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40 ANIVERSARIO DE LA VICTORIA DEL PSOE
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Felipe González no estuvo en mi pueblo, ¿o sí?

La autora recuerda cómo se vivió en un pequeño pueblo de Extremadura la llegada del PSOE al poder en 1982

Carmen Morán Breña
Felipe Gonzalez Elecciones 1982
Felipe González, cabeza de lista del PSOE en las elecciones generales, sigue por televisión la jornada electoral en casa de su asesor Julio Feo, el 28 de octubre de 1982 en Madrid.PABLO JULIÁ

El 28 de octubre de 1982 yo tenía 10 años recién cumplidos y mi pueblo no llegaba a los 900 habitantes. Pero las elecciones locales del 79 ya habían adelantado el cambio: el PSOE ganó en Barrado (Cáceres) presentando su candidatura un día antes de que cumpliera el plazo. El cacique franquista que mandaba en el Ayuntamiento ni se enteró y mi padre fue teniente de alcalde. En mi casa se respiraba política por todos lados. Mi hermana Mariví y yo (Celia era muy chica todavía), hacíamos la campaña del cambio de camino a la escuela, convenciendo a nuestras compañeras para que convencieran a sus padres. ¿Es que no veían las plazas de toros llenas en los mítines socialistas? No había alternativa, hombre, había que votar a Felipe González.

Si Lola Flores sacaba de la cama a sus hijos cuando volvía de farra con los amigos para que cantaran un rato encima de la mesa, a nosotras nos despertaban para contarnos los resultados electorales. ¿Cómo quedaron en este pueblo, y en aquel otro? Mi padre traía champán después del recuento en aldeas de 200 habitantes. Veo hoy la foto del primer gabinete de González y puedo mencionar de memoria el nombre de cada ministro y su cartera. Como aquellos naipes infantiles que había que emparejar: el pastor con su ovejita, el flamenco con su guitarra, Solana en Cultura, Maravall en Educación, Ledesma, Justicia. Lo llevo grabado como el escolar que siempre recuerda la poesía que aprendió de memoria.

Todo lo que quedaba de aquel 1982 y parte de 1983 mis padres se la pasaron celebrando, con los amigos, con los parientes, con todo cristo. No creo que tuvieran años más felices, porque entonces, cuando nacían los hijos era solo eso, nacían los hijos. A mi escuela rural comenzaron a llegar cajas y cajas de libros para la biblioteca en lo que se llamó Educación Compensatoria. Y las becas permitieron estudiar a miles de niñas como yo. Siempre he dicho que el gran mérito de aquellos tiempos fue acercar el mundo urbano al rural, quizá por la vía de sacar al rural del pleistoceno en que vivía.

A la hora de la comida, mi madre era el Telediario: “¿Sabéis que han obligado a pasar por el veterinario todas las carnes que se vendan en la tienda?”. “Ya era hora”, decía, “a saber qué cabra estábamos comiendo, si muerta o matada. Ahora les ponen un sello de seguridad sanitaria y se puede comer, me ha dicho el médico que la tinta es de zarzamoras o algo así”. Cada día era un avance, había tanto por hacer.

Con los años tuve la oportunidad de encontrarme a Felipe González, todavía me hacía ilusión y eso que la vida política dio muchos golpes a quienes más la amaban. Yo ya era periodista y él daba una charla en unos cursos del PSOE. Recuerdo mi decepción inmediata. Llegó taciturno y apenas saludó a la prensa, con actitud casi molesta. Cómo no decepcionarme con el trato del que había sido parte de la familia durante años, como solo lo son esos personajes que nos acompañan cada día en la televisión. Ya no era el Felipe al que defendimos hasta la muerte, incluso en la entrada a la OTAN y después en las noches de campaña pegando carteles por los barrios de Madrid, enseñando los dientes a los fachas, con la ilusión tan intacta como la juventud. Pasaron muchas cosas, sobre todo pasó la vida, y nosotros los de ayer, ya saben, no somos los mismos. Él tampoco.

Pero cómo no guardar en la habitación mejor decorada de la memoria aquellos años rurales en los que aprendimos a quitarnos el pelo de la dehesa y a mirar de tú a tú a los muchachos y muchachas, hijos de emigrantes, que llegaban cada verano de la ciudad a pasar las vacaciones con nosotros. Sus novedades ya no nos dejaron con la boca abierta nunca más. El cambio fue para todos.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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