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Más de un tercio de los afganos evacuados por España abandona el sistema de acogida

Casi 700 refugiados renunciaron a sus plazas, en muchos casos para irse a otros países en busca de más oportunidades

María Martín
Refugiados Afganistan
Decenas de refugiados afganos llegan a la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid) el 24 de agosto. Jesús Hellín / Europa Press

Un buen porcentaje de los afganos evacuados por España desde agosto, cuando su país fue tomado por los talibanes, no han echado raíces en el país a pesar de la mediática operación desplegada para acogerlos. Entre los más de 1.700 refugiados que fueron sacados a duras penas del aeropuerto de Kabul y aterrizaron en Torrejón de Ardoz el pasado verano —y los al menos 240 colaboradores que han podido salir después—, más de un tercio ha abandonado el sistema de acogida. Los testimonios recabados por EL PAÍS apuntan a que decidieron instalarse en otros países, como Alemania o Países Bajos, en busca de sus familiares o amigos y de mejores oportunidades laborales. También de mayor apoyo institucional.

Los datos responden a una pregunta de EL PAÍS a la Secretaría de Estado de Migraciones, realizada a través del Portal de Transparencia. La respuesta oficial informa de que a 20 de abril hay 1.217 ciudadanos afganos acogidos por el Estado, mientras que se ha registrado la salida de 693. Es decir, que de los 1.910 refugiados afganos que entraron en el sistema de acogida, un 36% ya se ha ido. “La principal causa de salida (90%) es su abandono, entendiéndose como tal la renuncia injustificada a una plaza de acogida sin autorización de la entidad responsable”, explica el texto.

El porcentaje de abandono de los afganos es inusualmente alto, según fuentes vinculadas a la acogida de solicitantes de asilo. Habitualmente, del total de los refugiados reasentados en España, a los que se traslada desde campos de otros países, la tasa de abandono del sistema de acogida suele rondar el 20%, aunque en el último año cayó al 11%. El porcentaje más alto, según estas mismas fuentes, se dio con los reubicados, la mayoría sirios, que vinieron de Italia y Grecia durante la llamada crisis de refugiados de 2015. Entonces, alcanzó el 35%. La de los afganos ha sido aún mayor.

La Secretaría de Estado de Migraciones ha rechazado sacar conclusiones a partir de estas cifras. Tampoco ha apuntado los motivos que han empujado a marcharse a este colectivo que, en su momento, contó con una atención prioritaria, trámites exprés y hasta un proyecto piloto para su integración sociolaboral. Las razones que arguyen algunos afganos y ONG de acogida apuntan a que buscaban reagruparse con familiares o amigos en otros países europeos, que aspiraban a mayores expectativas laborales o a una mayor red de apoyo y autonomía de la que encontraron en España.

Ahmad, seudónimo de un hombre afgano que llegó al aeropuerto de Torrejón de Ardoz con su mujer y sus tres hijos el pasado 26 de agosto, solo estuvo en España 28 días. “Me pareció un país muy agradable, con muy buen clima y con gente muy acogedora”, relata desde Alemania. Ahmad, que ejercía de traductor, explica que la ONG que se ocupó de ellos les ofreció clases de español y el conocido como dinero de bolsillo, 50 euros para cada adulto y 20 para cada menor. Además, contaban con unos 340 euros para comprar comida y asumir otros gastos, una cantidad, eso sí, que debían justificar con tickets hasta “el último centavo”. “Les pregunté sobre este apoyo en el futuro, porque no me parecía lógico a largo plazo”, recuerda. Al final, Ahmad, que había colaborado con alemanes en Afganistán y tenía algunos parientes en Alemania, decidió contactarlos y mudarse. “Ahora recibimos unos 300 euros por cada miembro de mi familia y nadie nos pregunta en qué lo gastamos”, explica.

Otra de las motivaciones que mencionan los refugiados afganos para dejar España es la soledad que sintieron al instalarse aquí. Ignacio Álvaro, que lidera un grupo de apoyo a los afganos que colaboraron con la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo (AECID), considera que, tras la traumática experiencia de la evacuación y el abandono de su vida, país y familia, es muy importante desarrollar una mínima red social de apoyo y acompañamiento entre ellos. “El sistema de acogida ha dispersado a los afganos por todo el territorio español. Esto tiene una parte positiva que es la prevención de la formación de guetos, pero también tiene una consecuencia dramática, y es que las familias han sido acogidas en lugares muy alejados y aislados de otros compatriotas. Esto dificulta su proceso de integración porque la experiencia de los primeros meses se hace terrible al añadir a la experiencia traumática de la guerra y el desarraigo y las mujeres afganas son las que más lo sufren”, explica.

Este fue el caso de Sayed, que como el resto de los protagonistas de este reportaje, pide que no se use su verdadero nombre por miedo a represalias. El hombre, colaborador de la AECID, llegó con su mujer y sus hijos el pasado 22 de agosto y fueron acogidos en Galicia, pero decidieron mudarse a Alemania el pasado 13 de diciembre. Él habría preferido quedarse, pero su mujer, lejos de cualquier conocido, se sentía extremadamente sola. “Aquí estaba muy estresada y su hermano ya vivía en Alemania”, relata desde la ciudad en la que vive ahora, a orillas del Rin.

La decisión de buscar un futuro en otros países pasa factura en Europa y ya se están produciendo expulsiones de vuelta a España. La normativa europea que regula el derecho de asilo, el convenio de Dublín, mantiene estrictos criterios para determinar qué país debe hacerse cargo del examen y la acogida de los refugiados y, por norma general, debe hacerlo el primer país de entrada. Es muy probable que Sayed acabe volviendo a pesar del disgusto de su mujer.

El Ministerio del Interior mantiene que no dispone tiene datos acerca de las solicitudes que sus socios europeos le han hecho para devolver a los afganos que llegan a su territorio, tampoco de los refugiados que efectivamente han sido devueltos. El departamento del Interior alemán sí los tiene: 18 refugiados afganos han sido ya devueltos desde Alemania, informa Elena G. Sevillano. Fatima, que ronda la cincuentena, está entre ellos. La mujer también llegó a España y un mes después ya estaba en Alemania. El pasado mes de marzo, sin embargo, la metieron en un vuelo de regreso a Madrid. Sola. Su hijo, su nuera y su nieto, que llegaron con ella, se han librado, de momento, de las autoridades alemanas. “Pensaba que no importaba donde decidiese vivir. Ahora, sola, va a ser muy difícil para mí”.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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