“Romper la coalición ahora sería entregar la victoria a la derecha”
Después de una semana durísima, el Gobierno trata de rehacerse. Algunos diputados piden la cabeza de Irene Montero, algo que Sánchez descarta
Desde que empezó a caminar, hace tres años y dos meses, decenas de análisis han dado por muerta a la coalición de Gobierno entre PSOE y Unidas Podemos. Cada vez parecía imposible que superara los distintos precipicios que iban surgiendo. No iba a durar, no lograría sus primeros Presupuestos, ni los segundos, ni mucho menos los terceros. No superaría la pandemia. Moriría con la inflación acelerada por la guerra de Ucrania. El otoño de 2022 acabaría con ella por la enorme crisis económica que vendría, que sacaría a la gente a la calle...
Todos esos análisis fallaron. La coalición ha logrado llegar a la recta final de la legislatura con más de 200 iniciativas aprobadas y una situación económica mucho mejor de la esperada, aunque no exenta de problemas graves, en especial la inflación disparada de los alimentos.
Pero esta semana algo ha cambiado. Y los calificativos dramáticos vuelven a tener sentido para describir una situación que ahora sí parece muy grave, tal vez la más delicada de toda la legislatura. La votación dividida sobre la reforma de la ley de libertad sexual o del solo sí es sí, la primera gran norma del Gobierno en la que se fractura la coalición, y el descarnado debate en el Congreso —la diputada de Podemos Lucía Muñoz llegó a decir del PSOE: “Se está aliando con el PP y Vox para que [los jueces] vuelvan a preguntarnos si cerramos bien las piernas”— ha generado una reacción en algunos sectores socialistas diferente a la de otras crisis. El vasco Patxi López, un político curtido en mil batallas, estalló ese martes: “Ha sido impresentable”, calificó el discurso de Podemos.
Esa tarde, poco después del debate, algunos diputados empezaron a hablar entre ellos con un mensaje claro: esto es insostenible, el presidente tiene que sacar a Irene Montero del Gobierno. No romper la coalición, sino hacer ese gesto de autoridad con la ministra de Igualdad. Sin embargo, todos los miembros del Ejecutivo, de la cúpula del PSOE y del núcleo duro de Pedro Sánchez consultados lo descartan por completo.
Un ministro resume así un análisis muy generalizado que se percibe en el entorno del presidente: “Romper ahora sería entregar la victoria a la derecha”.
Otros miembros del Ejecutivo y del PSOE explican que una coalición solo se rompe por dos motivos: porque crees que puedes gobernar en solitario o porque das por hecho que vas a perder y rompes para intentar consolidar tus posiciones y prepararte mejor para la siguiente votación. Y aquí no se da ninguna de las dos hipótesis, insisten.
En La Moncloa están seguros de que hay partido, que las elecciones de diciembre se pueden ganar porque la mayoría de los datos de la gestión son positivos y la izquierda tiene dos candidaturas competitivas con Sánchez y Yolanda Díaz —que dan por segura candidata de ese espacio a la izquierda del PSOE— frente a Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal. Por eso, concluyen que romper la coalición sería la peor de las decisiones posibles ahora. Estas fuentes descartan así que Sánchez aproveche la minicrisis de Gobierno que tiene prevista para este mes de marzo —en la que sustituirá a Reyes Maroto (Industria) y Carolina Darias (Sanidad), candidatas en los comicios municipales— para dar un golpe de timón con Irene Montero.
El presidente, señalan los suyos, está absolutamente convencido de que, pese a las tensiones, la coalición debe seguir. Y cree que destituir a Montero derivaría con toda probabilidad en una ruptura total, porque el resto de ministros de Unidas Podemos, con Yolanda Díaz a la cabeza, tendrían que seguir sus pasos.
Historia de éxito
Sánchez defiende en público y en privado que, a pesar de todos los problemas, la de la primera coalición que gobierna España desde la II República es una historia de éxito, porque todas las encuestas demuestran que la mayoría de los ciudadanos, especialmente los progresistas aunque no solo ellos, respaldan las medidas del Gobierno, que van desde la reforma laboral a la subida del salario mínimo o de las pensiones, pasando por decenas de reformas de calado. La última de ellas, la que en plena crisis acaba de pactar la coalición: la reforma de las pensiones, que se cerró el jueves.
La salida a este embrollo, creen en La Moncloa, no pasa por romper la coalición sino por cuidarla y, sobre todo, por reivindicar la gestión. Eso sí, la distancia entre Sánchez e Irene Montero es cada vez más evidente. No hablan hace tiempo, y todos los gestos del presidente van en el sentido de aislar a la ministra y prácticamente intervenir políticamente sus competencias, como prueba el hecho de que esta semana se aprobara en el Consejo de Ministros una ley de paridad en la que ella no participó en absoluto. El proyecto fue finalmente presentado en rueda de prensa por Nadia Calviño, la vicepresidenta primera y la mujer con más poder dentro del sector socialista del Ejecutivo.
Sánchez ignora a Irene Montero y también las críticas subidas de tono de Podemos. Ha decidido funcionar casi como si las ministras de Podemos no existieran, pero no piensa ir más allá, coinciden diversas fuentes. “El que apriete el botón nuclear y rompa, pierde. Si quieren irse ellas, es su problema, pero nosotros no vamos a echarlas. Y creo que no va a pasar ninguna de las dos cosas”, resume un dirigente socialista.
En el PSOE identifican a Irene Montero como la causante principal del problema, como máxima responsable de la fallida negociación para la reforma de la ley del solo sí es sí que derivó en esta fractura. Desde Podemos, por el contrario, culpan a Pilar Llop, titular de Justicia e interlocutora de Montero, a la que consideran inflexible e incapaz de negociar un asunto muy delicado.
Mientras, la bancada de la derecha, especialmente el PP, parece cada vez más entusiasmada con la batalla dentro de la coalición, que cree que empujará a la oposición a llegar plácidamente a La Moncloa. Un diputado del PP se reía esta semana en los pasillos, impresionado por las facilidades que en su opinión les está proporcionando su rival. “Nosotros lo único que tenemos que hacer es comprar palomitas y sentarnos a mirar el espectáculo”, señalaba aún incrédulo por la batalla interna a los ojos de todos que acababa de presenciar en el hemiciclo.
¿Qué escenario cabe esperar a partir de ahora, cuando se acercan las elecciones municipales? Desde el martes, tanto los ministros socialistas como Yolanda Díaz se han esforzado en lanzar mensajes positivos. “Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa”, es la consigna oficial de La Moncloa. “Nunca debimos haber llegado hasta aquí. La gente quiere acuerdos”, remata Díaz. Incluso Irene Montero, en otro tono y muy molesta por la decisión del PSOE de rectificar su ley estrella sin su consenso, ha dicho que “no está en riesgo el Gobierno”.
Pero el problema de fondo persiste. Aún queda el período de enmiendas y la votación definitiva de la reforma del solo sí es sí, que volverá a estirar las costuras de la coalición.
Y sobre todo, según el análisis más extendido en el sector socialista, lo que está muy lejos de resolverse es la batalla interna en Unidas Podemos entre el grupo que encabeza Yolanda Díaz, y que está promoviendo el proyecto de Sumar, y el de Podemos, con Irene Montero e Ione Belarra como estandartes. En el PSOE interpretan que muchas de las tensiones de estos días vienen de ahí, de la presión que hace Podemos sobre Díaz para garantizar que el partido de Pablo Iglesias ocupe un lugar preeminente en el nuevo espacio de la izquierda que se está conformando alrededor de Sumar. Y sobre todo en las futuras listas electorales, la manera tradicional de la política de repartir el poder interno.
Mientras no se resuelva esa pugna que lleva meses encima de la mesa, creen los socialistas, la coalición no tendrá tregua y las tensiones podrían reaparecer en cualquier momento. Son semanas decisivas para esa batalla, porque se acercan las elecciones autonómicas y municipales, donde las expectativas de Podemos no son buenas en algunas zonas importantes del país, y es ahora, antes de esa futura debilidad, cuando el grupo de Belarra está pidiendo a Díaz claridad en el reparto del nuevo poder que surgirá de Sumar. En La Moncloa aún confían en que todo se calme cuando se haya resuelto esa batalla, pero es algo que escapa por completo al control de los socialistas, que en cualquier caso, para evitar que el bloque de derechas logre gobernar, ven imprescindible el éxito de Díaz como un revulsivo para la izquierda.
El Gobierno apela pues, como siempre, a su agenda de reformas para salir del ruido de la guerra interna. Esta semana estará dominada por la de las pensiones, que se tratará en el Pacto de Toledo presumiblemente el miércoles, y habrá nuevos intentos para cerrar la ley de vivienda. Está pendiente la minicrisis de Gobierno. Y sobre todo está en el horizonte inminente la moción de censura de Vox, que ya están empezando a preparar en La Moncloa.
Sus efectos en la derecha están por definir. La anterior moción, que parecía que reforzaría a Pablo Casado, en realidad, según las encuestas, ayudó a Vox y perjudicó al PP. En el otro lado del hemiciclo están seguros de que servirá para reforzar a la mayoría progresista. “Ojalá hubiera una moción de censura cada semana”, bromea un ministro. Lo que tal vez no soportaría el Gobierno son muchas semanas como esta.
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