Tres detenidos en Valladolid por esclavizar a migrantes en la vendimia
Los trabajadores eran explotados en jornadas de hasta 16 horas sin apenas salario
Era la perfecta definición de esclavitud en el siglo XXI: víctimas vulnerables, jornadas maratonianas en el campo, condiciones vitales paupérrimas, colchones con insectos, techos de chapa, paredes de adobe semiderruidas y un solo retrete. Este cóctel de explotación ha provocado la detención de tres personas que abusaban laboralmente de inmigrantes en situación irregular a los que atraían a La Seca (Valladolid). Allí los ponían a trabajar en la vendimia o en la recogida de patatas, dos de las labores más ingratas de la agricultura, sin apenas descanso ni sueldo y con unas condiciones de alojamiento que eran en sí mismo un tormento.
Los arrestados, sin antecedentes penales, sometían a los migrantes mediante amenazas y agresiones y se aprovechaban de su desconocimiento de la legislación y de su desamparo para negarles vacaciones o cobrarles un alquiler por tenerlos hacinados. La actuación policial, efectuada el 16 de septiembre, se ha divulgado ahora tras permanecer en secreto de sumario.
La Policía Nacional lanzó la denominada Operación Dry tras detectar un entramado jerarquizado para captar a inmigrantes y explotarlos en el ámbito agrario. Dos de los detenidos, que son padre e hijo y de nacionalidad rumana, pertenecen a una familia que ya estuvo implicada anteriormente en actividades similares. Su compinche, un ciudadano chileno, se encontraba en Barcelona y ejercía como capataz y captador. El grupo contactaba con los trabajadores migrantes —a menudo a través de anuncios en internet o redes sociales— y les ofrecían un empleo con unas cláusulas que nunca se aplicaban. Algunos recibían esta falsa oferta laboral mientras ejercían la mendicidad, así que estaban prácticamente abocados a aceptarla. Fuentes policiales explican que en casos como estos, una vez quedan liberados, la mayoría de los migrantes piden regresar a sus países, y que se les intenta facilitar este retorno.
La investigación ha revelado que cuando los explotadores accedían a esta mano de obra, a la que posteriormente tratarían de forma casi esclava, los llevaban a una casa casi en ruinas de La Seca, una localidad que alberga bodegas de prestigio que elaboran vino de verdejo. Allí llegaron a residir a la vez hasta 10 personas —no hay un cálculo de a cuánto se eleva el total de afectados—, con un único baño y obligados a dormir en condiciones que la Policía ha definido como “insalubres”, entre otras cosas porque los colchones estaban comidos por los insectos. La plantilla apenas recibía remuneración por jornadas de hasta 16 horas de trabajo duro en el campo, desde las cinco de la madrugada hasta las nueve de la noche. Con suerte, algún día obtenían un mínimo jornal para comprar comida. De vacaciones, ni hablar.
Su poca capacidad económica se evaporaba con los pagos forzosos por el transporte a las fincas repartidas por la provincia a las que tenían que desplazarse para trabajar y también por el uso de las herramientas. Una de las víctimas llegó a ser apuñalada cuando reclamó un salario, según la investigación.
Más casos
La provincia vallisoletana ha vivido en los últimos meses varios casos de explotación laboral a inmigrantes en entornos rurales, donde es más fácil no llamar la atención y donde los extranjeros suelen acudir como temporeros. Las exigentes condiciones del campo y las escasas prestaciones que ofrece el medio rural provocan que muchos españoles rechacen esas opciones. El pasado marzo fue arrestado un matrimonio en Roales de Campos por alojar a varios inmigrantes en condiciones casi infrahumanas en unas naves con techo de uralita y sin ningún tipo de bienestar. Allí los tenían como pastores para cuidar de las reses sin apenas sueldo pese a sus interminables jornadas.
El año pasado, una intervención similar de la Policía Nacional se saldó con 11 detenidos por explotar y hacinar a trabajadores agrarios en Medina del Campo. El grupo, dirigido por personas de nacionalidad rumana, se dirigía a ciudadanos vulnerables de su país de origen para trasladarlos a Valladolid con la promesa de un sueldo y un empleo, algo que nunca sucedía. Los responsables recurrían a coacciones y violencia física para dominar a sus cuadrillas de temporeros, a los que trasladaban en furgonetas para que se deslomaran en jornadas de más de 12 horas.
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