Josep Piqué, la mirada siempre más allá
Entendió que había que mirar hacia fuera, que no bastaba con resolver las pequeñeces de la política doméstica por muy destructivas que fueran
En febrero de 2020, apenas un mes antes de la pandemia, Josep Piqué se hizo editor. El mundo editorial proporciona más sinsabores que reconocimiento, es tan demandante de esfuerzo y compromiso como una negociación internacional y su supervivencia siempre precaria desgasta emocionalmente más que una gran fusión empresarial. Con todo ello lidió Piqué en sus tres años al frente de Política Exterior, una publicación con solera, pequeña pero influyente, a la que el exministro de Exteriores aportó personalidad, conocimiento, entusiasmo y tiempo, lo más preciado que tenía.
El contexto era desfavorable, la realidad internacional cada día más compleja y el papel de España corría el riesgo de difuminarse. Piqué entendió, una vez más, que había que mirar hacia fuera, que no bastaba con resolver las pequeñeces de la política doméstica por muy destructivas que fueran: hacía falta promover un debate amplio sobre el proyecto de futuro de un país que completó su modernización abriéndose al mundo. Había que empezar por lo grande para llegar a lo pequeño. Lo hizo en Política Exterior casi al mismo tiempo que en el Foro La Toja-Vínculo Atlántico, con el afán de situar a España como centro de reflexión sobre los cambios globales.
La misma intuición sobre lo que nos jugamos en el exterior le llevó a tomar decisiones de gran trascendencia en el ministerio de Asuntos Exteriores. En su corto paso por Santa Cruz, entre 2000 y 2002, se aprobó el primer Plan Asia de la política exterior española, se creó Casa Asia y nació el Real Instituto Elcano. Recordar que todo ello sucedió hace más de 20 años ayuda a entender el acierto de la visión de Piqué, acompañada de habilidad conciliadora y el humor de un hombre reservado con enorme curiosidad.
Convencido de que las ideas son el punto de partida de los grandes cambios, Piqué llegó a Política Exterior dispuesto a agitar un pensamiento internacional español todavía modesto, concentrado en pequeños círculos, y a menudo seguidista de teorías y debates procedentes del mundo anglosajón que encajan con calzador en un país con la historia y la peculiar posición global de España. Nunca dejó de sorprenderme que se sumara a nuestro empeño en contribuir a ello desde una publicación heterodoxa, cuya aportación se entiende mejor fuera que dentro de nuestro país, y tan difícil de sacar adelante. La explicación es que Piqué sabía que la política necesita una base social. A la construcción de esa base se ha dedicado en los últimos años y hasta el último de sus días, a través de artículos, seminarios, conferencias, viajes y reuniones, con políticos de todos los partidos, empresarios, estudiantes, profesores, periodistas. Conversar con Josep, escucharlo, era un regalo inesperado, por sus conocimientos y por su vitalidad.
Había pasado con éxito por la política y la empresa, donde nunca dejaron de contar con él. Pero lo que le interesaba cada vez más era la reflexión sin pretensiones, pero siempre aguda, la escritura profunda amarrada a la historia más que a la búsqueda de titulares. Todos los libros que le ofrecí estos últimos meses, ya los había leído: derecho, filosofía, política y, especialmente, historia. Se manejaba igual de bien con fuentes marxistas o neoconservadoras, de ahí una trayectoria ideológica tan compleja y al mismo tiempo coherente. Seguía un principio de independencia en sus lecturas, opiniones y acciones.
Es así como se hizo el Piqué editor que unas semanas atrás, al consultarle sobre la oportunidad de un artículo que sabíamos conflictivo, no dudo en decirme: “adelante”. Te echaremos de menos, Josep, seguiremos tu ejemplo: siempre adelante, mirando más allá.
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