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España pagó el año pasado 2.600 millones por el gas de Argelia

Una ruptura en el comercio de este combustible tendría un coste muy alto para ambos países y queda prácticamente descartada por varios especialistas del sector energético

La planta gasista de Krechba (Argelia), en una imagen de 2008.
La planta gasista de Krechba (Argelia), en una imagen de 2008.Zohra Bensemra (REUTERS)

Argelia podría sobrevivir a un cerrojazo total de las exportaciones de gas natural y petróleo a España, pero no lo tendría fácil. El año pasado, según el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, el país norteafricano vendió a España combustibles fósiles —gas natural, petróleo y otros derivados— por valor de 4.300 millones de euros. Solo el gas aportó —entre lo enviado por gasoducto y por barco— 2.600 millones. Una cifra que convierte a España en el segundo mayor comprador de este combustible en Argelia, por detrás de Italia. En el caso del crudo, es el quinto, a la zaga de Francia, Reino Unido, Países Bajos y Bélgica.

Ambos países saldrían perdiendo si Argel da rienda suelta a la escalada y lleva la crisis diplomática del Sáhara al terreno económico. España tendría un problema no menor: el gas que llega de Argelia a través del Medgaz, el único tubo operativo hoy (el gasoducto Magreb-Europa, GME, está inactivo desde el 1 de noviembre por decisión argelina), es notablemente más barato que el que se trae por mar desde otros países. Una interrupción del suministro, que hoy no se contempla ni de lejos, supondría un encarecimiento sustancial del combustible.

Abdelmadjid Attar, antiguo ministro de Energía argelino (2020-2021) y expresidente de la energética estatal Sonatrach, indica a este diario que las ventas se realizan mediante contratos firmes de media y de larga duración. “Ahí se fijan todas las condiciones relativas a las cantidades de gas en venta. Y también todo lo relativo al precio, que se establece según varios parámetros”. Y añade: “Una cosa es segura: Sonatrach siempre ha respetado sus compromisos”.

Cuando se le pregunta si la economía argelina soportaría renunciar a los ingresos de la venta del gas, responde: “¿Por qué no se plantea usted, más bien, si los clientes españoles podrían prescindir del gas argelino? Pero volviendo a su pregunta, dudo que esto pueda ocurrir en este momento de crisis energética, porque no beneficia a ninguna de las partes. Si esto ocurriera, habría un impacto en los ingresos de Sonatrach y en el Tesoro argelino, pero eso sería temporal”.

Francis Perrin, director de investigación del Institut de Rélations Internationales et Stratégiques (IRIS), en Francia, coincide en que Argelia y España están vinculadas por contratos que no pueden modificarse unilateralmente, ni en volúmenes exportados ni en precios. “Si una parte no respeta un contrato, salvo en caso de fuerza mayor, se enfrenta a que la otra parte solicite importantes compensaciones financieras en los tribunales”.

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Perrin subraya que el cese de la venta de gas a España tendría, además, un impacto muy negativo en la reputación de Argelia y Sonatrach como proveedores de la UE. “Cuando el año pasado se rompieron las relaciones diplomáticas con Marruecos, Argelia cumplió sus contratos hasta el final, es decir, hasta el 31 de octubre de 2021. No violó los contratos, pero optó por no renovarlos, lo que es muy diferente jurídicamente. Y eso a pesar de que las relaciones entre Argelia y Marruecos eran muy malas desde hacía mucho tiempo”.

Para Argelia, el cese del comercio de gas con España sería muy costoso. Las ventas a España suponen cerca del 12% de sus exportaciones y son una fuente de divisas fundamental. Argel podría buscar otros compradores, una tarea sencilla cuando todas las grandes potencias europeas y asiáticas están ávidas por atraer más barcos metaneros para rellenar las reservas ante el próximo invierno. Pero sería un camino plagado de espinas: en el mundo hay poco más de 600 buques con capacidad de transportar gas licuado y la pugna por hacerse con un contrato de transporte es enorme. Incluso teniendo compradores, Argelia sufriría para dar salida a su gas.

Un analista argelino que solicita el anonimato cree que la posible represalia no será a costa de cortar el gasoducto. “Argel ya ha podido darse cuenta de que cortar el que pasaba por Marruecos no ha sido la mejor decisión. No nos ha fortalecido”. Sí ve posible, en cambio, que “Argel colabore algo menos en el control de la emigración”. También que “deje de suscribir contratos de explotación con las empresas petroleras españolas, hacerles la vida más difícil”.

La situación económica argelina ha mejorado en paralelo a la subida del petróleo desde el otoño pasado. “Ahora”, señala el analista, “el Estado acaba de eliminar unos impuestos para la importación de productos informáticos. Eso indica que ya no se necesita ese dinero. También han comenzado a relanzar obras públicas”. El Gobierno sigue subvencionando productos básicos como el pan, el aceite y el azúcar; y tanto la gasolina como la electricidad son muy baratas. “Pero la inflación está muy alta: nosotros importamos casi todos los productos, como el forraje para el ganado”, reconoce. Y esas compras se pagan con divisas que llegan, sobre todo, con el dinero del petróleo y del gas que se venden, entre otros países, a España.

Un movimiento que requiere mucho tino

Argelia podría también abordar una baza intermedia: renegociar los contratos de largo plazo e incorporar de una manera más directa la fortísima escalada de precios del gas en los mercados internacionales desde el verano. Este movimiento, no obstante, tendría que manejarse con mucho tino, dados los numerosos intereses comunes: la estatal argelina Sonatrach y la española Naturgy son, junto con el fondo de inversión estadounidense BlackRock, los dueños del gasoducto Medgaz. Y la propia Sonatrach es accionista de Naturgy, con un 4,1% del capital.

Si Argelia tensara demasiado la cuerda, España dispondría de alternativas. A diferencia de muchos países de Europa Central y del Norte, que dependen íntegramente del gas ruso, España cuenta con la mayor red de plantas regasificadoras de Europa: de la veintena que hay en el continente, seis son españolas. Francia, por ejemplo, solo tiene cuatro, e Italia, tres. Esa tupida red le permite importar gas desde Estados Unidos a Nigeria, pasando por Trinidad y Tobago o Qatar. Argelia, en síntesis, es importante y la cercanía geográfica aporta un plus, tanto en tiempo como en coste. Pero también tiene otros competidores. Y eso le impide mover la aguja de los precios a su antojo.

Tras el cierre del Magreb-Europa, el tubo que conecta los yacimientos argelinos con Zahara de los Atunes (Cádiz) a través de Marruecos, en los dos últimos meses de 2021, las llegadas de gas por tubo desde Argelia a España se redujeron más de un 30% respecto a 2019 y más de un 20% frente a 2020. Una parte se sustituyó con nuevas llegadas de metaneros procedentes de la misma Argelia, pero no todo: otros exportadores aprovecharon la oportunidad para cubrir el hueco dejado por la decisión de Argelia de cerrar el gasoducto como represalia a Marruecos en plena crisis diplomática por el conflicto del Sáhara Occidental.

España lleva años reduciendo su dependencia del gas argelino. Hace un lustro, este país suministraba casi el 60% del gas consumido por España y ahora aporta poco más del 40%. Durante 2019 y 2020, esa cifra llegó a caer hasta el entorno del 30%. Tener a un suministrador del tamaño de Argelia a unos pocos centenares de kilómetros al sur es una oportunidad que España no puede desaprovechar en un contexto de máxima presión sobre el suministro. Pero Argelia tampoco puede romper unilateralmente esa relación sin sufrir las consecuencias. El interés común de ambos países está en juego.

Un economista conocedor del Magreb indica, bajo anonimato, que sería un error fijarse solo en el coste inmediato y aboga por mirar al largo plazo. “España puede perder la oportunidad de convertirse en un punto de distribución del gas para Europa. Si la UE pretende renunciar al gas de Rusia, tendrá que mirar hacia Argelia. Y ahí el papel de Italia será clave, en detrimento de España”.

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