografió acompañando a Montero al final de aquella jornada, el 7 de marzo. Este jueves, la dinámica ha sido la contraria: asistir al debate pero ausentarse de la votación, ya que tenía concedido el voto telemático.
En un momento políticamente complejo, con su papel en entredicho, Montero optó desde la tribuna por seguir defendiendo la norma y hacer hincapié en lo que todavía falta. “Tenemos mucho trabajo por hacer. La ley del solo sí es sí sigue en vigor, y aun después de este retroceso en la parte penal, precisamente por el retroceso, tenemos que ser capaces de acelerar su implementación”. La ministra abogó por avanzar, con dotación económica, en el acceso a la justicia gratuita de todas las víctimas, la especialización de los juzgados, la formación para los operadores jurídicos o la construcción de los centros de crisis, uno por cada provincia. “Hoy nos quedamos en minoría, pero vamos a seguir trabajando”, afirmó al término de su intervención. “Es lo que mejor sabemos hacer las feministas. Cuando conquistamos derechos y también cuando retrocedemos y nos quedamos en minoría. Seguir adelante”, concluyó. Todo indica así que tanto el PSOE como Unidas Podemos apuestan por mirar hacia adelante y aprender a vivir con esta herida hasta que cicatrice. O hasta la próxima convocatoria electoral.
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