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Nanjing, lo que hay que ver en el secreto gigante de China

Antigua capital de 10 dinastías o reinos, en esta metrópoli envuelta en paisajes de acuarela viven hoy 9,5 millones de habitantes. La muralla urbana más grande del mundo o la tumba del fundador de la dinastía Ming son solo dos de los principales atractivos de la ciudad

Nanjing China
El faraónico Centro Budista de la Montaña Niushou de Nanjing, capital de la provincia de Jiangsu (China).Yang Bo (China News Service / Getty Images)

Es “la otra”, la gran olvidada. La llamada “capital del sur”, envuelta en paisajes de acuarela o grabado chino de montañas, ríos y bosques. Nanjing (o Nankín) fue capital de 10 dinastías o reinos. Marco Polo dijo de ella: “Viven de comercios y talleres, tienen seda en gran abundancia, hacen telas de oro y seda de todas clases”. Eso era en el siglo XIII, pero no fue hasta la dinastía Ming, en el XV, cuando alcanzaría su auténtica edad de oro. Fue también aquí donde Sun Yat-Sen fundó la República Popular de la China moderna en 1912, siendo capital de la China Nacionalista de Chiang Kai-shek, hasta que el Ejército Rojo de Mao expulsara a los nacionalistas a la isla de Taiwán.

Hutong (callejón) en Pekín, xiangzi (avenida) en Nanjing”, dicen orgullosos sus vecinos. Estamos hablando de una metrópolis de nueve millones y medio de habitantes, capital ahora de la provincia de Jiangsu, que roza con el norte de Shanghái. En el delta del río Yangtsé, el tercero más largo del mundo, que divide a la China del norte de la del sur. El poso de la tradición está ahora arropado por flamantes rascacielos de hasta 80 pisos, calles saturadas de coches enormes e impolutos, casi todos eléctricos, 10 líneas de metro, gente, mucha gente por todas partes.

Castigada severamente por las guerras, para encontrar sus raíces hay que ir a la zona de Jimingsi, por donde se accede a la antigua muralla. Esta corre paralela al río Qinhuai, afluente del Yangtsé, y es la muralla urbana más grande del mundo. Está formada por cuatro anillos concéntricos, con 13 puertas, pero de los 35 kilómetros que llegó a tener solo se conservan 25. Se empezó a construir en 1366, poco antes de que el primer emperador Ming fijara aquí su capital. Tres mil soldados la custodiaban y algunos de los cuarteles o depósitos dentro del cordón amurallado están ahora musealizados. Desde lo alto del anillo exterior se toca casi con los dedos la Pagoda de Porcelana, erigida en la era Ming. Considerada antiguamente como una de las maravillas del mundo, inspiró a Hans Christian Andersen su relato El jardín del paraíso (1839). La pagoda actual es una reconstrucción, dentro del complejo ajardinado del templo Gran Bao, que se remonta, cómo no, a la dinastía Ming.

Memorial de la masacre de Nanjing, junto a la muralla de la ciudad china.
Memorial de la masacre de Nanjing, junto a la muralla de la ciudad china.VCG / GETTY IMAGES

Así que aquí parece obligado acudir a la Montaña Púrpura, donde está la tumba del fundador de la dinastía Ming, Zhu Yuanzhang, y de su esposa Ma. Un lugar sagrado y mágico, patrimonio mundial, plagado, como todo, de gente. Consta de dos partes, una es el shendao o sendero ceremonial, flanqueado por parejas de animales de piedra; y la otra es el mausoleo propiamente dicho, en una colina poblada por abetos perennes del Himalaya, que evocan una atmósfera de eternidad. Hay que franquear dos pabellones —lo que se ha rehecho, tras los destrozos bélicos—. En el último se halla instalado una especie de museo de sitio. Detrás se alza una colina artificial cubierta de hayas y ciruelos donde se encuentra la tumba. Está sin excavar. Se sabe más o menos lo que hay enterrado, pero esperan tener tecnologías más avanzadas para sacar a la luz sus tesoros sin dañarlos —lo mismo que ocurre con la célebre tumba del Primer Emperador y su escolta de terracota, en Xian—. Cerca queda el mausoleo de Sun Yat-Sen, el fundador de la República China y redactor de su primera Constitución, que se da un aire a la tumba Ming.

Visitantes en el mausoleo de Sun Yat-Sen, el fundador de la República China, en Nanjing (China).
Visitantes en el mausoleo de Sun Yat-Sen, el fundador de la República China, en Nanjing (China).Richard Bradford (Alamy / CORDON PRESS)

Lo que se podría llamar el centro histórico o casco viejo es, en realidad, muy nuevo. Casi un decorado de película, creado en 1984, pues la invasión japonesa en la Segunda Guerra Mundial lo destruyó por completo. En diciembre de 1937 se produjo la llamada masacre de Nankín, en la que se calcula que murieron 300.000 víctimas, aunque algunos suben la cifra a medio millón. Este episodio terrible ha dado pie a media docena de películas, una de ellas, cruda y cínica, es Las flores de la guerra (2011), del afamado cineasta Zhang Yimou. El centro es nuevo, pero da el pego. Ese casco peatonal, al que se accede por cuatro puertas cardinales, se conoce como “Templo de Confucio”, debido al templo que aún funciona como tal (y como museo de pago) en su seno. Al lado mismo está el Museo de los Exámenes Imperiales, una escuela para funcionarios cuyo origen se remonta al siglo XII. La calle central y las que atraviesan su eje son un hormiguero donde los turistas son vistos todavía como bichos raros. Los rickshaws tirados por un porteador se abren paso a golpe de campanilla, los restaurantes y tiendas sacan a la puerta sus reclamos. Ese bullicio es el corazón palpitante de Nanjing.

Vista aérea del llamado “Templo de Confucio" de Nanjing.
Vista aérea del llamado “Templo de Confucio" de Nanjing.Imago / Alamy / CORDON PRESS

Bordea ese casco viejo el río Qinhuai, “río madre” de Nanjing (como ellos dicen bellamente) que se vierte al Yangtsé a las afueras de la ciudad. Los muelles, y sobre todo el puente peatonal, son punto obligado para la foto de propios y extraños. Como es obligado hacer un crucero en barcazas tradicionales, mejor si es nocturno. Son casi cinco kilómetros de recorrido, en poco menos de una hora, cruzando bajo puentes o pabellones iluminados. A bordo se sirven té y golosinas, mientras el altavoz recuerda hechos y personajes. Sobre todo al gran Li Po (o Li Bai), poeta borrachín del siglo VIII que visitó Nanjing varias veces, y del que dice la leyenda que murió ahogado al intentar abrazar el reflejo de la luna en el agua. El compositor Gustav Mahler utilizó cuatro poemas suyos para sendos movimientos de La canción de la tierra, versos que parecen flotar en las orillas oscuras del Qinhuai: “Como el lomo de un tigre / se encorva el puente de jade / hasta el pabellón (…) dentro se sientan amigos / bellamente vestidos, beben, conversan…”.

El puente peatonal de Nanjing y, al fondo, el distrito de Jianye.
El puente peatonal de Nanjing y, al fondo, el distrito de Jianye.onlyyouqj / GETTY IMAGES

El centro moderno o de negocios no queda lejos. Se alza en la zona de Xinjiekou, en torno a la plaza presidida por una estatua gigantesca de Sun Yat-sen… que resulta minúscula, asfixiada por colosos de cristal de hasta 80 pisos. Allí están no solo las sedes y oficinas de empresas, también los centros comerciales más rutilantes, como el Deji Plaza, el Dayang Mall, el Golden Eagle… Ojo, precios prohibitivos, teniendo en cuenta que el nivel de restaurantes y hoteles, para los europeos, es bastante asequible. La pujanza comercial corre paralela con la inquietud cultural, de la que siempre ha presumido esta ciudad, con 68 universidades o institutos técnicos y un montón de museos o sitios que sería largo enumerar.

Pero hay uno que es imprescindible. Se trata del faraónico Centro Budista de la Montaña Niushou, cerca del aeropuerto. El complejo fue abierto en 2015. Una espectacular cúpula de piedra labrada cubre un edificio subterráneo de siete pisos. En el más profundo se venera la reliquia del hueso parietal de Buda. Todo es allí inconmensurable, deslumbrante. En el exterior, una malla gigantesca (que recuerda a Las Setas de Sevilla, pero a lo grande) aúna el palacio con otros espacios de esta montaña sagrada, donde nació el zen Niutou. Este enclave desmedido puede ser espejo del gigantismo que afecta a China en general, un país que parece cumplir el presagio de Napoleón: “Cuando la China despierte, el mundo temblará”. China ya ha despertado.

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