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Las incógnitas del Tren Celta, la otra tragedia ferroviaria que afronta Adif en los tribunales

Víctimas del tren que descarriló en Galicia después del Alvia intentan evitar el archivo de la investigación y ponen el foco en una señal “contradictoria” que la empresa retiró tras el accidente

Accidente tren O Porriño
Accidente de tren en O Porriño (Pontevedra) en septiembre de 2016.ÓSCAR CORRAL
Sonia Vizoso

Un experimentado maquinista portugués de 50 años estaba el 9 de septiembre de 2016 a los mandos del ferrocarril matinal que une Vigo y Oporto, el conocido como Tren Celta. A las 9.21 horas se aproximaba a la estación de O Porriño (Pontevedra) a poco más de 50 kilómetros por hora. Tres minutos después, el conductor pasó por dos balizas que le alertaron de que no debía exceder los 30 kilómetros por hora. Pese a que reconoció los avisos y pulsó el botón que así lo acredita, no frenó. Atravesó el lugar a más de 100 kilómetros por hora y el terrible descarrilamiento que se produjo apenas un minuto después acabó con la vida del propio maquinista y de otras tres personas. Resultaron heridos 47 pasajeros, 13 de ellos graves.

Las circunstancias de esta tragedia ferroviaria que sacudió Galicia solo tres años después del descarrilamiento del Alvia que dejó 80 víctimas mortales están plagadas de incógnitas. Las investigaciones oficiales no han podido determinar con claridad qué fue lo que empujó al maquinista a aumentar la velocidad en vez de reducirla. Acumulaba 21 años de experiencia y había recibido toda la formación necesaria. Se han descartado problemas de visibilidad, defectos en las vías o en los convoyes o incluso una posible confusión entre la normativa ferroviaria lusa y española. Los informes periciales no han hallado tampoco otra causa más allá del exceso de velocidad. El tramo estaba dotado con un sistema de frenado de emergencia ASFA que no se activó porque el conductor usó en todo momento el pulsador que certifica que recibía la información de las señales.

La muerte en el accidente de los dos trabajadores ferroviarios que viajaban en el Tren Celta, tanto el maquinista como el interventor, también han dificultado las indagaciones. No se ha podido contar con sus testimonios y tampoco se dispone de grabaciones de audio del interior de la cabina que den pistas sobre lo que ocurrió justo antes de la fatal colisión. La Comisión de Investigación de Accidentes Ferroviarios (CIAF), dependiente del Ministerio de Transportes, plantea en su informe diversas hipótesis, pero resuelve que el motivo que llevó al maquinista a incumplir las órdenes de las señales de reducción de velocidad “no se ha podido determinar de manera concluyente”. “La posible distracción es la única explicación verosímil que encaja con las circunstancias y que no ha quedado descartada, pero no ha podido ser demostrada de forma categórica al no existir registros de audio o vídeo en cabina que pudiesen confirmarla”, admite la CIAF.

La titular del juzgado de instrucción número 2 de O Porriño ha decidido cerrar la instrucción judicial concluyendo que “la responsabilidad de tal exceso de velocidad reside en exclusiva en la imprudencia del maquinista fruto de una conducción desatenta a las circunstancias de la vía y a su señalización”. En su auto del pasado marzo, la jueza se limita a destacar la hipótesis que apuntó la CIAF de que “una serie de circunstancias repetitivas” en el tramo de aproximación a O Porriño “podrían haber generado una costumbre y una sensación de confianza excesiva” que llevó al conductor a creer que circulaba en vía libre. Como el hombre falleció, añade la jueza, su responsabilidad penal por tal “conducta imprudente” se considera extinguida.

Cuatro víctimas, la aseguradora y la operadora ferroviaria lusa Comboios de Portugal, en la que trabajaba el maquinista y que prestaba el servicio con un tren alquilado a Renfe, discrepan de esta conclusión que sí apoya la Fiscalía. Estas partes han recurrido el sobreseimiento provisional ante la Audiencia Provincial de A Coruña y en sus escritos aprecian una causa que explicaría el extraño comportamiento del conductor y que dirigiría la responsabilidad hacia Adif, la empresa pública que gestiona las infraestructuras ferroviarias en España y uno de cuyos exdirectivos será juzgado por el accidente del Alvia.

Una de las afectadas que pelea para que el caso de O Porriño no se cierre culpando solo al maquinista fallecido es la viuda de James David Candlin, un ciudadano estadounidense de turismo por Europa que también perdió la vida en el accidente. Candlin era un apasionado de los viajes en tren. Le parecía una forma “menos estresante” de visitar un país extranjero y “una oportunidad de sumergirse en la vida local”, cuenta su esposa. Ella sostiene que el siniestro pudo evitarse y que el maquinista no se distrajo, sino que fue confundido por la señalización que indicaba “de forma errónea y contradictoria” la velocidad a la que debía circular.

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Una baliza mal ubicada

El recurso de la viuda de Candlin pone el foco en una señal que Adif retiró después del siniestro. La propia CIAF reconoció que tenía una “ubicación inadecuada”, aunque negó su relación con el descarrilamiento. Se trata de una indicación que permite circular a un máximo de 120 kilómetros por hora y que estaba situada entre las dos balizas que le ordenaban al maquinista reducir a 30, solo 157 metros después de la primera de estas señales. En apenas 11 segundos el hombre recibió tres avisos contradictorios y apretó el pulsador que certifica que recibió todos esos mensajes, subraya la recurrente. “Alguien que está distraído no reconoce una señal y actúa en consonancia”, remarca el recurso, en el que se pide que se prosiga con la instrucción judicial y se investigue a Adif, empresa responsable de la señalización. Fuentes de la defensa de la familia Candlin sostienen que la compañía podría haber incurrido en un delito de negligencia al instalar en la zona balizas confusas.

Para la familia de Candlin, las señales contradictorias no fueron las únicas que perturbaron aquella mañana la conducción del Tren Celta. Lo habitual en aquel servicio era pasar de largo por la estación de O Porriño a la velocidad a la que circulaba el maquinista cuando se produjo el descarrilamiento. Sin embargo, ese día Adif decidió desviar el Tren Celta a una vía distinta a la habitual y en la que debía circular mucho más despacio. El objetivo era permitir a dos operarios realizar unas comprobaciones sobre el circuito que avisa si hay trenes en la vía y que había fallado el día anterior. El recurso sostiene que el maquinista se enteró del cambio de recorrido por las señales solo 2 minutos y 15 segundos antes del accidente, pese a que estaba planeado desde el día anterior. La familia de la víctima estadounidense sostiene además que Adif nunca debió realizar esa comprobación técnica con un tren cargado de pasajeros.

Adif ha eludido ofrecer a este periódico su versión sobre el caso “al tratarse de un asunto que se encuentra sub iudice”. La apelación judicial de Comboios de Portugal expone argumentos similares a los esgrimidos en el recurso de la viuda de Candlin sobre las presuntas responsabilidades de la empresa pública española, informan fuentes conocedoras del caso. También coinciden en sus reclamaciones la aseguradora y las otras tres víctimas.

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Sobre la firma

Sonia Vizoso
Redactora de EL PAÍS en Galicia. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago. Lleva 25 años ejerciendo el oficio en la prensa escrita y ha formado parte de las redacciones de los periódicos Faro de Vigo, La Voz de Galicia y La Opinión de A Coruña, entre otros. En 2006 se incorporó a El País Galicia.

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