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Nador se blinda ante los migrantes y solicitantes de asilo

La provincia marroquí desmantela los campamentos de los subsaharianos. Según los vecinos de la zona, las autoridades les conminan para que no les presten ayuda

Un policía marroquí patrulla tras la valla fronteriza entre España y Marruecos, en la provincia de Nador, este lunes.Foto: AFP | Vídeo: EPV

Las autoridades marroquíes han blindado Nador, provincia colindante con Melilla, y no dan tregua a los migrantes y solicitantes de asilo que aún quedan escondidos en zonas recónditas de su territorio tras el salto del viernes, en el que murieron al menos 23 personas. Las fuerzas de seguridad han conminado a la población para que se abstenga de prestarles ayuda, según cuentan vecinos de las villas a las faldas del monte Gurugú, donde suelen refugiarse los migrantes. “Nos dijeron: ‘Ni azúcar les deis”, explica Taieb, regente de una tienda de comestibles en una pedanía del entorno de Nador al pie de la montaña, una de las localizaciones boscosas donde acampaban malienses, senegaleses o sudaneses, los últimos en llegar, comentan.

“Los sudaneses se han ido. Se han quedado otros africanos, pero están escondidos, asustados”, asegura el tendero. El viernes, Taieb vio pasar por la puerta de su negocio un grupo nutrido de personas, según él, rumbo al norte, a través del Gurugú, y con destino a la frontera española. De aquella excursión, se quedó un cayado de recuerdo. “Con esto subían de arma”, se indigna. Según Taieb, los jóvenes que han protagonizado el último intento de entrada mostraban una actitud más agresiva de lo que acostumbran a ver en el barrio, donde muchos vecinos conocen por sus nombres a quienes suelen refugiarse por la zona, en campamentos precarios donde apenas hay cobijo bajo la sombra de los árboles dispersos.

Supervivientes de la entrada del viernes que se encuentran ahora en Melilla han comentado a EL PAÍS que algunos de sus conocidos han llegado a Juribga, una ciudad en el centro de Marruecos, a 127 kilómetros de Casablanca y casi 600 kilómetros de Nador. Otros compatriotas sudaneses, algunos heridos, han decidido al parecer marchar de Nador a Casablanca ante las dificultades de permanecer en la capital de la provincia fronteriza con Melilla, donde no podían conseguir ni siquiera medicamentos para curar las lesiones. El acceso a la información sobre la situación de los heridos y fallecidos es extraordinariamente dificultoso. Para los migrantes, el día a día es casi imposible, apartados de los núcleos urbanos por miedo a ser detenidos. La mayoría, incluso quienes no llegaron a participar en el intento de entrada, han huido de Nador o se han escondido por temor a represalias.

El mismo viernes, y ya entrada la tarde, al menos 15 autobuses colapsaban la calle principal de Barrio Chino, una pedanía del municipio fronterizo de Beni Enzar. Desde dentro, cubiertos los rostros por los parasoles, saludaba alguno de los migrantes detenidos. A las ocho de la tarde, hora marroquí (una hora más en la España peninsular), aún seguían en el lugar los últimos autocares con jóvenes a la espera. Hasta 39 de ellos fueron trasladados a la comisaría de Nador para prestar declaración. Finalmente, comparecieron ante el juez el lunes, acusados, entre otros delitos, de incendiar el bosque en el que se encontraban, una táctica a menudo utilizada por las fuerzas marroquíes desde hace años. El resto, entre 500 y 700 personas, ha sido trasladado fuera de la zona, aunque no se ha difundido dónde.

La misma noche del jueves, antes de que se produjera el salto, fuerzas marroquíes acudieron a la zona para desmantelar los asentamientos. Es una táctica habitual que la Asociación Marroquí de Derechos Humanos lleva años denunciando. Supervivientes en Marruecos y en Melilla han contado que se sintieron empujados a intentar la entrada después de varias batidas consecutivas en las que los migrantes plantaron cara a las fuerzas de seguridad marroquíes, lo que provocó un incremento de la violencia por ambas partes con un alto número de heridos, también entre los marroquíes.

Abderrahim, vecino del entorno del Ouiksane, fue testigo de los enfrentamientos que se produjeron el jueves. “En todo el monte ese había una fila, por todo el borde del monte, de unos 300″, recuerda. “Ahí rompieron un coche de la policía”, precisa. Según este tendero, acostumbrado a vender comida a los migrantes y a repartir la ayuda que llega de todo el barrio, el encuentro estaba más que preparado. “Vino la policía y ni se movieron. Les tiraron piedras, luego la policía entró por otro lado y ellos se reagruparon y les hicieron frente; después de eso, cuando los marroquíes volvieron, ya no estaban, habían subido al Gurugú”, afirma.

“Solamente al verlos [a los subsaharianos], pensé que habría algún soldado”, recuenta Abderrahim. “Es imposible que se organizasen así de bien, algún refugiado militar tenía que haber”. Este vecino lleva años atendiendo a quienes se acercan a su negocio “desde por la mañana hasta por la noche”. En las últimas semanas, sí ha observado una mayor presión por parte de las autoridades marroquíes sobre los migrantes y solicitantes de asilo que suelen estar por la zona. “Nunca hemos tenido problemas”, dice. “Otras veces sí han cogido [las autoridades] a algunos, pero después los sueltan”.

El intento de entrada en Melilla

Desde el jueves por la tarde, las fuerzas de seguridad marroquíes lanzaron varias batidas en distintos puntos a los pies del monte Gurugú y en otras zonas del entorno de Nador donde los migrantes suelen refugiarse. Según han relatado testigos y supervivientes en Melilla, los migrantes, la mayoría sudaneses y reunidos en grupos dispersos de cientos, plantaron cara a los agentes, que se retiraron y regresaron más tarde con mayor violencia.

En una segunda redada, los migrantes se reagruparon en el monte y se enfrentaron a las fuerzas de seguridad marroquíes, que arrasaron los campamentos. De madrugada y sin opciones de refugio, hasta 1.700 personas decidieron aproximarse a Melilla para cruzar el perímetro fronterizo. A diferencia de los más comunes saltos a la valla, este intento de entrada se produce por el paso fronterizo de Barrio Chino, cerrado desde 2020 y utilizado anteriormente para el llamado porteo, el comercio irregular.

Dentro de las instalaciones del cruce, cuya puerta forzaron los migrantes, quedaron atrapadas decenas de personas, lo que pudo provocar la muerte de los 23 fallecidos reconocidos por Marruecos. Otros consiguieron encaramarse a la reja que rodea el recinto fronterizo, tumbándola; o escalar hasta el techado de la garita y subirse a la valla para saltar finalmente a Melilla.

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