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Lisboa suena a futuro: así son las noches más transgresoras de Europa

La capital portuguesa aparca el fado en favor de la fusión de electrónica y sonidos africanos. Con motivo del Sónar Lisboa, nos sumergimos en los lugares por donde se mueve una nueva escena creativa que ha hecho de sus fiestas nocturnas las más efervescentes, multirraciales y combativas del continente

Actuación del rapero Tommy Cash durante la tercera edición del Sónar Lisboa
Actuación del rapero Tommy Cash durante la tercera edición del Sónar Lisboa.Sónar

Los sonidos electrónicos inundan el parque lisboeta de Eduardo VII. El músico y productor Branko, toda una celebridad local, oficia una tarde con los artistas electrónicos más destacados de Portugal. Es la jornada de cierre de la tercera edición de Sónar Lisboa, el broche a un agitadísimo fin de semana en Lisboa que ha visto a Björk mezclarse como una asistente más entre el público del festival y a Patti Smith actuar y presentar una exposición en el Centro Cultural de Belém. En los años recientes, la ciudad bañada por el Tajo se ha convertido en un imán para creadores llegados de todo el mundo.

Seducidos por la fiscalidad laxa que ha imperado desde 2009 hasta este mismo año (los conocidos como visados de oro), se han multiplicado en la capital los residentes extranjeros e inversores inmobiliarios. Mientras, la escena artística local se ha convertido en una trinchera de resistencia frente a la gentrificación salvaje. Un difícil equilibrio que ha encontrado en esa otra Lisboa, la multicultural, nocturna y subterránea, todo un refugio. Enric Palau, cofundador de Sónar (que celebra del 13 al 15 de junio su edición madre en Barcelona), lo resume: “Artistas electrónicos internacionales tan influyentes como Charlotte de Witte, Nina Kraviz o Richie Hawtin ya tienen un pie permanentemente en Lisboa. No podemos negar que la política de impuestos reducidos ha supuesto un atractivo para muchos. Pero, en paralelo, ha crecido toda una comunidad que ha saltado de Lisboa al mundo difundiendo conexiones muy interesantes y únicas con sonidos de Brasil y el África lusófona como Angola, Santo Tomé, Cabo Verde, Guinea-Bisáu y Mozambique”.

Branko (izquierda) comanda la nueva escena musical en la capital lusa. Aquí posa en el Pabellón Carlos Lopes, sede de Sónar Lisboa, junto a dos de sus protegidos en el sello Enchufada: la dj de origen angoleño ZenGxrl y el renovador del afrobeat Vanyfox.
Branko (izquierda) comanda la nueva escena musical en la capital lusa. Aquí posa en el Pabellón Carlos Lopes, sede de Sónar Lisboa, junto a dos de sus protegidos en el sello Enchufada: la dj de origen angoleño ZenGxrl y el renovador del afrobeat Vanyfox.Catarina Almeida

A continuación, un recorrido nocturno por las paradas esenciales en este nuevo mapa de los sonidos de Lisboa. Nos acompañan algunos de sus principales agitadores, que reflexionan sobre el presente y futuro inmediato de una escena underground cada vez más amenazada.

19.00 Una tarde alternativa en Arroios

Arroios es el barrio del centro que ha vivido un proceso de transformación más radical. Auténtico hervidero multiétnico (casi 80 nacionalidades, con particular presencia de indios y bangladesíes, conviviendo en un par de kilómetros cuadrados), queda a 10 minutos andando de Baixa. Hasta hace poco arrastraba fama de peligroso por problemas de drogas y delincuencia. En 2011, el por entonces alcalde António Costa movió sus oficinas a una antigua fábrica de cerámicas en la calle Intendente, como gesto de su firme intención de rehabilitar una zona que hoy ha disparado sus precios. En paralelo, justo enfrente, abría Casa Independiente: un edificio típico de tres plantas lleno de encanto que ha ejercido desde entonces como epicentro de la escena alternativa. Empezó como espacio de residencias artísticas y pronto se convirtió en el lugar donde muchos músicos y creadores actuaban y exponían. Sus múltiples salones, poblados por muebles recuperados, y la generosa terraza interior ofrecen desde tomar el café de la tarde hasta picar algo, compartir un cóctel o bailar en una sesión de DJs.

La terraza interior de Casa Independiente, en el barrio de Arroios (Lisboa), invita a echar la tarde.
La terraza interior de Casa Independiente, en el barrio de Arroios (Lisboa), invita a echar la tarde.Vera Marmelo

Todos los caminos de la cultura alternativa en la capital lusa llevan a Casa Independiente. Como dice con su sonrisa expansiva Patricia Craveira, asesora en Sónar Lisboa y una de las fundadoras de este espacio, “hemos dado cobijo y visto crecer a la mayoría de artistas que hoy conforman la escena. Somos como el corazón de una madre: siempre tenemos lugar para uno más”. Aunque, anuncia, sus días en esta localización están contados: “Soho House [la cadena internacional para miembros selectos] ha comprado la manzana entera. El edificio que tenemos puerta con puerta va a ser un club privado y hotel; el solar de atrás, una piscina para socios. A nosotros, tras 12 años aquí, no nos renuevan el contrato. Nos echan en año y medio. Lisboa está en un cruce de caminos, como Barcelona hace unos años: el turismo y la inversión extranjera están arrasando con todo lo local”. Y cita la canción del músico de ascendencia caboverdiana Dino D’Santiago que produjo hace un lustro Branko titulada Nova Lisboa. Su letra: “Dicen que estamos de moda pero, ¿cuál es la idea?”.

Intervención artística en el salón de baile de Casa Independiente, en Lisboa.
Intervención artística en el salón de baile de Casa Independiente, en Lisboa.Patricia Craveiro

21.00 Las raíces del baile africano, a orillas del río

Para entender todo este cambio, nos citamos con Branko, el hombre que todo el mundo señala. João Barbosa debe su nombre artístico a que siempre fue el blanco de su pandilla. Los melómanos lo reconocerán por comandar Buraka Som Sistema, el proyecto que lo cambió todo y le trajo el éxito internacional hace más de 15 años. Crecido en la freguesía (o distrito) de Buraca, en Amadora, recogió junto a su grupo la herencia del baile angoleño kuduro para fusionarlo con la electrónica. Hoy es, junto al DJ de ascendencia santotomense Marfox, el padrino de la música intercultural en la capital. En su sello Enchufada da cabida a todos estos “sonidos del gueto”.

Él mismo explica: “Antes de Buraka Som Sistema, la música más racial se vivía en los suburbios: Amadora, Loures, Sintra… A partir de entonces, toda una generación se vio representada por una identidad cultural que iba mucho más allá del fado. Hoy es una revolución imparable que ha tomado el centro de la ciudad. Lisboa conserva su autenticidad, a diferencia de otras capitales europeas que han sido 100% gentrificadas: es lo suficientemente civilizada e incivilizada como para que pueda pasar de todo al mismo tiempo. Puedes tener un club pijo en un sitio y, justo al lado, un espacio donde está pasando algo ilegal”, se ríe.

En el club B.Leza de Lisboa, el encuentro de los sonidos africanos con la electrónica calientan la pista de baile.
En el club B.Leza de Lisboa, el encuentro de los sonidos africanos con la electrónica calientan la pista de baile.Rui Soares

Branko propone hacer parada en B.Leza, un club a orillas del Tajo donde él mismo oficiaba antes de la pandemia las fiesta Na Surra (traducible como ‘el azote’ o ‘decir algo en secreto’), y que hoy permanece como uno de los lugares de referencia de música africana. “Si quieres algo auténtico, aquí lo tienes. Es donde la comunidad trabajadora africana se junta a bailar después de una dura semana”. De jueves a domingo, hay conciertos de músicas del mundo. También sesiones que reivindican estilos como la batida angoleña, donde se incorporan influencias del kizomba [baile agarrado], el funaná [un ritmo de Cabo Verde basado en el acordeón] o el afrohouse.

22.30 La noche se calienta en Bairro Alto

Encaramado a las empinadas cuestas de Bairro Alto se encuentra Zé Dos Bois (conocido por sus siglas ZDB), un espacio regentado por el catalán Natxo Checa desde 1994. Checa llegó a Lisboa en 1986, con 18 años, y montó un grupo marginal de teatro. Acabaría fundando esta asociación cultural, hoy establecida en un edificio de tres plantas de finales del siglo XVII donde lo mismo se puede comprar un libro de artista en su librería que ver una exposición contemporánea o tomar una copa en su terraza aérea. Aunque congrega sobre todo a musiqueros. La suya es una de las programaciones más sólidas y agitadas de la capital, que atiende del indie a la electrónica experimental, pasando por sonidos afro.

La terraza aérea de Zé Dos Bois (conocido por sus siglas ZDB), en Lisboa.
La terraza aérea de Zé Dos Bois (conocido por sus siglas ZDB), en Lisboa.Vera Marmelo

Txeca reflexiona sobre los cambios vividos desde su aterrizaje. “En los noventa todo era muy ‘hazlo tú mismo’, esta era una ciudad llena de posibilidades, con muchos edificios increíbles cerrados o abandonados, que solicitábamos para actividades culturales y nos los cedían. Aun hoy, a pesar de la gentrificación asesina, se pueden organizar cosas. El hecho de que haya más gente también nos ha dado más masa crítica y más capacidad de consumo cultural. Por contra, la mitad de tus vecinos se han ido. Yo vivo en el centro centrísimo y veo desaparecer sitios a toda velocidad. Los locales donde nos encontrábamos ya no existen. Bajas a la plaza de Camões [en el corazón del Chiado], y solo queda el bar O Trevo. Los cafés de diseño se han comido a los clásicos”, lamenta.

La noche de nuestro encuentro actúa sobre el escenario de ZDB Gala Drop, la banda de krautdub de Nelson Gomes. Junto con André Ferreira, es uno de los máximos impulsores de la escena lusa desde su sello discográfico Príncipe. Aún con la dopamina disparada tras tocar, Gomes señala que “también hay cosas positivas en toda esta transformación. Ya no vemos a un DJ cualquiera aprovechándose de su identidad cultural, sino que los propios artistas de la diáspora y la periferia han tomado la voz desde la cabina. Los turistas esperan entrar en contacto con esta cultural local y muchos promotores han tenido la inteligencia de adaptarse a este reclamo. Desde el sello Príncipe hemos ejercido de interruptores para que eso pase. O, como decía Lee Scratch Perry, de ‘unificadores”, se ríe. Es lo que Branko llama “filho conductor”, el hilo conductor, la energía que los conecta a todos.

Uno de los conciertos de Zé Dos Bois, en Lisboa.
Uno de los conciertos de Zé Dos Bois, en Lisboa.Vera Marmelo

00.00 La segunda copa, en el centro

Nelson Gomes y Natxo Checa señalan las paradas obligatorias antes de sumergirnos en el clubbing. Si aún no hemos cenado, tenemos una última oportunidad en Damas, un restaurante trendy-trash con tapas para compartir a buen precio en Alfama que también programa conciertos. Sin salir de Bairro Alto, está Lisa, una minidiscoteca con actuaciones multiculturales también en directo. La regentan los dueños de Vago, un bar de moda “algo pijo pero con buena programación”, inspirado en la fórmula del hipsterísimo Brilliant Corners londinense: buena música, buenos cócteles, buena comida. Gomes destaca también MusicBox, un centro cultural independiente en Cais do Sodré que funciona como sala de espectáculos y espacio de danza y que durante más de 10 años sirvió de residencia para las fiestas del sello Príncipe. Aquí las actuaciones de artistas musicales que responden a las tendencias dan paso al baile hasta altas horas.

Un cantante toma la pista de MusicBox, en Lisboa.
Un cantante toma la pista de MusicBox, en Lisboa.Inês Condeço

2.00 Bailar y perderse entre Marvila y Prior Velho

Hay que reconocer muchos méritos a LuxFrágil, el discotecón junto al río Tajo que abrió camino en la noche lisboeta de cambio de siglo, pero, lamentablemente, la inclusividad no es uno de ellos. Tampoco la frescura. Convertido en lugar de esparcimiento para guiris, actualmente se rinde a la irrelevancia. Mientras, la avenida costera Infante Don Henrique, que conecta el centro de Lisboa con el Parque de las Naciones, con todos sus almacenes portuarios abandonados, ha vivido un proceso de recuperación impulsado por muchos (quizá demasiados) inversores extranjeros. Hasta tal punto, que el distrito de Marvila, con sus restaurantes y tiendas de diseño, coworkings y circuito de galerías de arte cool, está considerado como el nuevo Soho.

De madrugada, cuando todos esos lugares echan el cierre, gana la subversión nocturnófila. Arroz Estúdios, una asociación cultural situada en un hangar que ofrece espacios para creadores y distintas actividades musicales, organiza sesiones de DJs. Pero el club nocturno que está dinamizando la zona es Outra Cena. Lo gestiona el francés Kevin Guieu, exdirector artístico de la filial lisboeta del local parisiense Le Baron. Situado en un gigantesco almacén de vinos de más de un siglo de antigüedad recuperado por un grupo inversor, Outra Cena (otra escena) responde a lo que se podría esperar de un club berlinés como el Berghain. Solo que aquí no te aterrorizan en la puerta. Tan solo reclaman una actitud respetuosa y abierta, y estás dentro. Antes, el portero da instrucciones: no fotos (ponen una pegatina en el objetivo del móvil), si sales vuelves a pagar (12 euros), puedes donar en caja para la comunidad trans y si tienes problemas, avisa a alguien de seguridad. Grafiteado en rosa junto a su entrada, todo un lema: Deus é travesty (Dios es travesti).

Por política de la casa, no se admiten fotos en el interior de Outra Cena, el club que está revolucionando la noche lisboeta.
Por política de la casa, no se admiten fotos en el interior de Outra Cena, el club que está revolucionando la noche lisboeta.Kevin Guieu

Una vez arriba, hay tres ambientes diferenciados: un bar sirve de antesala a dos salas de baile gemelas de techo bajo, casi completamente a oscuras y con una niebla permanente de hielo seco cruzada por puntos de láser, donde el/la DJ pincha un techno inclemente dentro de una jaula. En los baños, unisex, el espejo proclama un mensaje en pintalabios: “Estás genial, que le den al selfi”. En medio de todo, una sala principal en forma de U llena de sillones vintage desde la que asomarse al silencio y oscuridad de la inabarcable nave industrial que acoge el club, recorrida por una balaustrada y unos cortinones descorridos. Apoyado en ella, contemplando ese inmenso vacío, Kevin Guieu explica la filosofía del local. “Replicamos lo que entendemos como el ideal de una fiesta: las salas de baile están para bailar; y esta galería principal, para descansar, tomar algo, fumar y charlar tranquilamente con la gente”. Todos los empleados son racializados y/o trans. “La idea de ‘espacio seguro’ debería estar superada en la noche pero, por desgracia, aún es una bandera que debemos enarbolar”. Varios carteles anuncian desde la entrada que cualquier gesto irrespetuoso o discriminatorio te vale irte a la calle.

Esta misma filosofía impera en Planeta Manas, un club que da un paso más allá, tanto en su ubicación física (en Prior Velho, pegado al aeropuerto) como en su temperamento. Aquí sí se aplica la filosofía del Berghain berlinés en toda su extensión, con gente entregada a la química de los cuerpos. Como explica Marcos Silva, programador en ZDB y asiduo a sus fiestas, “es todo lo contrario al Lux en lo que se refiere a aperturismo. Te puedes encontrar todo tipo de actividades ilícitas o carnales en cualquier rincón de este laberíntico almacén, pero siempre desde la máxima tolerancia y relax generalizado. Es raro que aquí nadie te censure. También encontrarte a alguien heterosexual blanco”. Sus fiestas racializadas y queer, al igual que las oficiadas por Dengo Club en diferentes localizaciones, se han convertido en el bastión definitivo de resistencia para comprender hacia dónde se mueve el underground lisboeta. A partir de las seis de la madrugada, el after se traslada a un paso de aquí, al club Nada. Pero los amaneceres se los dejamos a otros.

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