Pablo Echenique: “Voy sin calzoncillos y Ione sin sujetador, tenemos el mismo derecho”
El portavoz de Unidas Podemos, doctor en Físicas, publica ‘Memorias de un piloto de combate’, donde cuenta su trayectoria política y su vida con una gran discapacidad
El portavoz parlamentario de Unidas Podemos —su equipo, en su nombre— me ofreció esta entrevista hace semanas, con motivo de la publicación de sus memorias políticas pero, sobre todo, personales, Memorias de un piloto de combate (Arpa). En el libro, Pablo Echenique (Rosario, Argentina, 44 años) habla sin tapujos sobre su discapacidad y sus consecuencias físicas y emocionales en su vida cotidiana, y la idea era charlar sobre ello. Pero la actualidad manda. Finalmente, hablamos el jueves, en plena tormenta entre los socios del Gobierno de coalición a propósito de la reforma de la ley del solo sí es sí. El encuentro es en su despacho del Congreso, un espacio extrañamente diáfano y despejado de mobiliario, adaptado a sus necesidades, y con la presencia de dos mujeres de su equipo como testigos. De cerca, impresiona la fragilidad de su señoría, hecho uno con la silla de ruedas que lo sostiene. Su alianza de casado —con Mariale, también científica, a la que conoció trabajando en la Universidad de Zaragoza— reluce en el anular de su laxa diestra, con la que controla su portátil y su sillón eléctrico, cuyos complementos y accesorios diseña él mismo y le hacen a medida en su ortopedia de confianza de la capital aragonesa. A cabezón, admite, no lo gana nadie.
Pregunta. ¿Qué le diría a una víctima cuyo agresor sexual ha visto reducida su pena por su ley del solo sí es sí?
Respuesta. Que, lamentablemente, aún hay jueces en España que no entienden los avances feministas e incluso son capaces de aplicar mal una ley, y que hay que trabajar para que eso deje de pasar, porque es gravísimo.
P. ¿No sabían que eso podía ocurrir?
R. No, ni nosotros ni nadie. Hicimos caso del informe del Consejo General del Poder Judicial. Lo que ha sucedido ha sorprendido a muchísima gente.
P. ¿Van a pedir disculpas por no haber previsto esa posibilidad?
R. Lo que haremos es trabajar, pero no podemos controlar la mano de un juez que dicta sentencia.
P. ¿Por qué nos cuenta su vida a estas alturas? ¿Pura campaña electoral o para vendernos su libro?
R. Porque ya la ha contado demasiada gente sin tantos datos como yo y creo que tengo una perspectiva curiosa: he nacido en Argentina, vine a España a los 13 años, tengo una gran discapacidad y, siendo normal, he llegado a primera línea de la política. Creo que todo eso junto es difícil de entender si no lo vives de primera mano, y me apetecía contarlo.
P. ¿Por qué pidió ser entrevistado por EL PAÍS, siendo, según ustedes, parte del poder mediático?
R. En todos los medios hay al menos un buen periodista decente, y en algunos, bastantes más.
P. ¿Me está perdonando la vida?
R. Para nada. Tengo muy buena relación con la infantería del periodismo, que me parece una profesión muy digna y muy útil para la democracia. Otra cosa es la propiedad de los medios.
P. En el libro pelotea a base de bien a su amigo y exjefe de filas, Pablo Iglesias. Sáquele tres defectos.
R. Que dijo en el programa de radio Buenismo bien que yo era un salvaje tuiteando y mintió, porque le encanta cómo tuiteo y le suelo enseñar muchos tuits antes de hacerlo, o sea: no siempre dice la verdad. Que a veces se nota demasiado lo que piensa, y eso no es bueno en política. Y...
P. ¿...Y?
R. Que quiero mucho a Pablo, y cuesta verle defectos a quien quieres.
P. Sin embargo, retrata a su excolega en Podemos Íñigo Errejón como un Judas.
R. No, eso es muy fuerte. Íñigo es una persona que se equivocó en su manera de estar en Podemos. No aceptó no mandar cuando había otra dirección estratégica e hizo cosas que no se deben hacer cuando uno no manda en un partido.
P. ¿Cómo vamos de autoestima?
R. No la tengo baja y tampoco tengo falsa modestia, que me parece una gilipollez, pero al mismo tiempo creerte más de lo que eres puede convertirte en un idiota. Así que me doy curas de humildad. Ahora estoy aprendiendo mucho de Irene Montero y Ione Belarra.
P. ¿Aprender, qué?
R. Resistencia, claridad estratégica a la hora de decisiones complicadas y capacidad negociadora.
P. ¿Y terquedad de mula torda?
R. También. En Aragón nos llaman cabezones y a mí no me parece un defecto si crees tener la razón.
P. Pues sáquese tres defectos usted mismo.
R. Soy cortante en mis respuestas porque me ha costado mucho llegar y no me gusta perder el tiempo; muy taxativo en lo que pienso y, a lo mejor, me cuesta expresar mis sentimientos.
P. ¿Por eso tuitea a lo bestia?
R. Los tuits son política. Alguna vez me he arrepentido, pero la mayoría son pensados. Me pone que un nadie como yo esté en un lugar donde puede decir cosas que normalmente los nadies no pueden decir.
P. Tiene un cociente intelectual de 150. ¿Cree que es compensación por su discapacidad física?
R. No es infrecuente en personas como yo. Si no puedes cultivar los pies, cultivas la cabeza. Creo que es más eso que genética.
P. En el capítulo No poder limpiarte el culo de su libro habla con humor, pero con rigor de sus limitaciones físicas. ¿Se ha callado algo?
R. No te creas. La línea de mi pudor es contar lo que tiene que ver con otras personas. Me río de mí mismo, pero también tengo vértigo con este libro. Me he desnudado como nunca. Cuento episodios muy íntimos. Desde cómo me duchan a cómo me visten a cómo cago.
P. Un tribunal lo condenó por no pagar la Seguridad Social a su cuidador. ¿Pagó lo que debía?
R. Pagué. No recurrí al Supremo porque mi caso es único en toda España. La Administración permitía y hasta aconsejaba no pagar Seguridad Social si contratabas a un autónomo.
P. ¿Tiene el mismo cuidador que entonces?
R. No, cambio bastante y no por mí. Se van. Es difícil cuidar y es difícil ser cuidado. Es un trabajo duro y no está bien pagado.
P. ¿Cuánto le paga usted al suyo?
R. Un poco más que el salario mínimo. Yo puedo pagar uno, ocho horas, con mi sueldo de diputado. El resto del tiempo me atiende mi esposa. La atención personal a un gran discapacitado como yo cuesta 3.000 euros al mes. Queda mucho por hacer.
P. ¿Qué le parece que un enfermo de ELA no pueda seguir viviendo tras ser sometido a una traqueostomía si no puede pagar sus cuidados?
R. Una vergüenza. Una injusticia bestial. La asistencia personal a los grandes discapacitados a costa de fondos públicos es una de las cosas que un país decente tiene que conseguir. Y falta mucho.
P. Pues la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, es suya.
R. Bajo su mandato se ha avanzado mucho, pero para eso habría que subir los impuestos a los ricos, y el PSOE solo los ha subido un poco. Pero creo que ni siquiera nosotros, en solitario, lo hubiéramos logrado en una sola legislatura. El camino es largo.
P. ¿Se cabreó con el mundo cuando fue consciente de la irreversibilidad de su discapacidad?
R. Sí. Pasé etapas oscuras. La adolescencia no es fácil para nadie, y menos en estas circunstancias. Te cabreas con el mundo, se te hace la piel muy dura, pero lo peor fue pensar, durante mucho tiempo, que nadie iba a amarme nunca. Pero ocurrió y es lo mejor que me ha pasado en la vida. También me salvó mi sociabilidad. Los demás te sostienen.
P. Cuenta en el libro que quemaba la noche zaragozana. ¿Cuántas copas caben en ese cuerpo?
R. Peso 200 kilos con la silla, pero yo menos de 40 y exploré mis límites.
P. ¿Sexo, drogas, rock and roll?
R. Sexo, no mucho; drogas, no duras y rock and roll, sí, pero también tuve mi época heavy. En Podemos decimos que Monedero no envejece físicamente y yo no envejezco de mente. No soy un viejoven.
P. Hablando de sexo...
R. Eso me lo guardo para mí. El libro no es tan caro como para contarlo.
P. ¿Sueña que anda?
R. Sí, y que corro. Antes me quedaba fatal, ahora me he acostumbrado. El otro día soñé que volaba rebotando entre cordilleras.
P. ¿Iba vestido de Spiderman?
R. Pues no sé, no me fijé en eso.
P. ¿Qué talla usa?
R. De arriba, la XS, y llevo zapatos de mujer, porque uso el 35. Calzoncillos no uso. Me rozan, me molestan, añaden engorro a la hora de ir al baño, así voy más libre.
P. Belarra va sin sujetador.
R. Exactamente. Yo voy sin calzoncillos y Ione sin sujetador: tenemos el mismo derecho [ríe como fatigado].
P. ¿Se cansa mucho?
R. Menos de lo que parece, pero, sí, al final del día estoy cansado. A las diez, ceno, me pongo una serie y desconecto, a no ser que haya lío, y, a veces, hay lío.
P. ¿Cuánto le dura la pila?
R. Con la silla eléctrica tengo una autonomía de 30 kilómetros si la batería está nueva. Esta va a 13 kilómetros por hora con las baterías nuevas. Me compré la mejor: 8.000 euros. Son carísimas, pero la Administración te subvenciona parte de ella. Esa parte es de lo que está mejor. De puertas para adentro, la atención a la discapacidad es muy mejorable, pero de puertas para afuera, en España no estamos tan mal comparativamente. Solo Londres está mejor que Madrid, por ejemplo. Me encantaría ir a África o a Japón, pero no me atrevo, de momento.
P. O sea, que es un privilegiado.
R. Así lo creo. Soy un cascao con suerte.
El portavoz parlamentario de Unidas Podemos Pablo Echenique nació con atrofia muscular espinal —"AME para los amigos", según bromea él mismo—, una enfermedad que le supone en la actualidad una discapacidad del 90%. Desde la explicación prolija de sus características a las consecuencias en su vida, Echenique se explaya en Memorias de un piloto de combate, su autobiografía recién publicada. Hijo de padres argentinos divorciados, Echenique llegó a España a los 13 años. Se instaló en Zaragoza, donde cursó bachillerato y se doctoró en Físicas. Con un cociente intelectual de 150, se consideraba a sí mismo un "idiota político" que ingresó en Ciudadanos. Hasta que su discapacidad, la irrupción del 15-M y la eclosión de Podemos le hicieron "caerse de la silla" y comenzar su carrera en las urnas. No oculta que le pone tuitear "puñetazos" desde su silla de ruedas eléctrica en mitad del Congreso. Aún no ha conseguido que le habiliten un escaño en el hemiciclo.
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