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Tamames se olvida de pedir elecciones en su moción de censura y reclama un pacto de los “partidos constitucionales”

El candidato eliminó apartados completos de su discurso, donde no aportó un programa de Gobierno, para intentar acortar un debate que se prolongó 11 horas

Ramón Tamames abandona el hemiciclo tras la primera jornada del debate de la moción de censura apoyado en un ujier y acompañado por el líder de Vox, Santiago Abascal. Foto: ALEJANDRO MARTÍNEZ VÉLEZ (EUROPA PRESS) | Vídeo: Europa Press
Miguel González

A Ramón Tamames su moción de censura se le hizo cuesta arriba. Ya cuando Santiago Abascal, su presentador, y el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, andaban enzarzados en un duelo de réplicas y contrarréplicas que se prolongó dos horas y media, consultaba impaciente el reloj. Más tarde, intentó interrumpir al presidente censurado mientras respondía a sus críticas porque, se quejó, estaba leyendo 20 folios. La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, lo mandó callar y aguantar.

El economista, de 89 años, había sido advertido de que defender una moción de censura era someterse a una agotadora sesión parlamentaria. Pero no esperaba que, siendo él el protagonista, las intervenciones de los demás oradores fueran más largas que la suya. “Estarán ustedes lógicamente cansados”, se justificó, aunque aún era media mañana, y recortó sobre la marcha el discurso que traía preparado, saltándose páginas y apartados completos. Entre ellos, su propuesta para reformar el sistema de pensiones.

También se comió el párrafo en el que proponía la celebración de elecciones generales anticipadas el 28 de mayo, coincidiendo con las municipales y autonómicas, que era el punto clave de su pacto con Vox, con el que no comparte la mayor parte de su programa político. La Moncloa se apresuró a llamar la atención sobre el olvido y el partido ultra rescató el párrafo en el que el candidato decía que “las elecciones generales, si no se acepta la propuesta de la moción de censura, serán en diciembre”. Lo que no es exactamente lo mismo.

El portavoz del PNV, Aitor Esteban, destacó que ni siquiera Tamames se creía que fuera candidato a La Moncloa y él mismo reconoció que la moción no tenía “visos de prosperar en su finalidad de cambiar el Gobierno”. Por eso, en vez de concluir su discurso pidiendo a los diputados que voten este miércoles a favor de su candidatura, como se espera en un trámite como este, lo hizo con un llamamiento a los llamados “partidos constitucionales” —entre los que incluye al PSOE, el PP y Vox— para que lleguen a un pacto de mínimos que incluya un “paquete de medidas adecuadas” (aunque no lo especificó, se refería a medidas económicas), una reforma de la ley electoral (para evitar la supuesta sobre-representación de los partidos independentistas) y un mecanismo de vigilancia de la corrupción. Además, reclamó un acuerdo entre las fuerzas políticas para “recuperar un cierto rumbo de concordia, paz y entendimiento”, una demanda que se daba de bruces con el tono agresivo del discurso que acababa de pronunciar su patrocinador, Santiago Abascal.

Tamames alegó que la Constitución no obliga al candidato de una moción de censura a presentar un programa de Gobierno y él no lo hizo. Lo que presentó en el Congreso fue, según sus propias palabras, una “ponencia”, un “análisis de la situación de España y sus posibles remedios”, un conjunto de ideas para “una meditación parlamentaria” a partir de la pregunta que lanzó al aire: “¿Cuándo se jodió España?”, parafraseado al personaje de Vargas Llosa en Conversación en la Catedral.

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Sentado en el escaño de Abascal, el economista utilizó un tono más templado que su presentador y solo levantó la voz en ocasiones contadas, como cuando aseguró sentirse indignado por el “beneplácito” del Gobierno ante la negativa de la Generalitat catalana a aplicar la sentencia del 25% de las clases en castellano. O cuando proclamó, dirigiéndose a los independentistas: “La autodeterminación no existe”.

Los diputados de Vox lo interrumpieron con aplausos en contadas ocasiones y recibieron su discurso con bastante más frialdad que el de Abascal. Sí lo ovacionaron cuando dijo que el Gobierno se apoya en quienes “hasta hace poco utilizaban la violencia para imponer” sus posiciones y en los que “mantienen declarada profesión de fe en acabar con la Monarquía parlamentaria, la figura de Felipe VI y la unidad de España”.

El exdirigente del PCE acusó al Gobierno de dividir a los españoles con la Ley de Memoria Democrática, situando el origen de la Guerra Civil en la revolución de Asturias y no en el golpe militar. Y de tomar el control de otras instituciones del Estado, entre las que incluyó el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), a pesar de que su composición no se renueva desde hace 1.565 días, como le recordó Sánchez, debido al bloqueo del PP.

Quizá como consecuencia de que recortó su discurso sobre la marcha, la intervención del candidato quedó deslavazada, sin que fuera fácil seguir su hilo conductor. En el capítulo económico, el que traía más preparado, criticó el aumento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) o la propuesta de recuperar los 45 días de indemnización por despido, que calificó de “franquista”; mientras que tachó de electoralista el anuncio de que se dedicarán 2.500 millones para becas y criticó el “desmadre generalizado del gasto público”, sin atender la demanda de la Airef (Administración Independiente de Responsabilidad Fiscal) de recortarlo en 60.000 millones.

Tras asegurar que “el desarrollo industrial de España tiene su mayor enemigo en el Gobierno por su aversión a los empresarios”, cometió un sonoro patinazo al criticar “el sacrosanto respeto a las pymes”, las mayores creadoras de empleo en España, de las que dijo que “no son las empresas del futuro”. Se alineó, quizá sin saberlo, con Unidas Podemos al preguntarse por qué no se aprueba ya la ley de vivienda, y se sitió en las antípodas de Vox al pedir que se importen trabajadores extranjeros para la construcción frente a quienes “se oponen a ello porque quitan trabajo a los españoles”.

Molesto con la excesiva duración del debate, sugirió que se modifique el reglamento de la Cámara para abreviarlo y, cuando Sánchez le reprochó que no hubiera mencionado la lucha contra el calentamiento global, que Vox niega, o la situación de Cataluña, que a juicio del presidente ha mejorado desde que no gobierna el PP, le respondió que no se pueden abordar todos los temas. Y, como decía el president Jordi Pujol cuando una pregunta le incomodaba, apostilló: “Hoy no toca”.

El candidato aguantó 11 horas en el escaño, con una interrupción de 30 minutos, pero solo contestó a Sánchez y a la vicepresidenta Yolanda Díaz por la mañana. A los 20 portavoces que intervinieron por la tarde les contestará este miércoles en bloque; incluido el de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, quien le agradeció su “valentía” por haber aceptado ser candidato. Una decisión que la mayoría de quienes intervinieron achacaron a su vanidad y él presentó como uno de sus “últimos servicios” a España.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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