Sánchez se prepara ya para 2024
El cambio de Gobierno es fruto del desgaste y el inicio de una larga campaña. Bolaños anunció que habrá más política en el órgano clave del corazón del Gobierno
Todo empezó la noche del 4 de mayo, la de las elecciones madrileñas. Pedro Sánchez y el núcleo duro de dirigentes del Gobierno y del PSOE que lo acompañan lo tuvieron claro. Había fallado todo. La campaña, el candidato, el partido en Madrid, la marca, el presidente, que se implicó a fondo en la primera fase, y los datos. No solo el CIS. También los internos.
Incluso pocas horas antes del resultado, la información que les trasladaban a Sánchez y a la cúpula del PSOE es que había un empate técnico, que estaban muy cerca. No era cierto. Fue una derrota aplastante. El PSOE se vio superado por Más Madrid, una debacle. Esa noche, según los que le conocen, Sánchez se dio cuenta de que el desgaste de la pandemia era muy superior al esperado. Madrid no es toda España, y suele votar diferente, pero el aviso era importante. Ahí empezó a fraguarse el mayor cambio de Gobierno de la historia reciente.
Ahora, después del impacto de los primeros días y los análisis de quién sube y quién baja, o las salidas más o menos traumáticas de personas clave en el círculo más estrecho de poder del presidente, en el Gobierno y el PSOE baja la marea y se instala una idea de fondo de este profundo cambio: esto va en serio. Sánchez ha lanzado el mensaje a todo el PSOE de que la posibilidad de que el PP y Vox sumen una mayoría, que dan algunas encuestas, es real, y para impedirlo necesita al partido entero detrás. “Sánchez ha entendido que, al contrario de lo que pensaba Iván Redondo e intentó en una primera fase en Madrid, las elecciones no se ganan buscando el voto de Ciudadanos o jugando en el centro, sino movilizando a la izquierda y sobre todo al PSOE, que es la mejor maquinaria electoral posible”, dice un dirigente.
Las encuestas que manejó Sánchez en las últimas semanas no eran buenas. Nadie le da mucho valor a los sondeos ahora, a dos años y medio de las elecciones, pero sirven como aviso y para tomar decisiones. Y eso es lo que ha hecho el presidente, según analizan en su entorno. Tratar de romper la dinámica del Gobierno anterior, muy desgastado por la pandemia y múltiples batallas, y hacer un cambio radical para retomar el control de la agenda política y empezar ya la larga campaña electoral para las elecciones de finales de 2023 o incluso inicio de 2024, el máximo legal.
El gran símbolo político de ese nuevo tiempo son las cinco nuevas ministras, que fueron juntas el sábado por la noche a La Sexta, en una inédita entrevista múltiple que marca un claro mensaje. El relato del nuevo Gobierno son ellas. Jóvenes, pata negra del PSOE, experimentadas, alcaldesas de éxito. Pero todas las incorporaciones, con el ministro de Presidencia, Félix Bolaños; el de Exteriores, José Manuel Albares, y el jefe de Gabinete, Óscar López, tienen algo en común: son militantes del PSOE con mucho recorrido interno, nada de independientes de relumbrón como en el primer Gobierno Sánchez, donde había hasta un astronauta, Pedro Duque, sin vis política, ahora cesado para que entre una alcaldesa como Diana Morant, ingeniera de telecomunicaciones pero sobre todo política con tirón electoral en Gandia y cercana al barón valenciano Ximo Puig.
Sánchez tira así de todo el partido y trata de implicar a todos los barones —hay varias personas cercanas a los más importantes en el nuevo Ejecutivo— con la vista puesta en la recuperación económica y en las elecciones de 2023 o 2024, donde habrá una batalla feroz para intentar que la derecha, que se está reagrupando, no alcance el poder con una suma del PP y Vox. Ahora falta por saber si la izquierda también se reagrupa al menos en dos, como la derecha, o se presenta con tres o cuatro marcas. Ese es un trabajo complejo en el que la clave la tiene Yolanda Díaz, la interlocutora de Unidas Podemos en el Ejecutivo y la única capaz de reunificar un espacio muy fraccionado estos años por guerras internas.
El nuevo Gobierno aún está aterrizando, pero ya ha mostrado algunos cambios que señalan que quiere hacer más política. Bolaños, el nuevo hombre clave, que preside el corazón del Gobierno en la comisión de subsecretarios que antes dirigía Carmen Calvo con Iván Redondo sentado a su lado, ya avisó el jueves, en el primer encuentro de este órgano que prepara el Consejo de Ministros, que quiere cambiar el formato para centrarse más en debatir a fondo “los asuntos políticamente más relevantes” y pasar de forma más ágil por las cuestiones menores o más técnicas. Esa comisión se había vuelto un órgano de discusión técnica sin apenas contenido político, algo que también estaba sucediendo en los consejos de ministros. Del Gobierno han salido pesos pesados políticos, como Calvo y José Luis Ábalos, pero hay intención de hacer más política. El resultado se verá en breve.
Quedan muchas incógnitas por resolver. Por ejemplo, ¿quién será ahora el escudo de Sánchez, esa especie de policía malo que tienen todos los gobiernos? Una de las cosas que más preocupaban en La Moncloa en las últimas semanas es que, con la salida de Pablo Iglesias, Sánchez se había quedado sin escudo. Antes, el vicepresidente concentraba las críticas más duras de la oposición y los medios. Yolanda Díaz, con mucha mejor imagen que Iglesias y con un perfil muy diferente, no hará ese papel. Con la salida de Calvo y Ábalos, dos veteranos con alto perfil político que entraban al choque con la oposición, Sánchez ha perdido aún más escudo. María Jesús Montero, otra veterana con mucho perfil, sigue en el Ejecutivo, pero sale de la primera línea de la portavocía. ¿Lo hará Isabel Rodríguez, la nueva portavoz? Está Adriana Lastra, ahora al frente del PSOE, para ejercer ese papel. El nuevo Gobierno, que pretende ofrecer una cara más amable, se enfrentará rápidamente a la realidad de una oposición durísima. Aún está todo por escribir.
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