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Qué hacer 24 horas en Ávila: mucho patrimonio, historia y dulces

Recorrer su muralla y probar las yemas de Santa Teresa son dos imprescindibles de esta recoleta y recogida ciudad que se puede explorar en un tranquilo paseo

Avila
Dos paseantes siguen la muralla de Ávila extramuros.Miguel Candela (SOPA Images / LightRocket / Getty Images

Visitar Ávila es empaparse de historia, culturas varias, buen vino y excelente gastronomía, como las deliciosas yemas de Santa Teresa. La ciudad castellana escondida tras la muralla que mandó construir el rey Alfonso VI de León y de Castilla en el siglo XI, a pesar de su monumental patrimonio, se puede recorrer en un día. Recoleta y recogida se pasea con tranquilidad. Estos son los hitos imprescindibles que no hay que perderse.

10.00 Panorámica espectacular de Ávila extramuros

Antes de empezar a descubrir sus adoquinadas calles, lo primero sería contemplarla murallas afuera, desde Los Cuatro Postes (1), el mirador de Ávila por excelencia situado en la margen izquierda del río Adaja. El promontorio de las cuatro columnas dóricas unidas por un arquitrabe que muestra el escudo de la ciudad, regala, ya sea en la puesta de sol, con la luz inquietante de una tarde de tormenta, o al candor de la iluminación nocturna, una panorámica espectacular de la ciudad, patrimonio mundial de la Unesco desde 1985.

Vista de la ciudad de Ávila desde Los Cuatro Postes.
Vista de la ciudad de Ávila desde Los Cuatro Postes.makasana photo / Alamy / CORDON PRESS

Aún extramuros, no lejos del mirador, está el monasterio de la Santa Encarnación (2), declarado también patrimonio mundial como elemento individual, integrante del conjunto Ciudad Vieja de Ávila e iglesias extramuros. Este es un convento donde aprender sobre la interesante vida de Santa Teresa: aquí permaneció casi ininterrumpidamente desde 1535 hasta 1574, y fue priora antes de fundar la Orden de Carmelitas Descalzos. Las monjas carmelitas que hoy viven en la Santa Encarnación cumplen con los mismos votos de silencio, pobreza y castidad de antaño. Si bien no se puede entrar en sus estancias, hay zonas visitables que muestran su forma de vida, los locutorios a través de los cuales se comunican con sus seres queridos, e incluso, si no están orando, se puede entrar en la iglesia.

12.00 Recorriendo la muralla

Nueve son las puertas de la muralla, entre las que elegir la entrada a la ciudad antigua. En la puerta del Alcázar (3), donde se destronó figuradamente a Enrique IV de Castilla —la farsa de Ávila— en junio de 1465, está uno de los cuatro accesos muralla arriba, desde donde emprender el recorrido obligatorio y onírico de dos kilómetros de longitud para admirar la ciudad desde sus más recónditos rincones, explorar de cerca los torreones y recrear la mucha historia que entrañan sus piedras. De los 87 torreones, a partir del torreón cuatro hasta la puerta de San Vicente (4), la muralla rompe su forma rectangular para dibujar una curiosa oblicuidad de la que se desconoce su propósito.

Caminando por la muralla que rodea el casco histórico de Ávila.
Caminando por la muralla que rodea el casco histórico de Ávila.Miguel Angel R.M. (Alamy / CORDON PRESS)

14.00 El Palacio de Sofraga, patricio apéndice de la muralla

Casi tres kilómetros de andadura abren las ganas de comer. Y es precisamente en la puerta de San Vicente, sita en la esquina noroeste, donde se encuentra uno de los muchos palacios pegados a la muralla. Se construyeron con propósitos defensivos, agazapados, como los niños tras las faldas de su madre, en este caso al amparo de esa muralla pétrea, seña de identidad de la ciudad.

Los muros color ocre del Palacio Sofraga (5) se unen a las piedras ámbar de la muralla. Y no solo lo hacen en el exterior. Puertas adentro del palacio, hoy el Hotel Palacio Sofraga que pertenece al sello de World Hotels, también se funden. Es más que aconsejable, antes de entrar en el restaurante, echar un vistazo al interior del alojamiento que cuenta la historia de Ávila a cada paso. Ver cómo una de las paredes, sin remozar, no es otra cosa que un trocito de muralla, cuya presencia se cuela por muchas de las ventanas y balcones. Observar la sabia restauración del edificio, que no ha perdido ni un ápice de su prestancia y, sin embargo, se ha convertido en un hotel con todas las comodidades del siglo XXI. Impresionante la suite principal con vigas en los techos, donde fantasear con la rica historia de Ávila, mientras se escuchan las campanas de sus iglesias, quizás sean de las extramuros de San Nicolás, Santa María de la Cabeza, San Segundo o San Martín, o la de San Pedro Apóstol que protagoniza el Mercado Grande. Pero seguramente serán las campanas de la vecina catedral del Salvador.

Al sentarse a la mesa del restaurante Sofraga comienzan a salir aperitivos típicamente abulenses; unas judías con chorizo, suaves y sabrosas donde las haya, y las patatas revolconas que no podían faltar. El chuletón de Ávila aparece coronando una paella cuyo arroz se ha empapado de su exquisito sabor. Compiten en excelencia las cocochas a la bilbaína y las mollejas de cordero lechal, bocados de lujo. Todo ello regado con vinos denominación de origen nacionales; un mimo especial a la D.O.P. Cebreros. Famosa como es la repostería abulense, el chef hace los honores sacando de postre un variado de tarta fina de hojaldre, la de la abuela, una de queso, deliciosa, y un suave tiramisú.

17.00 Un paseo histórico

Hay que bajar la comida y para ello lo mejor es dar un buen paseo, o bien subir a bordo de un tuctuc si se está cansado. Se podría empezar por la plaza del Ayuntamiento (6), llena de agradables bares y cafés, hasta alcanzar, entre palacios y casonas, la antigua morada de Santa Teresa, que actualmente alberga la basílica de Santa Teresa y el museo, de estilo barroco carmelitano. Se puede continuar por la judería, de arquitectura sencilla y donde aparece una puerta de la muralla de marcada estrechez. Por la puerta de San Isidro o de la Malaventura (7) salieron los judíos cuando fueron expulsados, y lo hicieron por el angosto arco, ya que esta puerta no daba pie a sacar carros ni enseres. Solo cabían los desterrados y lo que llevaran puesto. Frente a la puerta, en el llamado Jardín de Moshé de León, místico hebreo que redactó El Zohar o Libro del Esplendor, se encuentra el monumento que guarda una de las frases de su libro.

Contrarresta, en situación y amplitud, la puerta del Peso de la Harina (8), donde está la Casa de las Carnicerías —cuya construcción adosada al paramento exterior de la muralla, entre 1590-1591, se atribuye a Francisco de Mora—. Hoy es el enclave de la oficina municipal de turismo, que da acceso a uno de los puntos elegidos de la muralla para contemplar la puesta de sol. Desde su torreón número uno se alcanza a ver la catedral del Salvador (9), iluminada al anochecer. Como al atardecer brilla con el sol la basílica de San Vicente (10), que constituye uno de los mayores exponentes arquitectónicos y escultóricos de los periodos románico y gótico. Un ejemplo único del románico hispano, declarado monumento nacional en 1923 y patrimonio de la Unesco.

El interior de la catedral del Salvador.
El interior de la catedral del Salvador.Classic Image / Alamy / CORDON PRESS

20.00 Quedamos en La Flor de Castilla

Ávila es una ciudad tranquila, con buena calidad de vida, donde pasea la gente sin prisa, se saludan unos a otros y tienen sus lugares de encuentro. Uno de ellos es La Flor de Castilla (11), cuyo obrador nació en 1860 y sigue manteniendo la receta original de las yemas de Santa Teresa, haciéndolas a mano, una a una. Allí se reunían los llamados tertulianos de la Flor de Castilla; pensadores, escritores, que charlaban de temas actuales, endulzándolos a base de yemas. Mientras, el conocido pintor abulense José Sánchez Merino se encargaba de caricaturizar a los tertulianos ilustres, en unas pinturas que hoy siguen expuestas en el establecimiento.

La Flor de Castilla, cuyo obrador nació en 1860.
La Flor de Castilla, cuyo obrador nació en 1860.VWPics / Alamy / CORDON PRESS

Y es que no se puede dejar Ávila sin llevarse el dulce recuerdo de las yemas de Santa Teresa y, de paso, visitar el obrador que las elabora mientras se disfruta de una merienda-cena. Su tienda está tapizada con cajas de yemas de Santa Teresa, repostería de tradición árabe en la que se especializaron las monjas, aprovechando las yemas sobrantes de las claras utilizadas, unos dicen que, para los vinos, otros que, para aclarar la voz, y los hay quienes mantienen que fue para amalgamar las piedras de la muralla.

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