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El misterioso viaje de los niños de Ucrania perdidos entre Huelva y Canarias

Las autoridades llevan en alerta desde el lunes ante un posible traslado de más de 30 menores de la Peninsula a las islas, pero el grupo no aparece

María Martín
Ofensiva rusa en Ucrania: Refugiados ucranios tras cruzar la frontera con Rumanía
Refugiados ucranios tras cruzar la frontera con Rumania, en Siret, el pasado 2 de marzo.Alex Onciu

Las pistas eran más o menos concretas. Un grupo de entre 30 y 40 menores ucranios, acompañados por tres adultos, tomarían un ferri desde Huelva —o quizá desde Cádiz— para llegar a las islas Canarias. La promotora del viaje sería una mujer ucrania residente en Fuerteventura. La información apuntaba a que saldrían de la Península el martes y desembarcarían en las islas el viernes. Cruce de llamadas.

La alerta movilizó a autoridades en Canarias, Madrid y Andalucía que, a su vez, activaron también a la policía. Todos ellos se han pasado casi una semana intentando localizar al grupo e impedir el viaje. Ni se pueden incentivar traslados de niños sin el conocimiento de las autoridades, ni Canarias, saturada con la llegada en patera de casi 3.000 menores en los dos últimos años, tiene capacidad para ocuparse de más. Los agentes desplegaron un operativo para supervisar los ferris del martes, también los del viernes. Y hasta los del sábado. Pero ni rastro.

La rocambolesca historia, que cuentan cuatro fuentes conocedoras del caso, surge cuando la mujer ucrania pide espacios a las autoridades locales de las islas para instalar a un grupo grande de niños. Era ya su segunda misión. El pasado 11 de marzo, había traído hasta La Oliva, en Fuerteventura, a tres tutores y 16 menores de un orfanato cerca de Kiev. Aquella vez lo hizo en colaboración estrecha con la alcaldesa de este municipio de 25.000 habitantes, pero no se coordinó con nadie más.

La dirección general de Infancia, responsable de los menores en desamparo, se enteró de esa acogida por la prensa. En esta segunda ocasión, tanto el Ayuntamiento de La Oliva, como el servicio de protección de menores, desautorizaron el plan. Y las puertas a las que la mujer tocó no se abrieron. Pero ella, según las fuentes consultadas, siguió adelante con su misión.

El grupo de niños, sin embargo, sigue sin aparecer. ¿La información no era del todo correcta? ¿Se está buscando un grupo fantasma? ¿Están ya, como se piensa, en España? Fuentes policiales afirman que el grupo, efectivamente, existe, aunque nadie lo ha visto. Y eso a pesar de la odisea que supondría mover de un lado a otro a un contingente tan numeroso de menores sin llamar la atención.

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“No sé nada de esos niños”

La mujer ucrania, que lleva días recibiendo llamadas de autoridades para que desincentive el viaje, niega a EL PAÍS cualquier vinculación con la iniciativa. “De este tema yo no sé nada de nada. Cada día, desde hace casi una semana, me llama una persona diferente y me pregunta: ‘¿Tus niños están en Huelva?’. ¿Qué niños?, ¿Qué Huelva?’ No sé nada de esos niños”, respondió harta del asunto. “Estar buscando alojamiento es otro tema, pero de Huelva no sé nada. De momento, no estoy esperando ningún niño”, zanjó. Diversas fuentes en Canarias insisten en que es ella quien está detrás de esta misión, aunque nadie sabe concretar de dónde surge la primera pista que la vincula a los menores en Huelva.

El caso de estos niños que nadie encuentra es un ejemplo del descontrol que preocupa cada vez más a las autoridades españolas y ucranias. Las advertencias ante los traslados y la acogida sin supervisión oficial de menores, los más vulnerables de la guerra, vienen in crescendo desde que comenzó la invasión rusa el pasado 24 de febrero. Las iniciativas para sacar niños de Ucrania son numerosas, pero tienen que ejecutarse de acuerdo a la legislación de los dos Estados, con las correspondientes autorizaciones. Incluso cuando organizaciones o comunidades autónomas acuerdan con la propia Embajada de Ucrania el traslado de menores a España también debe mediar el Estado español. El Ministerio de Justicia, en concreto, es la autoridad central para la defensa del Convenio de la Haya de 1980, el marco legal para proteger a los niños en situaciones de carácter transfronterizo. Y, hasta ahora, y a pesar de la cantidad de niños que han sido trasladados a España, el Ministerio de Justicia no ha recibido ninguna solicitud, según las fuentes consultadas.

La solidaridad espontánea y sin control, aunque bien intencionada, además de no cumplir con los protocolos establecidos, puede favorecer actividades delictivas relacionadas con el tráfico de personas y la trata. Esta misma semana, la Policía Nacional detuvo en la estación Sur de autobuses de Madrid a un hombre ucranio que se hacía pasar por familiar de dos adolescentes de 15 y 16 años. Los agentes ya estaban sobre aviso, pero los interrogatorios y el contenido del equipaje de las menores, “ropa no acorde a las temperaturas de esta época del año” y muchos productos cosméticos, confirmaron las peores sospechas de la policía.

Desde que comenzó la ofensiva rusa, se han registrado en España casi 14.000 menores, un 40% de los casi 35.000 desplazados que ya cuentan con sus papeles en regla en España. Entre ellos, más de un centenar son menores llegados al país sin la compañía de adultos. Aún hay cientos por evacuar.

El miedo por los más pequeños se ha traducido incluso en una nota verbal enviada por la Embajada ucrania a Exteriores. En el documento, al que ha tenido acceso EL PAÍS, se transmite el llamamiento del primer ministro de Ucrania, Denys Shmyhal, a todos los Estados que están recibiendo niños —huérfanos o no— en sus territorios. “Existe un riesgo cada vez mayor de separación de hermanos, movimiento ilegal y colocación ilegal de dichos niños en familias extranjeras o de ciudadanos ucranianos que viven en el extranjero”, dice la nota. En concreto, el texto alerta sobre la amenaza de que se produzcan adopciones sin seguir los procedimientos legales e informa de que mientras dure la ley marcial decretada en Ucrania no se podrá llevar a cabo ninguna adopción.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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