La terapia con caballos es el nuevo psicólogo
Aunque el tratamiento con equinos existe desde la segunda mitad del siglo XX, ha vuelto a ponerse de moda con el fervor actual por el bienestar

El bienestar es la nueva fiebre del oro. Y el caballo es el tótem que, en nuestros días, se redescubre como animal terapéutico ya que actúa como antena y altavoz, es decir: capta y desvela las emociones de la persona con la que interactúa. Los caballos son tan especiales porque en su neurología las funciones relacionadas con el movimiento, los sentidos y la memoria están más desarrolladas que en los humanos (en nosotros predomina el lenguaje y la motricidad fina). Por ello, son capaces de interpretar la cartografía emocional que generamos las personas gracias, entre otras cosas, a su capacidad de escuchar los latidos del corazón.
Guillem Tañà (43 años) es fundador de la escuela de hípica GT en Vic (Barcelona) y tiene cerca de 30 años de experiencia en el mundo equino; conoce en profundidad la terapia con caballos y la practica con el método Equine Assisted Growth and Learning Association (EAGALA), fundado hace 26 años en Utah (Estados Unidos): “Ha habido veces que el caballo ha relinchado, casi como queriéndome decir ¿no te das cuenta de lo que le pasa a esta persona?”, comenta entre risas al otro lado del teléfono. El trabajo de Tañà se aplica por ejemplo en procesos de sanación mental y terapias con niños hiperactivos. “La gente cada vez tiene menos paciencia y mucha coraza. No están preparados para escuchar lo que no les gusta”, dice.
Núria Orriols (47 años), psicóloga y experta en programación neurolingüística (PNL), recuerda que hace 17 años, cuando se subió a una yegua por primera vez, le recordaron que un jinete puede montar porque el animal concede esa oportunidad. “El caballo te hace de espejo lo montes o no y muestra las emociones de la persona. Te ayuda a tomar conciencia de lo que te ocurre a ti viéndolo en su comportamiento”, cuenta desde su casa en Vic.
Sobre los retiros de bienestar que también utilizan caballos como reclamo, Orriols lo tiene claro: “Antes, para conseguir el sosiego, nuestros padres se iban a caminar por la montaña o de camping. Ahora están tan de moda porque hay necesidad de conexión, de autoconocimiento y de estar más tranquilos internamente”, concluye.
La interacción entre humanos y caballos es sistémica. Así lo relata la experta en recursos humanos Ana Urmeneta: “Hicimos una sesión de coaching con caballos y un grupo de ejecutivos con el propósito de que pudieran saber más sobre su estilo de liderazgo. Lo sorprendente fue que al caballo le resultó más atractivo el grupo que formábamos el coach y yo, que estábamos fuera del ruedo, que el grupo de directivos”. Y prosigue: “Según el experto, esto se debió a la energía que generábamos. Nosotros estábamos totalmente centrados en un mismo asunto (la dinámica del día) mientras que los líderes estaban dispersos”.
En 1953, el científico alemán Max Reichenbach publicó el primer estudio sobre terapia equina y a partir de la década de los sesenta comienza a escribirse la historia contemporánea del caballo como animal sanador. En Écija (Sevilla) existe desde 2007 la Fundación para el Desarrollo de Terapias Ecuestres bajo el paraguas de la Universidad de Osuna, que, desde 2018, impulsa el grupo de trabajo llamado Alianza Internacional por la Interacción Saludable con Equinos.
Para Tañà, lo de pensar como un caballo “es hacer lo que haya que hacer para aceptar y vivir el momento, ganarse el sitio y actuar con respeto”. Y los humanos, a veces, pecamos más de primitivos que de indomables.
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