Prada de la Sierra quiere ser otra vez un pueblo
Los vecinos de una minúscula localidad de León que hace años había quedado desierta piden que se registre como entidad local para recibir servicios básicos
El visitante recibe con escepticismo, tras 10 minutos de balanceo conduciendo por una infernal pista de tierra, un lema al entrar en Prada de la Sierra (León) “Aquí sí hay quien viva”, saluda el muro antes de que se vislumbren tejados de pizarra y farolas con placas solares, una densa arboleda y molinos eólicos en el horizonte. La estampa alterna casas remodeladas y viviendas derruidas por la despoblación que engulló la pequeña población hace 50 años. En 2005 un grupo de oriundos regresó al pueblo vacío y ahora pugnan para que el Ayuntamiento del que dependerían, Santa Colomba de Somoza, lo reinscriba como entidad local menor y recuperar así sus derechos a saneamiento, asfaltado o alumbrado público.
El impulsor de la asociación que inició este pulso, Ernesto Morán, de 73 años, guía al foráneo entre las calles por donde se crio. El leonés luce una gorra que reivindica su patria chica y usa su cayado como puntero: “Aquí vivían 300 personas”, asegura. Hasta que el éxodo rural lo desangró. La fuga comenzó hacia 1970 y en 1992 se suprimió del Instituto Nacional de Estadística. Morán, tras prejubilarse en Madrid, forjó la repoblación de su patria chica y, según relata con su voz ronca, en 2008 volvió a asentarse población con y sin arraigo previo.
Javier López, de 43 años y madrileño que vivía en Toledo antes de instalarse en Prada de la Sierra en 2013, lidera la pugna contra el alcalde del municipio de Santa Colomba (500 habitantes), a quien culpa de negarse a oficializar a la pedanía y recurrir sentencias como una que sí admite la existencia del pueblo. El DNI del leonés adoptivo, que trabaja en Astorga, así lo recoge. “Diseminado”, reza la tarjeta, encima de “Santa Colomba de Somoza”, donde quedó empadronado. “Hablan de la España Vaciada, pero no nos dejan repoblarla”, lamenta este padre de un hijo de cuatro años, montado en un burro que transita por las calles de tierra, piedra y remiendos de hormigón . Algún niño más hay entre las escasas 11 personas con que cuenta el pequeño pueblo.
Ernesto Morán y Javier López coinciden con Adolfo González, de 65 años, que hace 10 dejó Guadalajara tras conocer el proyecto mientras hacía el Camino de Santiago, que antaño pasaba por allí y hoy asciende hasta la cercana Cruz de Ferro, en Foncebadón. “No queremos el dinero de los molinos, sino que nuestros impuestos y el dinero que generamos venga para acá”, expone, pues señalan que para arreglar las calles de Prada han echado mano a los fondos de la asociación.
González sale de una casa, a la que ha bautizado como “La cabaña de Adolfo”, y pone en valor el “sudor” destinado a rehabilitar una tierra que ahora siente como suya. Los duros inviernos y las nieves que en invierno dificultan el acceso a Prada se solventarían mejor con la anhelada carretera, asegura, porque agilizaría que los todoterrenos, vehículos oficiosos del pueblo, condujesen mejor hacia Astorga o Ponferrada, donde los vecinos hacen las compras.
Los tres insisten en que, con esa carretera, aumentarían los potenciales compradores de los inmuebles derruidos, muchos con parcela propia, como uno por el que transita la comitiva: se vende por solo 4.000 euros a los que hay que añadir el coste, muy superior, de reformarlo. Otra casa cerrada se ofrece a los escasos turistas con huerto incluido en esos suelos fértiles que crían berzas y tomates. Javier López segura que en Prada hay opciones laborales: la hostelería del Camino en su transitar hacia El Bierzo o la agricultura y ganadería como la que pasta tranquila en prados sabrosos.
Un alcalde sin “ojeriza” a los vecinos
José Miguel Nieto, regidor de Santa Colomba (PP), afirma que no les tiene “ojeriza” a los vecinos de Prada, pero que del Consistorio dependen 16 localidades, 10 de ellas en peligro de desaparición: “Nos jugamos la viabilidad, es mucha inversión abrir un pueblo mientras trabajo desesperadamente para que otros no desaparezcan”. El asfaltado, agua y luz costarían tres millones de euros, que considera que es mucho dinero mientras trata de retener y atraer población, incluso con fondos europeos: “O nos salvamos ya o esto se nos va, hay mucha gente mayor”.
La cuestión se aclarará en los juzgados. Antonio Calonge, profesor de Derecho Administrativo en la Universidad de Valladolid y exdirector de Ordenación Territorial de la Junta de Castilla y León, cree “contradictoria” la sentencia que esgrimen los defensores del reconocimiento de Prada. “Desestima la pretensión del demandante de inscribirse en Prado de la Sierra porque no existe, pero luego señala que debería existir porque cumple con los requisitos para ser núcleo diseminado de población”, destaca el jurista. “El reconocimiento llevaría a que cualquiera que ejerciera el derecho a empadronarse en un núcleo sin población lo rehabilitara y pasaríamos en Castilla y León de más de 6.000 poblaciones a no sé cuántas”. La Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local, añade, insta a no crear nuevos pueblos, algo contra lo que iría esta resolución recurrida por Santa Colomba y que se resolverá en la sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León (TSJCyL).
Calonge sospecha que el TSJCyL dará la razón al Ayuntamiento de Santa Colomba de Somoza y que Prada de la Sierra seguirá en ese limbo administrativo que les supone trastornos como ir a buscar su correo postal a otros municipios. Mientras, en esta aldea se dividen entre quienes asumen su condición, rechazan jaleos y evitan pronunciarse, y entre quienes ansían recuperar su pedigrí. Ernesto Morán, que canturrea de carrerilla el himno local, observa a varios burros sueltos por las callejuelas, con mastines que protegen al ganado de los lobos y beben del leve manar del río Turienzo, casi seco este verano sofocante. “Prometí que cuando mi pueblo tenga los servicios haré el Camino de Santiago”, pregona, por esas tierras cuyo oro esquilmaron los romanos. “Un pueblo con mucho encanto, lo más grande que hizo Dios”, tararea Morán, que ahora depende de la justicia más que de la divinidad para obtener su particular tesoro: brea, alcantarillado, bombillas en las farolas y un DNI que acredite que Prada de la Sierra existe.
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