La curiosa tradición de los niños de Algeciras de hacer ruido con latas para llamar a los Reyes Magos
Miles de críos se concentran en la víspera de la noche de Reyes para arrastrar creaciones hechas de hojalata en una costumbre cada vez más multitudinaria
El estruendo metálico ensordece. Nace en la inmensa explanada que está frente al puerto de Algeciras, el Llano Amarillo, y reverbera en las fachadas de las casas que dan al mar. José Espejo alza la voz para que su abuelo le oiga: “Lo hacemos por diversión nuestra y para que los Reyes Magos nos oigan”. El niño de apenas 10 años arrastra un Mario en versión Lego —protagonista de la homónima saga de videojuegos— hecho de latas casi tan grande como él. No es la única creación que desfila y atrona este jueves por la mañana por las inmediaciones del puerto. Hay camiones, barcos y hasta un autobús compuestos con el mismo material reciclado en los que hasta caben los chicos que los portan. De las creaciones más sencillas —varias hojalatas atadas a una cuerda— a esas más elaboradas que hasta concursan, todas forman parte de una curiosa tradición algecireña del arrastre de latas en la víspera de la llegada de los Reyes Magos, una costumbre de origen incierto, pero con más de un siglo de historia y que año tras año crece en adeptos y popularidad.
En Algeciras, cada cual tiene su versión del porqué de la tradición infantil. “Dicen que como en el Estrecho hace mucha niebla, los niños hacen ruido para que a los Reyes no se les pase dejarles regalos”, asegura el abuelo José Espejo. Eso es lo que, al menos, a él le contaron cuando descubrió la tradición allá por 2013, cuando visitó en Algeciras al primero de sus nietos desde su Fernán Núñez (Córdoba) natal. Y tanto le gustó la idea al hombre, hoy de 65 años, que se animó a hacerle creaciones de latas a sus nietos cada año. Como guía tiene los gustos de sus dos nietos, José y Juan, de seis años. Como limitación, el tamaño de su todocaminos que los transporta cada Navidad hasta Algeciras: “Al final, los termino de montar cuando los traigo para acá”. Este año ha tocado unir y pintar más de 400 latas para dar forma a Mario, Luigi y Goomba, tres personajes de los que “son fanáticos” sus nietos José y Juan y el primo de éstos, Jorge.
Aunque desde los años noventa, la fiesta está institucionalizada y organizada por el Ayuntamiento en forma de concurso, la tradición tiene un origen centenario, popular e incierto. “Con los datos en la mano, sabemos que en el año 1901 ya ocurría”, relata Roberto Godino, profesor jubilado y presidente de AEPA, una asociación para la difusión del patrimonio de Algeciras, una localidad de apenas 300 años de historia, pero que ha triplicado su población (que supera los 122.300 habitantes, más que la propia capital) en apenas tres décadas. Godino basa su afirmación en el recorte del seminario La Revista que ese año pide que se suprima el arrastre de latas “por ser molesto para el vecindario”. No debió de hacerse porque, en 1912, el escritor local José Román habla en su obra Muñecos y caretones cómo se retira a dormir la noche de Reyes y se encuentra la ciudad plagada de sartenes viejas, latas y tiestos que los muchachos habían arrastrado antes “armando infernal griterío”.
Ni siquiera son tan lejanos esos tiempos en los que la improvisación hacía que se “arrastrase lo que hubiese, no solo latas”, como recuerda Godino de sus tiempos infantiles. También eran años en los que la celebración era cosa solo de niños y de barrios concretos, principalmente del centro de la ciudad. Aunque Godino y los suyos tienen documentado el devenir de la fiesta a lo largo de casi todo el siglo XX, se les escapa el motivo y el origen exacto de la costumbre: “Entiendo que jugar con la rueda o a arrastrar latas son juegos comunes del pasado, ¿pero en qué momento en Algeciras se ligó a los Reyes Magos? Es algo que no sabemos”. Hay leyendas que relatan que el origen está en los años de pobreza, cuando los padres no podían poner regalos y culpaban de ello al olvido de los Reyes. Otras hablan del deseo de los niños de hacer saber a Sus Majestades que sus juguetes están viejos.
El vacío de justificación certera también lo intentó llenar el profesor y escritor Juan Ignacio Pérez al escribir el cuento infantil El gigante de Botafuegos (2001), en el que narra cómo los niños de la ciudad se cansaron de quedarse sin regalos cada mañana de Reyes por culpa de un gigante que extendía una densa niebla por la ciudad. La idea, a medio camino entre la tradición oral y la creación literaria, caló bien entre los algecireños y es quizás una de las leyendas más recurrentes. El cuento de Pérez llegó justo en unos años en los que el Ayuntamiento ya había tomado las riendas de la fiesta para institucionalizarla y darle el peso actual. De hecho, su popularidad va tan en ascenso que incluso ya se celebra en localidades cercanas del Campo de Gibraltar, como Los Barrios. La última cita antes de la pandemia, en enero de 2020, congregó a 25.000 personas solo en Algeciras. Pero la cita va cada vez a más y este año “ha llegado a los 30.000 asistentes”, según estima Juana Cid, edil de Fiestas.
De la mano de la popularidad ascendente ha venido la realización de creaciones con latas cada vez más espectaculares y “ligadas al concepto ecológico y medioambiental por el reciclaje”, como explica Godino. El propio Espejo lleva semanas recolectando latas de sus familiares para crear esos personajes de Mario que le han aupado al tercer premio del concurso y, una vez pasada la fiesta, guarda parte del material para volverlo a reutilizar el año próximo. “Mis nietos están tan contentos con lo que les hago que este año hasta he tenido que hacer tres para que puedan ir con su primo”, relata divertido el hombre de 65 años. “Mis amigos no saben cómo somos capaces de hacer estas cosas”, relata el nieto José, ya revoltoso por iniciar el pasacalles del arrastre de latas, que va de la plaza de Andalucía hasta el Llano Amarillo, punto final en el que los pequeños esperan a los Reyes Magos haciendo ruido.
Al final, tanto ruido tiene su recompensa. Pasada la una de la tarde de este jueves, los Reyes Magos llegan por barco y, poco después, ya están sobre el escenario del Llano Amarillo. La ilusión se desata. Los regalos están garantizados un año más. Poco después, la muchedumbre se disuelve, dispuesta a disfrutar de la cabalgata poco después. El silencio regresa a la explanada y muchas de las latas se quedan allí, listas para reciclar. Quedan 365 días para que Espejo y sus nietos conciban una nueva idea para seguir llamando la atención de Melchor, Gaspar y Baltasar y, de paso, mantener viva una curiosa e incierta tradición que ya es todo un santo y seña de Algeciras.
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