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Por las tiendas clásicas de Granada

Todo comercio histórico tiene detrás una familia persistente y convencida de su obligación de mantener un negocio que hace décadas puso en pie un abuelo o un bisabuelo. Esas dos son las palabras más escuchadas al preguntar por el origen de cada uno de estos 10 establecimientos del centro de la ciudad andaluza

Granada
Detalle de las lanas de la Mercería Viuda de Sáez, desde 1948 en Granada.Fermin Rodriguez
Javier Arroyo

Nietos, bisnietos y tataranietos son fundamentales en los comercios casi centenarios que habitan Granada. Preguntados por los orígenes del establecimiento, siempre aparece el abuelo o el bisabuelo. También alguna abuela y madre que luchó por mantener el negocio en marcha a la muerte del antecesor. Cada vez quedan menos, pero el centro de la ciudad aún acoge alguno de estos históricos lugares. Lo que sigue es una ruta por una decena de tiendas que puede completarse en una mañana o una tarde porque ninguna está a más de 10 minutos caminando de la más cercana. Cada una de ellas despacha una cosa distinta (esparto, dulces, bordados, cuchillos…), y, al final, un local con siglo y medio de historia para mitigar la sed y el hambre.

01. Cuchillería J. Ruiz - El llavín de oro (calle del Marqués de Gerona, 1)

Calle arriba, calle abajo, Cuchillería Ruiz ha ofrecido desde 1890 su mercancía en diferentes locales de la misma zona, siempre junto a la catedral y del mercado de abastos de Granada. Lo cuenta Eva María Suárez Ruiz, bisnieta de Antonio Ruiz, el alicantino que llegó a la ciudad a afilar cuchillos a finales del siglo XIX. De la última década de ese siglo data el primer contrato de alquiler en posesión de la familia. Fue cuando el bisabuelo llegó con un carro de afilar para hacer, según cuenta Eva, “lo que se necesitaba entonces: afilar cuchillos, tijeras y herramientas del campo”.

Los cinco hijos se dedicaron al oficio, pero lo fueron abandonando hasta que solo se quedó la madre de Eva, que enseñó a su hija y a su marido a afilar, un aprendizaje complementado ahora con la venta de navajas, y cuchillos “de Albacete sobre todo, y, algunos, de Alemania”, aclaran. Las últimas décadas ha visto llegar la copia de llaves y la venta de espadas, que salen de su establecimiento hacia todo el mundo. Pero, ¿quién compra espadas hoy día? “Turistas, coleccionistas y a quienes les gustan para decorar”, aclaran.

José y Alejandro Suárez trabajando en Cuchillería J. Ruiz, en Granada.
José y Alejandro Suárez trabajando en Cuchillería J. Ruiz, en Granada.Fermin Rodriguez

El local actual, el mismo de 1980, está frente a la catedral y no hay que esperar una decoración preciosa: es el producto el que llama la atención.

02. Especias Barranco (calle de Puentezuelas, 26)

Abrió sus puertas en 1935, cuando Pedro Barranco Pérez se dio cuenta de que había negocio en la venta de especias. La matanza del cerdo estaba a la orden del día. La empresa arrancó con el nombre Especias Alhambra en 1935 y vendía especias y tripas, “completamente blancas e irrompibles”, según decía su publicidad entonces. Fue en 1951 cuando pasó a llamarse Especias Barranco. Ahora, tres generaciones después, Antonio Suárez Barranco es el responsable del negocio, que ha tenido que recomponerse con nuevos productos “porque las matanzas se redujeron hasta prácticamente no hacerse más”, según comenta.

Antonio Barranco, tras el mostrador de su tienda Especias Navarro.
Antonio Barranco, tras el mostrador de su tienda Especias Navarro.Fermin Rodriguez

Hoy su menú es inmenso y todo está a la vista: 104 tipos de té, 89 de especias, 17 pimientas, 45 preparados, 115 de hierbas, 20 mieles, 60 frutos secos diferentes… “Los tés son los que más se venden”, explica.

03. Mercería Viuda de Sáez (calle de Libreros, 6)

En una calle muy estrecha, a pocos metros de la plaza de Bib-Rambla y la catedral, aparece la mercería Viuda de Sáez, abierta en 1948 por la abuela de José Sáez, el actual propietario. “Encajes, tiras bordadas, puntillas y todo lo necesario para bordar” era la mercadería original que ofrecía Paquita, la abuela de José, a sus clientas, según cuenta este. “Era la época en la que las madres preparaban ajuar para sus hijas”, añade.

Sáez cuenta el sube y baja de temporadas de su mercería, reflejo del calendario de fiestas del sur de España. Para el invierno, el producto más solicitado es la lana porque “tejer, hacer ganchillo y hacerse sus propias prendas para vestir ha enganchado a los jóvenes”, recuerda. Cuando llega la Cuaresma es el momento de cubrir las necesidades de las hermandades con cordones de medalla, cíngulos de nazareno, encajes o galones de oro. También se demandan mantillas y peinas. En junio, Granada celebra su feria y la fiesta de las Cruces, y esta mercería tiene flecos de todos los colores para quien quiera hacerse su mantón.

Y como en Granada aún pervive el oficio de bordadora, explica el propietario, es fundamental ofrecer seda y tul. Para quienes carecen de la destreza que requiere todo lo anterior, siempre se puede ir en busca de aguja e hilo de emergencia, alfileres o un simple botón.

04. Fábrica de dulces y caramelos Ríos (calle de Párraga, 11)

En el exterior, el rótulo se refiere a “Fábrica de Dulces y Caramelos RRR”, pero hace tiempo que aquí no se fabrican chucherías y son más conocidos como Ríos que por esas tres erres, que corresponden a Rafael Ríos Ruiz, pastelero que fundó este establecimiento allá por 1929. Entonces era una confitería “en la que, con el tiempo, se comenzaron a vender caramelos, colecciones de futbolistas, pegatinas…”, cuenta Carlos Ríos, nieto del original RRR. Él es quien hoy sigue con el negocio, un espacio mínimo atiborrado de galguerías, chocolates y todo tipo de golosinas.

Los periodos estrella en esta tienda, según su dueño, son el navideño y la época de comuniones. Es un clásico comprar paragüitas, monedas, botellas y todo tipo de artículos de chocolate para decorar el árbol de Navidad y para el avituallamiento de los Reyes. Tampoco falta el producto malafollá estrella para la noche del 5 al 6 de enero: el carbón dulce.

05. Cerámica Los Arrayanes (calle de la Alhóndiga, 16)

Jarrones de cerámica granadina de Los Arreyanes.
Jarrones de cerámica granadina de Los Arreyanes. Fermin Rodriguez

Este establecimiento, en el centro de Granada, no es ni mucho menos centenario. La tienda abrió sus puertas en esa localización hace pocos años, pero el producto que vende y fabrica la familia Martín se remonta a 1659: la cerámica granadina artesanal. Manuel Martín trabajaba en Cerámicas San Isidro, que se remonta al siglo XVII, cuando en 1988 iban a echar el cierre, pero él se hizo cargo y mantuvo el horno encendido hasta hoy. Casi cuatro décadas después, Víctor Manuel, hijo del propietario, explica que siguen haciendo la cerámica “como se ha hecho tradicionalmente” y la pintan a mano.

La empresa, como se lee en sus folletos, mantiene la tradición “fusionándola con lo contemporáneo y adecuándola a los nuevos tiempos”. Antes, explica Víctor, “todo lo que salía del horno eran elementos fundamentales en el día a día: platos, lebrillos, jarras y cosas así”. Ahora, la funcionalidad se mezcla con la decoración y los colores granadinos tradicionales (el azul y verde) aparecen en las estanterías junto a otros tonos como los rojos. El producto estrella, concluye Víctor Martín, son las vajillas.

06. Bordados Angu Navarro (calle de la Alcaicería, 2)

Detalle de algunos de los abanicos de Bordados Angu Navarro, en Granada.
Detalle de algunos de los abanicos de Bordados Angu Navarro, en Granada.Fermin Rodriguez

Corría la década de los años sesenta del siglo pasado cuando prácticamente todos los establecimientos de la calle de la Alcaicería pertenecían a la familia Mariscal. Miguel compró varios establecimientos dedicados a vender artesanía y ahora la familia regenta solo un par, uno de ellos este a cargo de Angu —Angustias— Navarro.

Lo que vende Angu tiene dos características fundamentales: es artesanía y es todo precioso. Bordados, mantillas, mantones y abanicos conforman el grueso del catálogo de productos que pueblan las estanterías y armarios del local, pequeño y lleno de cosas. “Nuestros productos, sobre todo las mantillas, se bordan a mano, en seda y por bordadoras granadinas”, cuenta. Todo eso, junto a abanicos y mantones —el artículo preferido de turistas—, viaja a diario a Italia, Argentina y México, lugar de origen de muchos de sus clientes.

A Angu, además, aún le queda mercadería del negocio original de su padre y su abuelo. En un par de estanterías muestra y vende estas joyas familiares, como dos abanicos de nácar y hueso que compró su padre y que ahora se ofrecen por centenares de euros, un precio que su progenitor no pudo imaginar.

07. Espartería San José (calle de Jáudenes, 3)

El exterior de la Espartería San José, en en centro de Granada.
El exterior de la Espartería San José, en en centro de Granada. Fermin Rodriguez

En 1907 abrió por primera vez la persiana, cuando Antonio Rosales puso en marcha un local con productos que hoy pueden parecer marcianos a cualquier urbanita: esparto, astiles, cuerdas o cencerros. Situado en el centro de Granada, su clientela procedía de toda la provincia, desde la Alpujarra hasta los cortijos más lejanos, según cuenta el actual propietario, Jesús Molina, retirado por enfermedad del día a día de la tienda. Fue su bisabuelo quien la fundó cuando también fabricaba productos con sus manos: “Iba a cortar palos de almez y con ellos hacía los astiles él mismo”, recuerda su bisnieto.

Molina reconoce que sus productos se venden ahora más para decorar o por curiosidad que por necesidad. “Son los turistas nacionales quienes compran nuestras cosas. Los extranjeros curiosean, pero no se animan tanto”, cuenta, y reivindica su calidad: “No hay nada como la cuerda de cáñamo o la buena artesanía que compramos en Valencia, Alicante o Jaén. Nada que ver con la ínfima calidad de los productos chinos”. Lo que no imaginaría Antonio Rosales cuando puso en marcha su negocio es que sus productos se vendería también por internet, como ahora.

08. Oliver Delicatessen (plaza de la Trinidad, 7)

Escaparate de productos de la tienda Oliver Delicatessen, ubicada en la plaza de la Trinidad de Granda.
Escaparate de productos de la tienda Oliver Delicatessen, ubicada en la plaza de la Trinidad de Granda.Fermin Rodriguez

Este establecimiento surgió en 1850, y es de las pocas tiendas centenarias de Granada que han cambiado de familia. Abierto por un cubano en la localización que aún mantiene a mitad del XIX como una tienda de ultramarinos, la actual propiedad del negocio se remonta a la generación anterior al actual propietario, Rafael Rodríguez.

Hace años que Oliver es conocido en la ciudad como el sitio al que ir en busca de los mejores frutos secos y chucherías de calidad. Más allá de las golosinas, es también un espacio de referencia para productos gourmet como queso, miel o vino.

09. Anticuario Ruiz Linares (calle del Estribo, 6)

Abelardo Linares, bisabuelo de Fernando Carnicero, actual propietario de esta tienda de antigüedades, supo ver el negocio que suponía la llegada de los viajeros románticos a la Alhambra, allá por finales del siglo XIX. Carnicero sitúa en 1883 el inicio de este negocio que desde hace 60 años está en el centro de la ciudad, pero que nació en la colina de la Alhambra. La incipiente llegada de turistas le sirvió para montar una tienda en la que vendía antigüedades y artesanía, cuenta su bisnieto.

Ahora, en una de las zonas más transitadas por los turistas, Carnicero se define como “un anticuario tradicional que ofrece un poco de todo”. En sus tres plantas, que transmiten una tranquilidad absoluta frente al exterior abarrotado de paseantes, vende muebles, pinturas y objetos antiguos a coleccionistas y aficionados a las antigüedades de “Granada y de toda España”.

10. Taberna Casa Enrique (calle de la Acera del Darro, 8)

Situada también en el centro de la ciudad, Casa Enrique se fundó en 1870. En ese siglo y medio de historia, en el que fue incluso una casa de postas, estuvo cerrado solo un año, hace poco, por la jubilación de su propietario. Finalmente, Luis Alberto Montes y David Gómez se hicieron cargo del local con la condición, cumplida, de mantener su decoración y configuración.

Casa Enrique es a primera vista un espacio pequeño (o quizá no tanto), pero lleno de bártulos. En cualquier caso, suele estar muy concurrido, pero es más de lo que se ve: quienes lo han visitado cuentan que, bajo tierra, tiene mucho que enseñar. Ese, a día de hoy, es un espacio infranqueable para la mayoría de mortales.


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