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La historia sumergida: 10 pecios para bucear en España

Del ‘Boreas’, en aguas de Palamós, al ‘Madelaine’, un carguero que transportaba botones frente al litoral de Estepona, aventuras submarinas para conocer algunos de los tesoros escondidos de las costas españolas

Bucear en España
Un submarinista observa 'El Naranjito', buque hundido en 1943 en el Cabo de Palos (Región de Murcia).Westend61 (Getty Images/Westend61)

Sumergirse entre los restos de un barco hundido es una manera de bucear en la historia. Los muchísimos pecios hundidos en las costas españolas cuentan relatos trágicos o heroicos de otras épocas y son, además, refugio de numerosas especies marinas que encuentran aquí un hábitat acogedor. Dicen todos los que lo prueban que bucear entre los restos de un pecio es una de las experiencias más placenteras para un submarinista, aunque no es para todo el mundo: hay que ser buceador experto, tener ciertos conocimientos previos y, sobre todo, conocer bien las propias limitaciones y escuchar las recomendaciones de otros buceadores que conozcan bien la zona antes de penetrar en el interior de estos barcos.

Dicho esto, es una experiencia apasionante que, además, tiene en las costas de España algunos de los mejores escenarios del mundo, desde barcos romanos hasta galeones o mercantes contemporáneos.

Más información en la guía 1000 ideas para viajar por España de Lonely Planet y en lonelyplanet.es.

1. ‘Boreas’, hundido para disfrute de buceadores (Palamós, Cataluña)

En las aguas de Palamós des­cansan 40 metros de hierro coloniza­do en todos sus recovecos por la flora y los bancos de peces. Hundido en 1989 con el propó­sito de promocionar el turismo subacuático, el Boreas es un pecio ideal para iniciarse en las grandes aventuras submarinas, con una inmersión que no pasa de los 30 metros de profundidad, donde el barco duerme su sue­ño inquebrantable sobre el le­cho rocoso.

La vida del Boreas ha sido azarosa antes de terminar como reclamo de aventuras submarinas. En su origen, fue un remolcador de altura alemán que participó en la II Guerra Mundial para después pasar a la marina de EE UU, a la prospección de petróleo e incluso al contrabando de drogas, hasta que en 1985 la Policía de Aduanas española lo capturó frente a las costas de Begur, lo confiscó y quedó abandonado en el puerto de Palamós. En 1988 dos clubs de buceo de la zona lo compraron y lo hundieron para formar un arrecife artificial. Y allí está, dando cobijo a todo tipo de peces y crustáceos y cubierto por algas, corales y esponjas. Su inmersión se considera de dificultad media.

2. ‘Sirio’ , el ‘Titanic’ español (Cabo de Palos, Región de Murcia)

Con el siniestro honor de ser el naufragio civil más importante en la historia del Mediterráneo, el Sirio es, sin ninguna duda, el pecio más famoso en aguas españolas. Más de 400 personas fallecieron durante su hun­dimiento en 1906. El Bajo de Fuera, un es­polón afilado de rocas de 200 metros frente a Cabo de Palos (Cartagena), cercenó su singladura dejándo­lo a merced del tiempo y de los curiosos. Era un 4 de agosto de un día tranquilo y soleado, por lo que no se entiende todavía cómo se acercó tan peligrosamente a la costa.

El Sirio era un buque a vapor de 7.000 toneladas de peso, perteneciente a la Compañía General de Navegación Italiana La Veloce de Génova, que realizaba sus viajes ordinarios entre su puerto de origen y América (Brasil, Argentina y Uruguay). Posiblemente intentaba cargar pasajeros clandestinos en las costas levantinas, pero todo permanece envuelto en el misterio. La acción espontánea de los pescadores de Cabo de Palos (frente a la inacción de la tripulación del trasatlántico y de los grandes buques de la zona, como el Marie Louise o el Poitou) evitó una tragedia mayor, salvando más de 400 vidas. Esta fue una de las historias de naufragios más trágicas y emocionantes del siglo XX, aunque nunca tuvo la notoriedad de otras como la del Titanic. Hoy se puede bucear siempre que se tenga cierto nivel. Los restos del Sirio, partidos en dos, reposan frente al Cabo de Palos de Cartagena, en los llamados Bajos de las Hormigas. Si alguien quiere empaparse de su historia y de la quienes iban a bordo, no tiene más que leer la magnífica novela Lo que esconden las olas, de Emma Lira.

Hoy numerosas especies nadan entre la proa, que reposa de costado en la cara sur, a 50 metros de profundidad. La popa y sus calderas tapizadas de hermosas gorgonias se encuentran en el norte, a una profundidad de 40 metros. Al Sirio le acompañan en su eterno descanso bajo el agua otros buques hundidos en la zona, como el Minerva o el North America.

3. ‘Bou Ferrer’, para bucear con los romanos (Villajoyosa, Alicante)

Estamos ante el último barco romano en el que se puede bu­cear en todo el Mediterráneo. Casi nada. En el litoral de Alicante, más concretamente bajo las ma­reas que bañan Villajoyosa, se encuentra el Bou Ferrer, un mercante hundido en el siglo I que todavía está en un óptimo estado de conserva­ción y a muy poca profundidad. El buceador deberá respetar este pedazo de la histo­ria, en el que siempre hay en marcha trabajos arqueológicos.

Fue una gran nave mercante romana que naufragó a mediados del siglo I frente a las costas de Villajoyosa. Tiene una eslora de unos 30 metros y sirvió para el comercio: concretamente, en el momento del hundimiento transportaba unas 2.500 ánforas, producidas en los alfares de Cádiz, y cada ánfora contenía 40 libros de la famosa salsa de pescado garum que tanto apreciaban los romanos. Desde 2001 se vienen realizando campañas de excavación arqueológica sobre el pecio y su contenido, entre el que había también unos lingotes de plomo que posiblemente pertenecían al propio emperador de Roma. Las sucesivas campañas de excavación van dirigidas a averiguar qué emperador era el dueño de este barco comercial: Calígula, Claudio o Nerón.

4. ‘Dragonera’, la recreación de un biotopo submarino (Tarragona, Cataluña)

Principal reclamo de las activi­dades subacuáticas de Tarrago­na, este mercante hundido en 1994 es un perfecto ejemplo de las ventajas turísticas y ambien­tales de crear un biotopo artifi­cial. Reposando a poco más de 20 metros bajo la superficie, ofrece tres recorridos diferentes, aptos para diversos niveles de submarinismo. Se escoja la inmersión que se escoja, estará protagonizada, sobre todo, por una exuberante fauna marina.

El Dragonera, un carguero de 65 metros de eslora partida en algunos puntos, yace sobre un fondo de fango y arena, y los sargos y doradas se han hecho amos y señores de sus huecos. Fue hundido en el Parque Subacuático de Tarragona, frente al Puerto de Tarragona en una zona destinada específicamente al hundimiento de embarcaciones y de algunas estructuras concebidas para actuar como biotopo de más de 250 especies catalogadas presentes en la zona. Le acompañan en este peculiar parque para submarinistas otros pecios, como el Golf de Lleo, Quark, Cuadrat, Hermanos Aguado, Sebastián y Lola, Rojo, Rojo II, Lili, seis veleros y tres barcas.

5. ‘Río Miera’, una inmersión para expertos (Cabo Mayor, Cantabria)

Cantabria, sus aguas feroces y sus profundidades de escasa visibilidad, son hogar del pecio de este barco, botado en 1920 y condenado, tras chocar en diciembre de 1951 con otro carguero, a morar hasta la eternidad en las aguas próximas al Cabezo de la Vaca, a cuatro millas de Cabo Mayor. Aunque se oculta entre los 38 y 45 metros de profundi­dad, es apto tanto para buceo recreativo como técnico, y ofre­ce la posibilidad de adentrarse en sus entrañas, siempre vigila­das por introvertidos crustáceos. Pero es una zona con fuertes corrientes, por lo que para la inmersión se requiere un nivel de buceo alto. En el pecio del Río Miera pueden encontrarse grandes congrios, san pedros, bogavantes y a veces peces luna.

6. ‘Naranjito’, un carguero con mala suerte (Cabo de Palos, Región de Murcia)

Las costas de la Región de Murcia son de las más ricas en pecios, desde tiempos de los fenicios hasta los más recientes. El paso frente a Cabo de Palos lleva siglos, desde la Antigüedad, dejando bajo las aguas restos de naufragios, unos más famosos que otros. Justo frente a este cabo cartagenero se en­cuentra uno de los pecios más célebres de la Península. Bautiza­do como Isla Gomera, y actualmente conocido como Naranjito, su ac­cesibilidad y poca dificultad téc­nica lo convierten en un lugar de peregrinaje para todos los que quieren añadir un compo­nente extra de aventura a sus inmersiones. Uno de sus grandes atractivos reside en la posibilidad de internarse en su bien conser­vada zona de máquinas.

Los restos de 'El Naranjito' bajo el mar, en el Cabo de Palos.
Los restos de 'El Naranjito' bajo el mar, en el Cabo de Palos.Westend61 (Getty Images/Westend61)

Este buque nació ya un poco gafado cuando lo botaron, un 18 de noviembre de 1918, con el nombre de Nadir. Era un buque a vapor de carga de casi 50 metros de eslora construido en el astillero de Cádiz, que tardó mucho tiempo en venderse. En 1926 cambió de nombre y pasó a llamarse Magurio hasta que, en 1935, adoptó el nombre con el cual realizaría su último viaje: Isla Gomera. Realizaba la ruta Cartagena-Barcelona cuando, la noche del 13 al 14 de abril de 1943, a las tres y media de la madrugada, naufragó debido a una vía de agua en la amura de estribor del casco, desapareciendo en menos de un minuto. Iba cargado de cajas de naranjas que quedaron flotando en las aguas y sirvieron de punto de agarre para muchos tripulantes que terminaron siendo salvados por embarcaciones de pesca.

7. ‘Avvenire’, el marmolero (Torroella de Montgrí, Girona)

Un saliente de roca de Cala Mont­gó, en la localidad de la Costa Brava de Torroella de Montgrí, fulminó este mercante cargado de placas de mármol, motivo por el que es co­nocido por el sobrenombre de Marmolero. Próximo a L’Escala, y oxidándose a más de 40 metros de profundidad, requiere de pericia submarina, no tanto por su difi­cultad técnica como por la visibi­lidad generalmente nula de la zona. Es puro territorio de aventura.

El carguero italiano Avvenire conserva todavía grandes bloques de mármol en sus bodegas. Naufragó en mayo de 1971 a causa de una tormenta que lo hizo encallar en la costa. El pecio está aproximadamente a una milla de la Punta Trencabraços, y su casco está entero, dejando que lo habite una fauna extraordinariamente abundante, de gran tamaño y a menudo escondida en los orificios del barco. Es fácil ver peces luna, langostas, bogavantes y bancos de tres colas.

El pecio 'Melchuca', en aguas de la Costa Brava (Cataluña).
El pecio 'Melchuca', en aguas de la Costa Brava (Cataluña).www.seaphotoart.com (Getty Images/iStockphoto)

8. ‘SS Stanfield’, un naufragio en plena guerra (Cabo de Palos, Región de Murcia)

Este es otro enigmático navío para bucear en las ricas aguas de Cartagena. Hundi­do en plena I Guerra Mundial, el SS Stanfield yace a 60 metros de profundi­dad, convertido en un exigente objeto de deseo para los más au­daces submarinistas. Allí donde la luz es absorbida y se camu­flan sus ciclópeas dimensiones (tiene 120 metros de eslora) se oculta esta joya que requiere de varias visitas para reconocerlo por completo. Permite un bu­ceo muy técnico y sugestivo.

El SS Stanfield era un carguero mercante a vapor de acero, de 3.370 toneladas, que zarpó el día 5 de junio de 1916 desde Norfolk (Virginia) hacia Savona (Italia), con un cargamento de carbón para el Ejercito italiano. El 25 de junio 1916 a las 23.30 se fue a pique en las proximidades de Islas Hormigas. Hay versiones que dicen que chocó (como tantos otros barcos) contra el peligroso Bajo de Fuera frente a Cabo de Palos, mientras que otros piensan que colisionó con otro barco de guerra que viajaría sin luces para no ser detectado por los submarinos alemanes.

9. ‘Arna’, el vapor de Cabo de Gata (Almería, Andalucía)

Frente al cabo de Gata, a varias millas del puerto de San José, resistiendo los agitados empe­llones de las costas almerienses, descansa este pecio que cerraba su trayectoria laboral allá por el año 1828, comenzando en­tonces su nuevo viaje por el tiempo, que ahora se puede disfrutar a golpe de aleta si las frecuentes corrientes lo permi­ten. Sus 100 metros de eslora congre­gan buenos ejemplos de la ex­plosiva vida marina de la zona.

Este vapor checoslovaco, con matrícula de Praga, chocó con una laja cuando pasaba por el cabo de Gata en su viaje desde Italia hasta Inglaterra, y se abrió una vía importante de agua que hizo que se hundiera en pocos minutos. A la tripulación y al capitán, 30 hombres en total, les costó ponerse a salvo, pero finalmente lo consiguieron nadando hasta la costa y prosiguieron viaje rumbo a Barcelona.

Si por algo destaca para los buceadores es por su tamaño y también por la riqueza de especies que lo han colonizado. La profundidad y la presencia de corrientes fuertes de manera habitual lo convierten en la inmersión más complicada del parque natural marítimo-terrestre de Cabo de Gata.

10. ‘Madelaine (LYS)’, un barco cargado de… botones (Estepona, Málaga)

Las costas españolas están también llenas de galeones, como el Madelaine, un buque francés del siglo XVIII que abastecía de uniformes a las tropas cuando fue detectado y hundido por los ingleses. Fue muy cerca de la costa malagueña, por lo que se piensa que intentó llegar a tierra firme con toda la mercancía a bordo. Hay una hipótesis que apunta que, en realidad, fueron dos los galeones que perseguidos por los ingleses y que los franceses intentarían aproximar a la costa para evitar la captura: uno de ellos fue encontrado (el LYS); el otro, estará muy cerca, en la misma costa.

Aún se pueden encontrar botones y hebillas de los que transportaba para los soldados, así como las cuadernas y partes visibles del galeón, con mucha vida submarina. Está hundido a poca profundidad, unos seis metros, y los temporales cambian el escenario en cada inmersión, desenterrando zonas nuevas o enterrando las que antes estaban visibles. Es apto para todos los buceadores, a los que siempre se les advierte previamente de que expoliar cualquier elemento del barco es un delito contra el patrimonio y la historia.

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