Los emblemas económicos del cartel gallego del contrabando caen 40 años después
La Agencia Tributaria logra confiscar el patrimonio que grandes narcos consiguieron con el negocio tabaquero en Galicia
“Hay que saber esperar”, solía repetir como una muletilla uno de los exjefes del contrabando que hicieron fortuna con los cigarrillos de rubio americano. Para él, la paciencia era la clave para coronar con éxito una descarga de millones de cajetillas, pero la perdió en 1997. El Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) le ganó ese año la partida con la captura del que sería su último cargamento, después de años esperando que el tabaquero cometiera un error que le costó parte de su fortuna.
Así cayeron los últimos contrabandistas históricos hasta que en 2005 la Audiencia de Pontevedra dio por desmantelado este negocio que generó grandes fortunas, incluso más sólidas y perecederas que el narcotráfico. Fueron más de dos décadas de ostentoso poder económico en las que el cartel tabaquero gallego creó en Galicia un potente centro financiero y de distribución de las cajetillas que enviaban a Europa las principales multinacionales americanas.
Hacienda ha esperado pacientemente para saldar cuentas con los viejos contrabandistas, una deuda histórica que entre bienes, sociedades y dinero supera los 150 millones de euros. Unos, fueron pillados en un clamoroso delito fiscal, y, otros, los que acabaron dirigiendo el multimillonario negocio de la droga, por blanqueo de dinero. La evasión de capitales ha sido otro pilar de los contrabandistas que se ha prolongado en el tiempo. Suiza ha seguido siendo la hucha principal de sus beneficios, teniendo en cuenta que, además de las ganancias por la venta ilegal del tabaco, cada año recibían de las multinacionales unas comisiones de 100 millones de las antiguas pesetas.
Los narcotraficantes Sito Miñanco, Marcial Dorado, Manuel Charlín, Laureano Oubiña, o el exalcalde José Ramón Barral, el único tabaquero del que no hay indicios de que diera el salto a las drogas, son algunos ejemplos de los jefes caídos en la batalla que libraron con el Servicio de Vigilancia Aduanera desde que las planeadoras campaban a sus anchas repletas de cajetillas. Todos ellos pensaban que sus fortunas levantadas con el tabaco ilegal eran inembargables hasta que Aduanas, hoy dependiente de la Agencia Tributaria, logró intervenir los viejos emblemas. El varapalo económico ha sido de tal calibre que, para evitar el descalabro financiero y, sobre todo, familiar, ya que salpica a esposas e hijos como parte del entramado, los capos han alegado en los tribunales que el origen de sus bienes fue la venta de cajetillas que siempre negaron, aunque eso sí, apostillando que fue una actividad completamente legal.
La sentencia contra Miñanco que acaba de dictar el Tribunal Supremo pone fin a un negocio inmobiliario que se fundó en 1987 para blanquear dinero, aunque el narco trató de demostrar que había amasado un dineral con la venta de cajetillas en Bélgica, nunca en Galicia. El fallo resulta paradigmático al interpretar que Inmobiliaria San Saturnino (con todas las posesiones que estaban a su nombre) es un ejemplo de lo que el tribunal llama “cadena de transformaciones” de dinero negro. La investigación de la Agencia Tributaria que parecía estar en riesgo por la prescripción fue avalada. “La continuidad de la estructura creada para ocultar y transformar el fundacional origen delictivo de los bienes se convierte en la clave de bóveda de la conducta de blanqueo”, apuntaló el Supremo.
A diferencia de Miñanco, que tenía lujosas residencias fuera de Galicia, como en Panamá o Bélgica, a Marcial Dorado le han decomisado propiedades en España y dinero en paraísos fiscales por valor de más de 20 millones de euros. Dorado también trató de defender su emporio en los tribunales admitiendo su pasado como tabaquero, pero solo “como importador de tabaco legal cuando no era delito en España y como apoderado de un holding de inversión suizo”.
Condenado por narcotráfico y blanqueo, Marcial Dorado ya está en libertad condicional, pero sigue peleando en los juzgados para no perder su famosa casa de A Illa de Arousa, la que construyó cuando dirigía su propia red de contrabando bajo la lupa de Aduanas. La maraña de sociedades que creó para el blanqueo de dinero ha retrasado la ejecución de la sentencia al aparecer como accionistas dos de sus hijos que fueron absueltos en el proceso.
Los Charlines, con Manuel Charlín a la cabeza como patriarca del clan pese a su avanzada edad, 88 años, todavía tienen cuentas que saldar con la justicia. Será el final de la escapada para la histórica familia de narcos desde que logró recuperar parte de los bienes que no fueron decomisados sino embargados por la Audiencia Nacional, pujando ellos mismos en las subastas para no perder los negocios de venta de marisco y conservas que les quedaban de las épocas del contrabando. También se juegan en este próximo juicio el decomiso de tres millones de euros que todavía le quedaban al clan en cuentas suizas.
Un exalcalde en la lista de morosos de Vigilancia Aduanera
En los años setenta y ochenta se levantaron los cimientos de inmensas fortunas en la ría de Arousa, principal centro de operaciones de los contrabandistas. Los signos de riqueza se exhibían por aldeas y pueblos donde los respetados tabaqueros se construyeron llamativas mansiones. Una burbuja económica que se infló con una desaforada actividad inmobiliaria para blanquear dinero.
En este ambiente de ostentación José Ramón Barral, Nené, gobernó su pueblo, Ribadumia, durante casi 20 años hasta que en 2001 dejó el cargo y abandonó el Partido Popular al ser detenido por un alijo de tabaco. La prueba del delito que perseguía Aduanas había llegado, pero el caso sigue pendiente de juicio por las evasivas de Suiza para colaborar.
Mientras tanto, Barral, de 83 años, ha sido condenado por delito fiscal, un acuerdo de conformidad que evitó la cárcel para él y sus tres hijas. Pero Vigilancia Aduanera no ha cejado en su empeño de saldar las cuentas con Nené y cuando parecía que su patrimonio ya estaba a salvo llegó el colofón. Una investigación le sitúa como jefe de una red que importaba tabaco desde Estados Unidos y China, vía Grecia y Emiratos Árabes, hasta Barcelona, Valencia y Sines (Portugal).
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