“Si hay minas, mala suerte”, afirman los militares ucranios que se instruyen con los Leopard en España
Los 55 carristas que han aprendido durante un mes a operar el tanque alemán en Zaragoza regresan a Ucrania
“La [maniobra] envolvente está muy bien, pero ¿y si hay minas?”, advierte el instructor español a sus alumnos ucranios durante la charla previa al ejercicio que van a llevar a cabo este lunes en el campo de San Gregorio (Zaragoza). “Si es una orden, es una orden; y si hay minas, mala suerte”, responde uno de ellos, un hombre calvo y robusto que parece el más veterano.
El miércoles regresarán a Ucrania, vía Polonia, los 55 militares que el 16 de febrero llegaron a España para instruirse en el manejo del Leopard, el carro de combate de diseño alemán que los aliados europeos han puesto a disposición de Kiev. Muchos confían en él para hacer retroceder esta primavera a las tropas rusas que invadieron el país en febrero de 2022.
Han sido cuatro semanas de intensa formación en el Centro Nacional de Adiestramiento (Cenad) del Ejército de Tierra, con jornadas de 12 horas diarias, sin más descanso que la tarde del sábado. “Claro que nos hubiera gustado tener más tiempo, pero el programa se ha cumplido. No hemos tenido que ralentizar el ritmo del curso como temíamos. Salen muy bien preparados”, proclama satisfecho el capitán Contreras. La clave, añade, “está en su experiencia y motivación. Su estado de ánimo es sorprendentemente bueno. Están deseando volver a su país para defenderlo”. Los que han venido a España, explica, ya eran carristas, aunque los tanques a los que estaban acostumbrados eran de origen de soviético; y han combatido en primera línea. Otro instructor se muestra menos optimista: “Hay de todo, algunos venían del campo y solo sabían llevar un tractor”.
Todos son varones y uno de los más jóvenes es su jefe, un teniente de 21 años recién salido de la academia. El resto abarca una amplia gama de edades; entre ellos, reservistas reenganchados con 60 años. El teniente coronel Román reconoce que no es la edad idónea para un combatiente, pero esgrime un argumento inapelable: “Esto es una guerra. Es lo que hay”.
Las dos primeras semanas las han dedicado a formarse intensamente con los simuladores. En el Cenad los hay de todas clases: fijos y dinámicos, de torre, de conductor (que reproduce los golpes y vaivenes al circular campo a través) y de tirador. Luego, han pasado al carro escuela, adaptado para la enseñanza, y, finalmente, a los tanques Leopard 2 A4, como los que España ha prometido a Kiev. Los instructores, una treintena, proceden del Regimiento Alcántara de Melilla, una de las pocas unidades del Ejército español que aún opera este modelo y no el Leopard 2E, más moderno.
“Lo que les vamos a dar es mejor que lo que tienen, está un escalón por encima”, sostiene el capitán Contreras, en referencia a los T-64 y T-72 con que cuenta el Ejército ucranio. En cambio, no es superior, admite, al T-90 o el T-14 Armata de las fuerzas rusas, pero hasta ahora Moscú solo ha sido capaz de poner sobre el terreno un reducido número de sus tanques más avanzados.
Además de formar 10 tripulaciones completas de Leopard —conductor, cargador, tirador y jefe de carro—, en Zaragoza se han instruido 15 especialistas en mecánica, electricidad y armamento, capaces de asegurar un sostenimiento de segundo escalón del carro —de las cuatro revisiones previstas por el fabricante, en función de su exhaustividad— sin alejarse del frente.
Los alumnos de Zaragoza son la élite de los más de 500 militares ucranios que están recibiendo en España formación militar básica o específica (tiro de precisión, desminado, atención sanitaria) bajo la dirección del Toledo Training Coordination Center (TTCC). A pesar de ello, la Misión Militar de la Unión Europea para Ucrania (EUMAM) no le ha reconocido la condición de mando, a la que Defensa aspiraba, un papel reservado para Alemania y Polonia.
Las dotaciones del Leopard ya instruidas estarán de vuelta en Ucrania en pocos días, pero Kiev no ha solicitado por ahora formar más tripulaciones. Aún faltan semanas para que los seis carros de combate que la empresa Santa Bárbara está rehabilitando en su planta de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) estén a punto; y más aún para los cuatro tanques suplementarios que el presidente Pedro Sánchez prometió a su homólogo ucranio, Volodímir Zelenski, en su última visita a Kiev.
El gran reto será llevar los blindados hasta el campo de batalla. Transportarlos por vía férrea es lo más rápido, pero no lo más discreto. Y hacerlos atravesar Ucrania circulando resulta muy costoso: consumen hasta tres litros de gasóleo por kilómetro. Putin los ha convertido en objetivo prioritario. Su destrucción, reconocen fuentes militares, no solo sería un éxito militar, sino sobre todo propagandístico. Moscú ha prometido reducir a chatarra el principal símbolo del apoyo militar europeo a Zelenski.
Por eso, fuentes militares subrayan la necesidad de que los tanques dispongan de una potente cobertura de vehículos de combate y defensa antiaérea. “Un Leopard, por sí solo, es muy vulnerable”, advierten.
En su charla previa, el capitán instructor insiste en repasar las medidas de autoprotección. Tras formar a cada militar en su puesto táctico y a la tripulación de cada carro, llega la última fase: ser capaces de actuar conjuntamente una sección de cinco tanques, lo que incluye combate nocturno y fuego real, con tanques españoles haciendo el papel del enemigo ruso. “¿Está todo claro?”, les pregunta, justo antes de que suban a sus Leopard y se alejen levantando una nube de polvo en el campo de San Gregorio.
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