Al rescate del catedrático vasco boicoteado
Un departamento universitario abre la puerta a acoger a Francisco Llera, repudiado por sus propios compañeros
La historia ha salido en auxilio del catedrático de Ciencia Política Francisco Llera. El departamento de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) ha decidido auspiciar la candidatura de Llera a catedrático emérito tras haber sido rechazada por sus propios compañeros de departamento. Estos cerraron el paso a su deseo de alargar cinco años más una trayectoria docente que comenzó en 1973. El veredicto de sus colegas de Ciencia Política —recibió dos votos en contra, uno a favor y 12 en blanco— ha sido impugnado por el creador del Euskobarómetro (el CIS vasco) y amenazado en su día por ETA, a cuyo rescate han salido los historiadores de la universidad pública vasca.
El consejo del departamento de Historia Contemporánea acordó el pasado 4 de mayo, en una reunión telemática, proponer a Llera como catedrático emérito. La propuesta partió de su director, Mikel Urquijo, y fue aprobada por unanimidad, según fuentes conocedoras del proceso. El área de Historia Contemporánea, dirigida entre 1990 y 1999 por Manuel González Portilla y que tiene en sus filas al exrector Manuel Montero o a José Luis de la Granja, debe elevar ahora su propuesta a la Comisión de Profesorado Universitario, encargado de evaluar su pertinencia, y posteriormente se votará en el Consejo de Gobierno. Si obtiene el visto bueno, lo firmaría en última instancia la rectora de la UPV.
El caso es que Llera, un hombre con un currículum plagado de títulos, cargos, honores y condecoraciones, entre otras la Encomienda de Número de la Orden de Mérito Civil (2015) y la Insignia de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo (2018), recibió el rechazo a su solicitud de obtener la categoría de emérito por un solo voto. Lo impidieron sus propios compañeros de departamento, el mismo que Llera fundó en 1991. Este sufrió la persecución de ETA en primera persona y salvó de milagro su vida en un atentado frustrado con un paquete bomba que no llegó a explotar en diciembre de 2000.
Cada una de las fuentes consultadas tiene su propia versión sobre el boicot a Llera. Desde que el peso de su significación política ha sido definitivo para vetarle, hasta el miedo de algunos profesores a manifestarse en un entorno universitario con departamentos claramente controlados por profesores cercanos a la izquierda abertzale. Estas circunstancias han operado como una mordaza a la hora de defender la figura del catedrático nacido en 1950 en Caravia Alta (Asturias). Hay quien también opina que Llera ha subestimado el relevo generacional que ha experimentado la UPV y que dio por hecho que sus méritos eran suficientes para que no se cuestionara su continuidad académica.
Uno de los dos votos negativos fue el de su compañero de departamento Rafa Ajangiz, exdirigente de Elkarrekin Podemos hasta hace cinco años. No ha querido explicar su voto. “No cabe la posibilidad de que sea por falta de afinidad personal o incluso animadversión, no sería justificable ni admisible como motivación”, asegura un profesor de Sociología de la UPV que prefiere mantenerse en el anonimato: “Tienen que prevalecer los motivos puramente académicos”, asegura.
El no a Llera ha generado mucha sorpresa en el ámbito académico. Más de 200 profesores de universidades de España, Reino Unido, Francia, Canadá, EE UU y Chile hicieron llegar a la UPV una carta pidiendo una rectificación. No entienden que se vete, por diferencias políticas o personales, a una persona que, más allá de sus méritos académicos, defendió la libertad a costa de poner en peligro su vida.
En la carta que catedráticos de Ciencia Política de universidades españolas y de otros países enviaron a la rectora de la UPV, Nekane Balluerca, le pedían que explicara “los fundamentos de una decisión que puede ser leída como un rechazo a toda una ejemplar trayectoria académica y de investigación”. Llera sostiene que la negativa de su departamento se presentó en el rectorado sin motivación alguna. “Esto es incomprensible en un acto administrativo”, asegura. Ha impugnado aquella votación porque, según recoge en su escrito, en la certificación constan dos votos en contra, uno a favor y 12 abstenciones, mientras que en el acta se identifican 16 asistentes “sin indicación de si tienen derecho a voto o no” y, más aún, se contabilizan 18 votos: dos negativos, uno positivo y 15 en blanco”. Llera pide la nulidad de la votación a la vicerrectora de Personal Docente e Investigador. La entrada en escena del departamento de Historia Contemporánea cambia ahora las cosas y abre, de nuevo, la posibilidad de que Llera siga otros cinco años más como catedrático.
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