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Las grandes ciudades impulsan las victorias de Urkullu y Feijóo en Euskadi y Galicia

El discurso moderado de ambos políticos les lleva a ganar en prácticamente todo el territorio

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, y el lehendakari, Iñigo Urkullu, hablan en la tribuna de invitados del Congreso mientras el expresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, saca una fotografía.
El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, y el lehendakari, Iñigo Urkullu, hablan en la tribuna de invitados del Congreso mientras el expresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, saca una fotografía.J. J. Guillén (EFE)

Las elecciones autonómicas de este domingo han encumbrado la moderación del popular Alberto Núñez Feijóo en Galicia y el nacionalista Iñigo Urkullu en Euskadi, dos políticos con fama de buenos gestores que se han impuesto gracias a la tradicional implantación de sus partidos en el territorio, pero también a una victoria incontestable en las principales ciudades.

El PP no gobierna ninguna de las urbes gallegas, pero ha vencido en todas; el PNV gobierna todas las vascas y, aunque sin arrasar, ha consolidado las primeras posiciones de 2016.

Galicia: Feijóo supera a Fraga

La única de las siete ciudades gallegas que no gobierna la izquierda es Ourense, donde el PP tuvo que apoyar al histriónico líder de un partido independiente para asegurarse, a cambio, su feudo provincial. La Diputación ourensana supone la excepción en una comunidad donde el PSdeG-PSOE acumula el mayor poder local de su historia, muchas veces en coalición con el Bloque Nacionalista Galego (BNG), que dirige Pontevedra. Los socialistas gobiernan cinco urbes y tres de las cuatro provincias, pero también arrasaban en A Coruña cuando Francisco Vázquez era alcalde y en las autonómicas el expresidente popular Manuel Fraga se llevaba el gato al agua. Ahora ocurre con Feijóo.

El mandatario gallego ha sabido mantener el difícil equilibrio entre las dos almas del PP de Galicia: el voto rural, que le sigue siendo fiel, y el urbano, donde ha conseguido superar a su antecesor. El 46% de las papeletas en la capital coruñesa —donde la alcaldesa, Inés Rey (PSdeG), está cada vez más consolidada— constituye un registro nunca alcanzado por los conservadores, y es solo un ejemplo de un voto dual que siempre ha existido en las ciudades gallegas, aunque cada vez más acentuado. Los socialistas logran imponerse en las municipales y en las generales, pero el PP arrasa en las autonómicas: llega a superar el 50% en Lugo y a quedarse muy cerca en Santiago de Compostela, dos urbes gobernadas por el PSOE gallego. El aumento de la abstención ha perjudicado a la izquierda no nacionalista, que en estos comicios contaba con el electorado menos movilizado.

Ni siquiera Gonzalo Caballero, el candidato socialista, resiste en el inexpugnable bastión de su tío. Abel gobierna Vigo, la principal ciudad de España en manos del PSOE, tras llevarse dos de cada tres votos en las municipales de 2019. Pero en estas autonómicas la mitad de los sufragios socialistas se han esfumado y el PP se ha impuesto por unos cientos de papeletas.

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La urbe más poblada de Galicia es la única donde el BNG no ha conseguido la segunda posición: en la mayoría de los grandes núcleos se la ha arrebatado a las llamadas mareas. La marca de Unidas Podemos en la comunidad solo supera el 5% en Ferrol, donde la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, fue concejala hasta 2012. Y eso que hace poco más de un año todavía gobernaban las candidaturas apoyadas por el partido de Pablo Iglesias, al igual que en A Coruña y Santiago.

El PP ha logrado la gesta de imponerse en todos los municipios de la provincia coruñesa y en los 50 más poblados de la comunidad. El concello más grande que se le escapa es O Grove (Pontevedra), donde el BNG ha ganado por solo dos votos. Los nacionalistas han ampliado su base electoral más allá del ámbito urbano, y cosechan unos resultados históricos en el medio rural. Incluso han recuperado Allariz (Ourense), una villa donde llevan gobernando tres décadas pero que se les resistió en las autonómicas de 2016. Se trata de una de las pocas excepciones en un panorama pintado de azul: el rojo del PSOE solo asoma en nueve de los 313 municipios gallegos.

Pese a todo, el Partido Popular también muestra desgaste en algunos territorios. Se deja más de 10 puntos en Verín, después de la polémica sobre el cierre del paritorio de esta localidad ourensana, que finalmente no se produjo. En la comarca de A Mariña (Lugo), epicentro informativo de las últimas semanas, también pierde apoyos. Sin embargo, logra imponerse en Burela, la localidad más afectada por el rebrote del coronavirus, y Cervo, sede de la industria metalúrgica Alcoa, abocada a la desaparición. En ambos municipios el BNG logra capitalizar el descontento de la izquierda, también con el Gobierno central, y consigue uno de cada tres votos.

País Vasco: El PNV, más hegemónico que nunca

Las coordenadas tradicionales de la política vasca indicaban que el PNV dominaba el gran Bilbao y dejaba abierta la competición en el resto de Euskadi. En una comunidad con un gran peso de los llamados territorios históricos, y donde las diputaciones forales manejan apreciables competencias y un excepcional presupuesto, Bizkaia siempre ha sido el principal bastión del partido nacionalista. Las municipales de 2019 supusieron el fin de la breve experiencia de EH Bildu en Gipuzkoa, la provincia más abertzale, y la confirmación de que el PP tardará mucho tiempo en volver a disputarle Álava a los peneuvistas. El partido atrapalotodo consiguió quedarse con el conjunto del territorio.

El poder local sin precedentes —gobierna las tres diputaciones forales y las cuatro grandes ciudades— le ha permitido a la formación del lehendakari Iñigo Urkullu asentar su victoria en las autonómicas, hasta consolidar, junto a EH Bildu, una mayoría nacionalista histórica: en el ámbito rural, pero también en el urbano. Solo los municipios de Ermua (Bizkaia) y Navaridas (Álava) han escapado al dominio soberanista, con victorias para el PSE y la coalición PP-Ciudadanos, respectivamente. El PNV se ha impuesto en 145 consistorios y los abertzales en 104, la mayoría de ellos en Gipuzkoa.

La hegemonía del nacionalismo moderado es incontestable en las principales urbes. En Bilbao ha gobernado siempre, pero nunca había conseguido un resultado como este en unas elecciones vascas: un 43% de los votos. EH Bildu recupera la segunda plaza, que en 2016 le arrebató Podemos, y el PP cede la tercera posición a los socialistas. El batacazo del partido de Pablo Iglesias, que queda quinto, resulta fenomenal. En las demás ciudades sucede lo mismo, con los abertzales como grandes beneficiados. El PSE también se aprovecha para lograr el segundo puesto en Barakaldo y el tercero en San Sebastián, su gran feudo urbano en el País Vasco —gobernó entre 1991 y 2011— , pero donde no gana unas autonómicas desde hace una década.

El mayor vuelco se ha producido en Vitoria. Por primera vez, dos partidos nacionalistas logran ser las fuerzas más votadas en la capital alavesa, territorio históricamente propicio para las formaciones de ámbito estatal. La coalición entre PP y Ciudadanos ha pasado de disputarle la victoria al PNV en 2016 a cosechar un escaso 13% de los votos. Pierde apoyos en favor de Vox, que logra por primera vez un asiento en el Parlamento autónomo gracias a su fortaleza en la ciudad que lo alberga. Como en las demás urbes, el desplome de la participación ha beneficiado a los nacionalistas.

Pero hasta en el más sólido de los triunfos hay un punto oscuro. La catástrofe en el vertedero de Zaldibar, donde dos operarios continúan desaparecidos tras un aparatoso derrumbe, ha empañado la imagen de buen gestor de Urkullu, con consecuencias electorales en dos de los tres municipios afectados. El PNV se ha visto superado por EH Bildu en la localidad vizcaína y por el PSE en la vecina Ermua. Una anécdota en un panorama dominado como nunca por el partido de la vieja política que mejor ha resistido los cambios de los últimos años. La nueva no ha sobrevivido a estas elecciones.

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