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Arranca el año electoral en el que líderes y partidos se juegan ser o no ser

Las elecciones autonómicas y municipales de mayo se ven como unas primarias de las generales previstas para diciembre. Las formaciones preparan un comienzo fuerte para dar impulso a una campaña dura y prolongada

Pedro Sánchez, con varios presidentes autonómicos, incluyendo Francina Armengol, Guillermo Fernández Vara, Javier Lambán, María Chivite, Emiliano García-Page y Ángel Torres, en septiembre en Zaragoza.
Pedro Sánchez, con varios presidentes autonómicos, incluyendo Francina Armengol, Guillermo Fernández Vara, Javier Lambán, María Chivite, Emiliano García-Page y Ángel Torres, en septiembre en Zaragoza.JAVIER BELVER (EFE)

2023 es el año en el que se definirá el futuro de líderes y partidos. El PSOE se juega retener la presidencia de nueve autonomías, 22 capitales de provincia y su continuidad en La Moncloa. El PP se enfrenta a sus propias expectativas: retener el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, arrebatar algún gobierno regional a los socialistas y ganar las generales. Podemos y Vox medirán su utilidad como fuerzas clave para formar coaliciones y Ciudadanos pondrá a prueba su propia supervivencia. La gran pregunta es si habrá o no cambio político en España: si la derecha (sola o con el apoyo de la extrema derecha) arrebata el poder al primer Gobierno de coalición progresista desde la restauración de la democracia. El final de 2022, con una crisis institucional sin precedentes y el radical desacuerdo entre los principales partidos, es el preludio de lo que viene. Así lo reconocen en los puentes de mando de las formaciones: un año político todavía más a cara de perro, previsto como una larguísima campaña que culminará en las elecciones generales, en principio previstas para diciembre. No habrá tregua, y no hay tiempo que perder. La primera meta volante son las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo, unos comicios decisivos que harán de primera vuelta de las generales y cuya precampaña empieza ya en enero. Estas son las principales claves de esa cita marcada en rojo en el calendario de un año electoral de vértigo.

Así llegan los partidos

El PP encara 2023 liderando las encuestas, salvo la del CIS, y con la remodelación autonómica del partido hecha sin grandes conflictos. Pero Alberto Núñez Feijóo no ha terminado el año cómodo, envuelto en primera línea en la crisis institucional por el bloqueo del PP a la renovación de los órganos del Poder Judicial. En el partido se espera que el sucesor de Pablo Casado amplíe su dirección en el arranque de año para dar impulso a la formación en un curso tan crucial, mientras en Ferraz y La Moncloa sienten que han cumplido el objetivo que se marcaron en verano tras el descalabro del PSOE en las elecciones andaluzas: contrarrestar el efecto Feijóo y llegar a final de año con opciones para revalidar el poder en la próxima legislatura.

El cierre de 2022 ha ido mejor de lo esperado, con la inflación más baja de la UE —5,8%, casi la mitad que cuando tocó techo en julio (10,8%)— y un crecimiento de la economía que, según Pedro Sánchez, rebasará el 5%. España no ha entrado en recesión, pese a la incertidumbre por la guerra de Ucrania y sus secuelas económicas y sociales, a cuya contención el Gobierno ha destinado 45.000 millones de euros. Pero los progresistas deben resolver sus cuitas si aspiran a evitar un cambio de ciclo: las autonómicas y municipales llegan en plena reconfiguración del espacio a la izquierda del PSOE, con las alianzas entre Podemos e IU aún en el aire en la mayoría de territorios, un clima de desconfianza entre las organizaciones y fuertes tensiones —con amenaza de ruptura— por el papel del partido de Ione Belarra en Sumar, el proyecto que ultima Yolanda Díaz de cara a las generales.

Líderes nacionales a la carretera

El PP tiene claro que quiere hacer de las municipales y autonómicas unos comicios en clave nacional. “Hay que conseguir 8.131 plebiscitos sobre Pedro Sánchez”, resume un dirigente, citando el total de municipios que hay en España. Feijóo se volcará en la campaña. Génova baraja hasta cinco grandes actos con presencia del líder a principios de año: dos de presentación de los candidatos, un foro intermunicipal y otro interparlamentario, así como otro gran mitin que podría tener también contenido programático. Se trata de mostrar músculo y movilizar al partido para la campaña.

Los socialistas no plantearán la estrategia tan en clave nacional y los barones y alcaldes tendrán una gran autonomía, pero sí harán gala de las políticas del Ejecutivo. “Hay quien se pregunta qué hará el Gobierno progresista en un año electoral. La respuesta es simple: lo mismo que en los demás años. [...] Gobernaremos siempre para las mayorías, para las clases medias y trabajadoras, para la gente de a pie”, recalcó Sánchez el 30 de diciembre en una carta a los militantes del PSOE. Las fricciones con Emiliano García-Page, el presidente de Castilla-La Mancha, o Javier Lambán (Aragón) por las reformas penales de la sedición y la malversación, de las que se beneficiarán los dirigentes del procés y otros cuadros independistas a la espera de juicio, se aparcarán, y Sánchez se desplegará por todo el territorio.

Mucho menos claro está el papel de la vicepresidenta Díaz, quien, envuelta en la preparación de Sumar —que no concurre en mayo—, ya ha deslizado que su presencia en campaña se limitará a aquellos territorios donde haya unidad (como es el caso de Barcelona). De confirmarse, su estrategia la llevaría a ausentarse de territorios tan fundamentales como Madrid, donde en 2021 apoyó a Pablo Iglesias. La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, ya ha expresado públicamente su deseo de que Díaz se implique con las candidaturas de la coalición, pero por ahora la titular de Trabajo no ha recogido el guante.

La batalla por el poder territorial del PSOE

Los socialistas han sufrido como una tortura la estrategia del PP de implantar la imagen de un PSOE que iba de derrota en derrota con el adelanto de elecciones en Madrid en 2021 y el año pasado en Castilla y León y Andalucía. Pero en 2023 llegará el momento de los barones: el PSOE se jugará todo su poder territorial el 28 de mayo. De las 12 comunidades que celebrarán comicios, el PP solo gobierna en dos: Madrid y Murcia. Del resto, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Extremadura, La Rioja y Navarra tienen presidentes socialistas, y en Cantabria el PSOE cogobierna con el PRC de Miguel Ángel Revilla. “Llega nuestro turno y jugamos en casa”, sentencia un presidente autonómico socialista que confía en que los votantes valoren su gestión de la pandemia, como ya sucedió a favor del PP en las comunidades gobernadas por la derecha. El PSOE, en todo caso, no depende solo de sí mismo: necesita que Podemos no se hunda. Tras años de declive electoral, el socio minoritario se juega revalidar su presencia en los gobiernos de coalición de seis comunidades (Navarra, La Rioja, Aragón, Comunidad Valenciana, Baleares y Canarias) y sortear un nuevo retroceso que debilite su posición ante la cita de final de año.

Otro factor que convierte las autonómicas en una primera vuelta de las generales es que Sánchez necesita que el PSOE aguante en mayo para consolidar sus posibilidades de reelección. El tirón del presidente benefició a los barones en las elecciones de 2019, pero ahora la situación es diferente. Por eso el PP quiere que los comicios sean en clave nacional y no autonómica, para explotar el desgaste de La Moncloa.

“Creemos que, con mayor o menor dificultad, estamos en condiciones de ganar en cualquiera de las comunidades que celebran elecciones en 2023″, dijo Feijóo en el balance de fin de año. Otra cosa es gobernar. En el PP tienen esperanzas de lograr un cambio en la Comunidad Valenciana y Aragón, pero siempre dependiendo de la suma con Vox. En Ferraz y La Moncloa, entre tanto, creen que Feijóo se impuso una presión innecesaria en el cara a cara con Sánchez del 22 de noviembre en el Senado, cuando afirmó que la moción de censura que le demandan Vox y Ciudadanos “se hará el 28 de mayo, pero no en una urna en el Congreso de los Diputados, sino en miles de urnas en todos los ayuntamientos de España”. Si no se traduce en un vuelco autonómico, el líder del PP tendría un problema.

Alberto Núñez Feijóo, acompañado de los presidentes autonómicos Juan Manuel Moreno, Fernando López Miras, Isabel Díaz Ayuso y Alfonso Fernández Mañueco.
Alberto Núñez Feijóo, acompañado de los presidentes autonómicos Juan Manuel Moreno, Fernando López Miras, Isabel Díaz Ayuso y Alfonso Fernández Mañueco. Luis Sevillano

Unas municipales convertidas en ‘minigenerales’

Las elecciones locales servirán de termómetro del clima electoral en toda España. Al celebrarse en todo el país, a diferencia de las autonómicas, los partidos interpretarán sus resultados como una especie de minigenerales que les ayudarán a testar el grado de movilización de sus votantes. Otra cosa muy distinta serán las alianzas que permitan la formación de los gobiernos municipales. El PSOE, con 2.700 alcaldías, defiende el bastón de mando en 22 de las 52 capitales de provincia, frente a un PP que en 2019 pasó de hacerlo en 21 a 13, aunque recuperó la joya de la corona: Madrid. Los populares, que también gobiernan en Zaragoza —su regidor, Jorge Azcón, se presentará a las autonómicas— y Málaga, están sufriendo para encontrar candidato en Barcelona. Intentó un acuerdo amplio con Ciudadanos, pero el partido de Arrimadas dio un portazo. Feijóo baraja cuatro candidatos, alguno de fuera del PP.

Los socialistas lo tienen más claro: ven al alcance de la mano lograr la alcaldía de Barcelona aprovechando el tirón del PSC con Salvador Illa y las políticas de Sánchez para enterrar el procés. Retener Sevilla, principal ciudad en manos socialistas, es otra prioridad, además de sumar para mantener Valencia con Compromís. La apuesta del PSOE para Madrid, Reyes Maroto, es un interrogante: la ministra de Industria apenas ha tenido recorrido en la capital desde que se formalizó su candidatura.

Entrar de nuevo en el Ayuntamiento de Madrid es uno de los objetivos de Podemos, que presentará como cabeza de lista al exatleta Roberto Sotomayor. Pero la relación con Más Madrid no es buena. Podemos perdió en 2019 la mayoría de los llamados ayuntamientos del cambio. Tras el éxito de 2015, en las siguientes elecciones solo Barcelona (con los comunes de Ada Colau) y Cádiz (con el anticapitalista Kichi, hoy fuera del partido) resistieron. La implantación territorial ha sido siempre el talón de Aquiles de la formación de Belarra, que encuentra grandes dificultades ahora en Galicia, donde la confluencia con lo que queda de las mareas se descarta en ciudades como A Coruña. IU, mientras, reivindica su fortaleza con alcaldías emblemáticas como la de Zamora o Rivas (Madrid) y los más de 2.000 concejales que posee la formación en toda España.

Feijóo, obligado a despejar la incógnita de Vox

Los pactos postelectorales de mayo forzarán a Feijóo a tomar una de las decisiones más trascendentes como líder del PP: si aprueba o no la formación de gobiernos conjuntos con Vox. Ya existe uno autonómico, en Castilla y León, del que Feijóo trató de desvincularse porque su formación se produjo cuando estaba asumiendo el mando del partido, pero los acuerdos de mayo se harán totalmente bajo el paraguas de su liderazgo. El presidente popular elude siempre la respuesta a esa pregunta, mientras presenta al PP como un proyecto “transversal y sin etiquetas”. Sin embargo, es consciente de que arrebatar el poder al PSOE en algún territorio tendrá que pasar previsiblemente por pactar con los ultras. Los candidatos del PP también, y presionarán para tener manos libres.

Pactos en el aire en la izquierda

Los comicios de mayo medirán la capacidad de resistencia de los partidos a la izquierda del PSOE y la unidad de su espacio político, aún sin contar con la nueva marca de Yolanda Díaz. El temor, además, es que una hipotética pérdida de representación en esa cita electoral influya en las negociaciones de las generales. Tras la crisis entre Podemos e IU este año, la coalición entra en 2023 con la mayoría de confluencias por concretar. El último acuerdo fue el de Madrid para Ayuntamiento y Comunidad (donde el riesgo de quedarse fuera en caso de ir separados era real), y antes lo hubo en Navarra y La Rioja. La lista conjunta se da por descontada en Baleares o Extremadura, pero se complica en comunidades como Aragón o Asturias, donde nunca ha habido unidad. Fuentes de Podemos reclaman “acuerdos justos” y creen que querer sentar a la mesa a otros partidos de escasa implantación enturbia las negociaciones. Otro escenario que se ha complicado es Canarias, con la irrupción de Proyecto Drago, la nueva plataforma liderada por Alberto Rodríguez. Los de Belarra ya han descartado que su exnúmero tres, enfrentado ahora a la dirección estatal, pueda liderar una candidatura con un espacio, dicen, que “surge prácticamente de la nada”. El antiguo diputado, sin embargo, es muy popular en las islas, y formaciones como IU lo reconocen como un referente.

Ayuso se examina

La presidenta de la Comunidad de Madrid vuelve a someterse a las urnas apenas dos años después de arrasar logrando más escaños (65 de 136) que toda la izquierda junta, pero obligada a lograr su investidura con los votos de Vox, que le ha tumbado los últimos Presupuestos. Isabel Díaz Ayuso busca no depender ahora de la extrema derecha. Lo tiene más difícil que en 2021, según reconocen en su entorno, porque Pablo Iglesias no se presenta por Unidas Podemos y porque ahora se celebrarán también municipales a la vez: el PSOE cuenta con un importante poder municipal en Madrid —gobierna en 60 de las 179 localidades de la región, incluidas ocho de las diez grandes ciudades-. Además, Ayuso terminó el año encajando su primer gran golpe con la multitudinaria manifestación contra el deterioro de la sanidad pública. La huelga de atención primaria, paralizada hasta el 11 de enero, sigue en pie. El resultado de Ayuso, que ya tras el 4-M tuvo la sensación de haber obtenido “mucho voto prestado”, tendrá una importante lectura interna en el PP, para una eventual sucesión de Feijóo si no consigue ganar las elecciones generales a Sánchez.


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